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sábado, 31 de marzo de 2007

No menosprecies al manager, nena

Iba para groupie pero me quedé en el camerino del manager, curioseando por la habitación desde la miniatura de cama eight years old Size. Una ruleta de casino, sacada de un pack de juegos de mesa para toda la familia, junto al espejo quebrado como recién tiroteado por narcos colombianos o arrancado por un cocainómano brutal. Luego el confeti enredándose en el ventilador del techo y el concierto en sordina. Bum bum clap. «Tu ídolo tiene tantas luces como eso —señalando un mosaico de bombillitas que recorre la pared. La mitad de ellas fundidas—.» «Cuando tienes en tus manos una responsabilidad así (¿Te he dicho que me dedico a la producción de ideas para la MTV?); cuando ves que los chicos imitan los gestos de su cantante favorito, sientes ganas de decir ‘Oye niño, que yo inventé eso. Que yo le di la estética dibujando animatics para sus videoclips’, pero continúas caminando con ese bonus de maestría que constituye el anonimato.» «Más aún, está mamado ser poeta; basta relacionarse con ellos. Lo mismo con la música. Ahora bien, alterar la dirección de dos vectores paralelos, es decir independientes, para reconvertirlos en tangenciales (¿me sigues?); eso, eso sí es genialidad. Literatura y suburbios, nena. Eso sí es aportar algo a un mundo donde cada cual va a lo suyo y todos creen estar asentando principios comunes de convivencia. Y a la larga, por qué no, quizá empleen mis métodos para reconciliar lo irreconciliable. Vete tú a saber, preciosa.»


Publicado en la revista digital Remolinos, número 23: http://es.geocities.com/revista_remolinos/index_p60.htm

miércoles, 28 de marzo de 2007

Ejemplos de preguntas retóricas para envases de detergente: I, II, III, IV, V


i (Introducción)

¿Sabéis que pienso?

Que los poetas del Orfanato
prefieren la reclusión en cualquier faro, vistas al océano;
con la única compañía de una grapadora.

Y con ella clavar
en envases de detergente etiquetas
cuyo reverso formule preguntas trampolín a una estética de contemplación o cuadros de costumbres.

También a una poesía para leer en
lavanderías.

Y pronto pasar el testigo y salir
anónimos.

Que quede claro que esto es sólo un delirio.

¿Suficiente o no para justificar que el poeta puede ser
más que melancolía?

Ya veremos.

¿Suficiente para esclarecer que la tinta nos salpica
hasta los dientes?

Eso seguro.



ii

¿Atreverse, a día de hoy, a qué?

¿A impartir clases didácticas de libertad sexual,
del azar como germen de relación amorosa,
allá en el Peep Show,

acompañado por tu preciosa mujer e hijos,

mientras encima del patíbulo
o pista de baile,
al otro lado de la pantalla de plástico antibalas
repta suntuosa por la barra metálica
una fracasada bailarina de ballet
y su tutú de cuero
rasgado?



iii

¿Es posible
caminar a ritmo de tortuga con ventolera de erudición
—si a uno se le antoja,
cabe la posibilidad del conocimiento absoluto. Mejor dicho,
de erradicar la necesidad de saber—
a una fracción de periquete
de ser atropellado por un par de deportivos que compiten
ilegalmente?



iv

¿A qué tribu pertenece el alpinista
del que a todas horas cuelgan sus pies
en la cabina de una grúa amarillo chillón mala suerte
y bebe Jack Daniel´s no como un hipster o un rapper,
sino con un suéter que le regaló mamá;
suéter
que le proporciona aspecto de lo más común,
sin extravagancias.
Y otea como un
pajarraco
la calle
protegiéndose del sol con la mano a modo de visera?



v

¿Qué matarife
barbudo
de la cadena industrial
guillotina en láminas los sesos de un dulce cordero
detrás del biombo de una pastelería?