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sábado, 24 de enero de 2009

“Madrileñista redomado celebra el último de Putilatex en Facebook. (¡Wowww!)”

(O incluso: ¿Aceptamos Boyeurismo como perversión homosexual femenina? Secuelas de una sobreexposición a EP3)

Mucho mejor que lo que el DRAE propone sobre el concepto «cinismo» es la apreciación que Constantino Bértolo da en su cena de los notables [muy pronto, donde ustedes ya saben: documentos exquisitos a propósito de este ensayo] cuando habla de «rentistas del pesimismo». Conmovedor, ¿eh? Sumamos pues a “Trade Marks que pegan fuego en el portal de belén” y “Limon & Nada – Bafici – Le Trip: Sobre la modernez (¡!), o el capitalismo mola” el disco de Putilatex que lleva por título Domund como otro gesto más (y van tres capítulos en un mes) de tirar la toalla ante la imposibilidad y el agotamiento de arrostrar el mercado, varias décadas después de iniciados los primeros asaltos contra el mismo. Consumo y moda han hecho devenir gelatina la masa gris del ciudadano moderno: ¿Yyy?, es lo que parece preguntarse, en un acto posnihilista que nos encoge el corazón por entrañable, los muchachos de Putilatex; colectivo que se revuelve y responde a las entrañas ideológicas del punk para repensar lo crítico. «Moderno pero gorrino / ese es mi destino. / Sexo y electro / es todo lo que me meto», «Me toco pensando en mí», «El pop nos va a volver a todos gilipollas», son algunos de los manifiestos de intenciones que integran el LP, y que parecen apuntar al sadomasoquismo tanto como al acto plausible de conocimiento interior (¡!) y anticipación a los propios críticos de uno mismo. Mención especial merece el track «Mira una moderna», cuya literatura parte del conocido recurso que pasa por la recreación de los objetos fetiche definitorios en un espectro social equis, como si de un parque de atracciones temático o suerte de declaración de Poética se tratara —ya saben: taxonomía, taxonomía, taxonomía—. En «Mira una moderna» los botines con tacones y las medias de rejilla se elevan a la categoría de sublime, el Elástico y el Ocho y medio (erudición de malasañero: este dato difícilmente será comprendido por extranjeros) pasan a convertirse en catedrales del saber (¡!), y el sujeto moderno se nos aparece como un apóstata de sus orígenes («has pasado de tus amigos rurales, para hacerte el ambiguo siempre que sales»), que frecuenta, mejor dicho, está matriculado, en «audiovisuales». Claramente, Really Cool Sh*t.


viernes, 23 de enero de 2009

Homo Sampler Resaca

"Relato Pop” (Ensayando en la Ficción): Hallamos aquí, en estas escasas 16 páginas, algunos de los más remotos orígenes de ese sociólogo agudísimo que más tarde llegaría a ser Eloy Fernández Porta. Nada de lo que en “Relato Pop” (Caras B, Debate, 2001) se cuenta está abandonado al azar —sin que ello deba suponer un rasgo necesariamente positivo—. Presuponemos además una cocción lenta, tediosa y amarga incluso, de semejante texto, que además exige todo un aparataje de narradores empotrados: una Clara Fernández Porta traduce y edita en el futuro el testimonio de otro/a narrador/a, en cuyo caso se refiere a dos amigas diferenciadas por el dinamismo a partir del cual entienden la moda. Luego, como al Perec de Especies de espacios, al autor le apasionan aquí los reenvíos a pie de página. Cincuenta y dos de ellos conforman una exploración topográfica de cierto imaginario pop que, con el paso de los años, crece en su carácter fantasmagórico. Hay sitio en este cuento para interpretar el avatar de la Wannabe-pija («Persona que trata de aparentar riqueza sin conseguirlo, por falta de medios o de cultura visual, a la manera de los poetas decadentistas de finales del siglo xix»), establecer una suerte de dicotomía de la mujer a partir del «enfrentamiento entre Evax y Tampax», abordar la antropología de las botellas de vodka Absolut —que ha conseguido alcanzar un nivel de identificación con su consumidor casi perfecto—, significar el WonderBar, establecimiento de moda en la ciudad de Boston «hasta el final del milenio»; integrar la revista MUFACE como hipotética fuente bibliográfica legítima, etcétera, etcétera, etcétera. Ni que decir tiene, el pulso narrativo —llamémosle— artefactual que Fernández Porta esgrime es cualquier cosa menos pop.

jueves, 22 de enero de 2009

Apuntes para una hipotética ‘Situación del escritor en 2009’: Variaciones sobre un tema de Sartre

(Billy Collins – Pinot Duclos – Bloom – Goethe – Sartre) 

Lo más parecido a un intestino que se deglute y regurgita a sí mismo, practica la misma endogamia que la insalvable falla abierta en el espacio de las artes plásticas actuales – emprenderla a nerviosas manotadas con el gran público, ese desecho de mierda, mosca impenitente. Como aplaudir un aparato genital estéril.

Metaliteratura, decía.

Asistimos a un inminente fenómeno social, derivado, en cierto modo, de la generosidad editorial: habiendo puesto punto final al hecho de tener que pasar por el aro del empleo alimenticio, ahora dedicados ex profeso a bailar, campar a sus anchas, por la multiplicidad de avatares que ofrece la actividades de la lectura, el esotérico cocktail que se sirve al autor son cenas con otros escritores y sexo con otras escritoras. Cosa que, desde luego, no está nada mal.

Supimos con anterioridad que la poesía padecía ya un agudo cáncer; Billy Collins no lo negará: «Mucha gente acude a las lecturas de poesía para leer sus poemas cuando se abre el micrófono a la audiencia. Luego resulta que están demasiado ocupados dándole los últimos toques a sus poemas como para escuchar al poeta invitado [...] se ha creado una especie de circuito cerrado en el que el público interesado en poesía son sólo otros poetas. Es como ir a un concierto y descubrir que todo el mundo en la audiencia tiene un estuche de violín sobre las rodillas.»

Estar dentro o estar fuera, that’s the question, folks.

Escuchar en boca de Harold Bloom aquello de que a los escritores contemporáneos no les gusta que les digan que deben competir con Shakespeare y Dante, es presenciar una micción de lejía contra el muro erigido por la autocomplacencia. Riesgo mayor, en efecto, no lo hay.

Pinot-Duclos, en 1751: «Conozco a mi público. No existe nadie que no tenga su público, es decir, una porción de sociedad de la que él forme parte». Escuchen a Duclos (piensen en él antes de introducirse en sus camas, dedíquenle una breve oración), pues casi siempre negarán los cenáculos este mandamiento primordial. Creer que solo el talento nos salva, ay, pasar por encima la gestión humana, la coacción que hierve bajo la misma —disciplina, disciplina, disciplina— no deja de ser más que un apaño de estolidez y soberbia tan o más infructuoso como lo anterior.

Y ustedes adivinan quién está en el inconsciente del escritor contemporáneo, ¿no es verdad?

Ítem más – pasajes costumbristas – Appendix: Nótese la deliciosa distinción referida al sentido del gusto, a posteriori de una tempestad amorosa, entre quien sintoniza una emisora mainstream para reafirmarse en su pena, y ese otro dandi decadentista que, aplicándose ligeros toques en la barbilla, al fondo de su sillón orejero, apenas unas décimas de fiebre en el alma, relee el Werther de Goethe: «Somos, pues, los escritores más burgueses del mundo [...] no hay que tener vergüenza en confesarlo.» (J.P. Cynical Sartre, Situación del escritor en 1947, en ¿Qué es la literatura?) Y en eso, querido filósofo, te estrecho la mano. Nada ha cambiado desde entonces.

 

lunes, 19 de enero de 2009

Ahora que los cuatro brazos de Vishnú me sostienen el ego. O el meta-metalenguaje intratextual.

Perteneciente a ese espectro de autores caracterizados por un notable prurito de intratextualidad o autorreferenciales (pensar, por ejemplo, en Gil de Biedma —otra demostración más de nefanda taxonomía de lecturas por mi parte—), no es extraño dar con reparos dirigidos al inquebrantable egocentrismo que parece esgrimir nuestro protagonista, si bien otra línea de acción tan fuerte como la primera hablaría, siguiendo sus Obsesiones Programáticas, de hiperbólica necesidad de conocimiento de uno mismo – Escribir, ¿para qué? De ahí derivaríamos el temor latente del individuo inquirido a lo que en alguna ocasión ha referido él como «escritura valiente», negada en rotundo a estrictos esquemas de trabajo: compárese la adhesión doctrinal al pensamiento de Sun Tzu con las desmedidas, epigramáticas y solemnes palabras de Monelle: «No te conozcas a ti mismo.» (Marcel Schwob). Claro que en lo concerniente a la lectura del egocentrismo también estamos en disposición de recordar una vez más que la literatura, al contrario que los mass, prescinde de pedagogías; desconoce lo políticamente correcto (esputen sobre este concepto: se contiene a sí mismo), pues lo descriptivo es antepuesto a la norma. Y otra vez, Maquiavelo. ¿Qué razón, entonces, habría de llevarnos a excluir y marginar la conducta narcisista como no estética?, ¿eh? Ítem más: ¿A qué juega Ibrahim B. ejerciendo el meta-metalenguaje de su propia teoría-ficción? (Si la crítica es un metalenguaje, precisamente por ser un discurso referido a otro discurso, entonces cómo hablar de la crítica de la crítica, preguntémonos) Apuesto un bazo a que la respuesta no es otra que esa objetividad reciclada con que cree que puede aprehenderse un texto, incluso los suscritos por cada cual, tal como ya leímos en “Por qué soy un mal escritor”. Por otro lado, ¿no habría en todo lo anterior, acaso gestándose, un poso de moralidad? ¿Y por qué esta sensación de estar aproximándome al borde de un acantilado que se estrecha peligrosamente? Un acantilado de palabras que exigiera elegir la correcta como quien elige un vestido de novia o el movimiento en una partida de ajedrez inédita; como ese antihéroe de dibujos animados al borde del abismo. Ay. Mierda.

Extractos de ‘The Underground Review of Books’ (enero, 2009)

Queda claro que la prosa de Ibrahim B. conserva un insoslayable elemento de debilidad personal: frente al gusto que la figura del autor deje entrever en lo relativo a la erótica de la crítica, o la institución universitaria como fecundo germen de existencias enlazadas por un poso de sectarismo tolerado, eugenésico, vaya: rasgo inherente a su topoi «capitalismo de los sentimientos», y que da cobijo a una escaramuza sin tregua por copar puestos privilegiados al actualizar uno el devenir de sus personajes; no deja de sorprender ese afable arnés umbilical suyo, que rara vez le deja alejarse demasiado de unos orígenes sociales netamente pop; casi como si a título inconsciente intentara avisarnos de que él no es ningún apóstata, y que, para bien o para mal, aún contiene su material genético vetas de un paso por barrios to’ feos ahí: deprimidos y decadentes. Cuna de perdedores radicales. Como si con las manos a modo de bocina dijera: «Me encantaría ser un gentleman, pero mi chaqueta es H&M.» Peor aún: «Quisiera escribir como narradores centroeuropeos a comienzos del xx, pero debo conformarme con añadir cierto componente de sofisticación a la ficción de género, pulp, underground

domingo, 18 de enero de 2009

(Moodysson – Minchinela – Toteking – Álex Robinson)

Detengámonos en Lukas Moodysson y la interpretación que lleva a cabo sobre el film Fucking Amal del Instituto de Provincias como institución ultraconservadora, cuyo sentido del gusto queda sublimado a veleidades de los mass, y en donde no existe espacio alguno para conductas sexuales, digamos, anómalas, queers, como tampoco para freaks o nerds ¡! – Raúl Minchinela desgajando la abyección del provincialismo en ‘El cabrón del campo’. Luego vendrá el germen de una vendetta sin concesiones, desarrollada en la peregrinación hacia la ciudad que se lee como caldo de cultivo para microsociedades de inédita especificidad: Facebook y su fanatismo, a ratos kitsch, a ratos escondiendo la quiebra de los intereses que materializaran un hipotético Volkgeist. O por qué en Palestina caen bombas y aquí disertamos sobre los nuevos desafíos de la crítica. Toteking: «La peña de la clase entonces se reía de mi, y ahora yo vivo, y ellos tienen que sobrevivir». Otro: leemos en boca de un personaje en Más Malas Ventas (Álex Robinson): «Lo único que me ayudó a pasar esos años fue imaginar el futuro, cuando yo triunfara y todos mis enemigos fueran unos fracasados.»

sábado, 17 de enero de 2009

'Concuspic(i)encias'

Consideras: las relaciones sentimentales que tienen lugar en los últimos años de la secundaria, esa educación emocional aún sacando sus dientes de leche, y que por extensión, mal que nos pueda parecer, deglute a un segmento poblacional de perímetro más amplio de lo saludable, están jalonadas por una paranoia doble: el “no quiero resultar demasiado pesado” y el “no quiero que se olvide de mí” – cómo perpetuar un hostil estado de desconfianza al que describiremos como hobbesiano: Ready for War. Añádase a lo anterior un amplio abanico de lugares comunes, comportamientos por imitatio, o suerte de pésimo know how mamado de una cultura poco o nada acostumbrada a disertar sobre el flujo de las emociones. (Enseñen a los muchachos a sentir, y, les aseguro, se lo prometo con las rodillas clavadas en la arena, toda mi palabra en lo que sigue, que no darán muestras de arrepentimiento.) La imagen que obtenemos es, entonces, grotesca, grosera: consideramos al sujeto paciente que camina con una vara ensartada en el esófago, acartonado, trémulo: sus pasos responden a una gravedad como de Júpiter o lunar: le cuesta desplazarse con precisión; o bien háganse una idea de él con una mano que se abre y se cierra en su trasero de títere; alguien que habla de la imposibilidad de articular ideas como consecuencia lógica del abismamiento, repite ostentosamente frases archimanidas, y asume los celos a nivel inconsciente como una actitud conspicua; como la consolidación definitiva de una proyección noble del Otro. Cosas de estupidiario, ausencia de ideas. Lo más parecido a que «Una relación devenida metarelación, que se condena a reflexionar sobre sí misma, carece de vida.»

jueves, 15 de enero de 2009

(*Disfrute de la lectura en .pdf)

Cincuenta palabras, circunlocuciones y muletillas muy-muy berlinianas: Aprenda a ser el Ibrahim B. Modelo Pijo de su clase, o cómo pasar con discreción por una facultad de filología y además meterse a una moza en el capacho: Underground, cutting edge («Su modo de puntuar, cómo pone las comas, no sé, es como muy catin echh». Nota: repita ahora, gesticulando en exceso al pronunciar —lentamente, sin miedo a concluirla, disfrutando del trance— dicha frase.), relación inter-textual/ discursiva (semejante significación no vendría dada tanto en el sentido que aplicaran Kristeva (Semiótica) o Genette (Palimpsestos), sino más bien barthesiano, alegremente confundido con conceptos, acaso más agudos, como puedan ser el de «fuente» o el de «influencia.»), mierda («toda esa mierda decimonónica.»), logorrea («Me transmitió una incurable logorrea, como Nietzsche antes de abrazarse al caballo.»), bibliofilia, bibliofilia aguda, barrio («Estoy ahí, en el barrio.»), Madrid, Lebensmittel («He de reconocer que de un tiempo a esta parte, los ensayos de Harold Bloom sobre la influencia han sido mi tabla de salvación; mi, cómo decirte —quédese pensativo unos instantes, antes de arrojar con modesta duda— ¿Lebensmittel?»), profundo, demencialmente, tengo-hambre («Joder qué bibliofilia me está entrando.»), pleonasmo («Te juro que es la primera vez que me pasa»: Dicho después de un pleonasmo precoz.), Zeitgeist («¿Aceptamos Erasmus Generation como sinónimo fuerte de Zeitgeist?»), pop, punk, taxonomía («Considero la conveniencia de llevar a cabo en todas las bibliotecas del mundo una taxonomía reformulada, demencial y radicalmente pragmática, de modo que uno pueda identificarse más cómodamente entre las baldas que ordena la literatura con sus afinidades, digamos, sociales. Un poco como quien en la tienda de discos va al letrero que reza ‘clásica’, o a ese otro que dice ‘étnica’: Imagínate el engorro de buscar a Manuel de Falla y encontrar al lado a Falete. ¿Te das cuenta? Música Española Contemporánea. ¿Pero qué diablos significa eso?»), taxonomía de lecturas, chusco (3. adj. Perú. Dicho de una persona: De modales toscos. U. t. c. s.), David Foster Wallace, deriva, sociología, tropo («¡Coño, otro tropo con Sokolov!»), posmoderno (siguiendo el error en el que Linda Hutcheon reparase: «In other words, postmodernism cannot simply be used as a synonim for the contemporary.» (A Poetics of Postmodernism)), post-industrial (cuando el interlocutor se considere intelectualmente reputado, entonces tendrá lugar la permuta entre posmoderno y post-industrial), contracultural, cosmopolita, Angst («Sabes, aunque me avergüence confesarlo, el único Angst que recuerdo desde-que-tengo-uso-de-razón tiene que ver con el tipo de cápsula que voy a introducir en el Nespresso al levantarme. Hete aquí, pues, la historia de mi vida.») McJob, Literatura, deconstrucción semiótica (dicho en estado de ebriedad, apela a todo tipo de disertación sesuda e improcedente: «¡Déjate de deconstrucciones semióticas y mueve tu cu-cú!»), haschisch («No me gusta fumar porros, pero lo que es el haschisch ya es otra historia»), eufemismo, Fresy Cool Shit, Qué-pasa-tío, misreading («¡JA! Se le ve a leguas su misreading de Deleuze...»), snob, monomanía corporativa, postfeminismo, sampler, banlieue («El conflicto de la banlieue.»), low cost («provengo de esa anodina clase media low cost. Jo.»), ¿no o qué?, nocaut, liberación sexual, mercado (siguiendo el gusto por el eufemismo que rige esta casa, empléese el concepto para apelar al capitalismo. Además, es más breve.), wittgensteniano, dicotomía, MIT.

lunes, 12 de enero de 2009

Nuevo Scatergoris: ¿Asumimos 'Erasmus Generation' como sinónimo fuerte de 'Zeitgeist'?

(*También en versión .pdf.!!!)

Bucanero Chicano y Mr. Painful Jung se divierten con un juego de ajedrez.

Ambos, estudiantes los dos, uno autóctono, como quien dice, y el otro de Países Bajos, cómo no, becado Erasmus, comparten apartamento, cuando no greguerías y gracejos farmacéuticos, dóciles, aguardiente en el hatillo, atravesando alegres el eje diagonal festivo de su ciudad, o sea, Madrid.

Hoy, empero, fin de mes, observamos como Mr. Painful Jung aletea, mejor, bate, sus dedos encima del tablero, casi como si mecanografiara el aire a la velocidad del rayo, o como si estuviera llevando a cabo una demostración de sus artes como prestidigitador de burdel anticipándose al futuro, bola mágica en mano, escudriñando, corrijo, haciendo como que está escudriñando, las distintas posibilidades que el ocho por ocho le ofrece.

Pero lo cierto es que Mr. Painful Jung es un pésimo jugador de ajedrez.

Es decir, podríamos afirmar que lo que Mr. Painful Jung, pero también Bucanero Chicano, practican, es una suerte de póquer para soporte de sesenta y cuatro casillas, en la medida que ambos no barajan más que tres o cinco alternativas simultáneas, valga el oxímoron, aunque a veces, cuando de verdad creen tener una idea buena que desplegar, y aquí viene lo importante de veras, fingen auténticas expresiones de pánico, afligidas y horribles muecas que muestran mitad de sus mandíbulas, como si, sin querer, acabaran de introducir la cabeza en el horno.

Sus pabellones gozan la Weltmusik, y sus paladares el sabroso gusto resalado de la palomita al microondas, pero también de la taza de agua, próxima al punto de ebullición, con bolsita de té incorporada.

Así es como va la cosa.

No hay apatía en sus caras, tampoco exacerbada pasión de hooligan que se desvive por sus colores, pero sí concentración, y sobre todo, de eso qué duda cabe, mucha serenidad, mucha calma, en esa práctica efímera para ahuyentar el esplín a palos, a palos y cadenas y puños americanos, puños de hierro, matícese, no hay quien joda con estos chicos, con los chicos del barrio, del barrio de Usera y de La Latina y de Pan Bendito, de nuestros barrios adorables.

Porque, sépanlo, Bucanero Chicano creció viendo como un séquito de Marilines, Bridgettes y Jennifers, y sus rasgos amerindios, puro paralelo cero, de las cuales, no dejemos escapar este íntimo detalle, Bucanero Chicano pudo enamorarse de todas o de casi todas ellas, decíamos, Bucanero Chicano creció viendo como sus compañeras jugaban a rayuela en el vestíbulo del metro de Legazpi, con sus faldas a cuadros escoceses y sus blusas blancas y sus pulóveres con el emblema de las quién sabe si Trinitarias o no, extendiendo el temor al invasor entre los caucásicos papás.

A lo anteriormente referido lo llamaremos Zeitgeist.

Mr. Painful Jung arrastra su alfil blanco, de color negro, sobre una diagonal, poco después de preguntar:

Cómo va tu tesis.

Pregunta esta que se formula con la misma voz queda, distante, con la que uno expresaría curiosidad por saber qué menú aguarda a su compañero de piso, o bien su agenda para lo restante en el fin de semana, pero que en este caso conviene detenerse, en la medida que Bucanero Chicano, ese modélico e insomne empleado de Burguer King, empleado del mes hasta en dos ocasiones, actualiza ideas y prejuicios sobre las condiciones sociales de la creación literaria a partir del estructuralismo genético de Goldmann y el ejemplar Sociologie de la Littérature de Escarpit, publicado en 1971 por la prestigiosa Presses Universitaires de France.

Bucanero Chicano, hermano menor, pero no el más pequeño, de Ibrahim B., Also Known As, Pleonasmo Chief, por cierto, le responde, cauteloso, respirando al interior de la vagina o ánfora que acaba de formar con ambas manos, casi como quien esconde una mentira, consciente de que su contrincante acaba de desencadenar una peliaguda situación, próxima a lo que en terminología diplomática vino a llamarse doctrina MAD, Destrucción Mutua Asegurada, ya saben, Guerra Fría, siglo pasado, crisis de los misiles, Cuba, Bahía de los Cochinos, Kennedy, Jrushchov y Castro, no tanto por su interpelación, claro, como por el último movimiento de alfil, pues suya es la decisión de si poner en funcionamiento el armamento nuclear, y empezar a mandar a boxes a peones, caballos y torres:

Lo que a mí viene preocupándome de todo esto —dice Bucanero Chicano—, es el handicap que nuestro Zeitgeist contiene a la hora de estimular la creación artística. Porque dime una cosa, ¿para qué querría yo, satisfecho con mis discretos honorarios y mi tesis, gozoso del cariño familiar y no familiar, ja, ja, tú ya me entiendes...

Ja, ja, ja —le contesta Mr. Painful Jung, con un dominio del español aún en ciernes, con la mirada cristalina, a punto de romper a llorar, risueña y pueril, pero pueril en un sentido entrañable, con esa risa que le da a todos los que no entienden bien un idioma, y a los que su urbanidad acaba siempre por delatar.

...Y lo peor de todo —prosigue Bucanero Chicano—, sabedor de que aún me quedan décadas de vida, con una salud a prueba de Hummers y Panzers afanarme en crear un mundo paralelo?, ¿eh?

De modo que el estudiante autóctono aprieta el detonador encima de una caja que reza ACME, haciendo saltar por los aires peones, caballos y torres.

Y así es como nuestros Capablanca y Bobby Fischer siguen su andadura a lo largo de la estepa.

sábado, 10 de enero de 2009

i) Erich von Richthofen se nos aparece bajo el más anodino de los rostros, como quien hubiera desempeñado cualquier servicio burocrático a lo largo de una eternidad. A juzgar por la contraportada de Límites de la crítica literaria / Analectas de filología comparada, año mil novecientos setenta y seis, cuesta creer, si eludimos el detalle de la preposición que lleva su nombre, que el susodicho ejerciera como profesor de literaturas románicas en Alemania, Estados Unidos y Canadá, aparte de ser un gran conocedor de la épica medieval. Digamos que su apariencia anónima, rabiosamente redomada, justifica la erótica de los estudios teóricos en materia literaria: formar parte de un arcano microcosmos – la pulsión de lo “diferente” de Bauman: frente a la popularidad del autor, la luz tibia y polvorienta que arrojan los postigos de cualquier despacho universitario. Pensar en el Bolaño de “La parte de los crímenes” y “Laberinto”.

ii) Raro es el caso del teórico que, de vueltas con la prosa, sea capaz de poner en práctica lo aprendido allí arriba: la ficción funciona a partir de unos mecanismos casi rupestres que luego serán remezclados con esos otros desasosegantes porcentajes de intuición. Es por esto por lo que, mientras el crítico descansa campante luego de concluir su texto, con el riesgo mínimo que conlleva, quién sabe, haber errado la trayectoria de sus razonamientos, son síntomas habituales en el productor de ficción morderse las uñas, malestar corporal o acudir al baño más de lo debido.

iii) Lovely Metasampling:

La apropiación de segmentos [...] no la concibe el poeta como un «hurto», sino como un «don» que se le entrega para hacerlo suyo y, renovado, entregarlo a los lectores.

José Enrique Martínez Fernández, La intertextualidad literaria

lo que el sampleador hace suyo no es un fragmento ajeno, sino un instante que le había sido robado.

Eloy Fernández Porta, Homo Sampler

iv) Sociología de la literatura, de Robert Escarpit, al igual que el resto de libros que abordan la misma, llamémosla, disciplina, es un texto de lo más incómodo y peligroso. Avalan este adjetivo varias razones, a saber, tratarse de un discurso relativizador, en donde se pone de manifiesto que tampoco la literatura resiste a lo que los latinos llamaban personae, representaciones de cada cual y de los demás que nos identifican de forma instantánea (Sennet), así como a toda una serie de coacciones provenientes del medio que cada uno habita, como si estas solo acuciaran a los segmentos sociales más débiles. Nada más lejos de la realidad. Debemos comprender la sociología de la literatura como un mirarse desde fuera. Como que el enemigo está en casa.

v) Descubro durante mi convalecencia que las teleseries españolas descansan, para autocomplacencia del espectador, sobre lo punible de las fantasías que laten al fondo de la conciencia. Ese ridículo sobre el que Berlanga llama su atención al final de Bienvenido Mr. Marshall. En contraposición a lo melifluo del soñador, entonces, la severidad del hombre preparado para la guerra: «Ya había descubierto que, en la vida, cuando uno se muestra excesivamente entusiasta los demás suelen parecerlo menos. Y, en cambio, cuando uno se muestra poco entusiasta los demás suelen entusiasmarse. Así que, cuanto más entusiasmado me sentía, menos entusiasmo solía mostrarme.» (Kureishi, El buda de los surbubios)

vi) ¿A partir de cuándo la crítica se convierte en apresurado servicio de limpieza, ocupado como está en limitar la entropía?

—¿Se trata de una cita? —le pregunté.

—Seguramente. Ya no quedan más que citas. La lengua es un sistema de citas.

J.L. Borges, “Utopía de un hombre que está cansado”

martes, 6 de enero de 2009

"Ensayistas de lo cool" - Introducción a la "estética de la hipercita"

Me informa el gurú audiovisual Alvy Singer que el artículo “Ensayistas de lo “cool”, disponible en LaRazon.es, habla amablemente de esta casa: mi más sincero agradecimiento al periodista.

En otro orden de cosas, sucede que mientras un servidor preparaba cierto ensayo sobre la “Estética de la hipercita”, en torno a las secuelas que libros como ‘La luz nueva’ o ‘Afterpop’ han tenido en la crítica cultural, se ha cruzado el último post de Vicente Luis Mora. Allí, escondido entre los comentarios, podrán encontrar buena parte de las tesis manejadas en dicho texto embrionario.

domingo, 4 de enero de 2009

Lionel Tran: IM-PRES-CIN-DI-BLE


Últimamente parece que las buenas noticias provienen en su mayoría de Francia. Abrimos el año en Berliner con Sida Mental, de Lionel Tran, suculento retrato de la banlieue para quienes ya disfrutaran en su tiempo con Y.B. Benjamin von Eckartsberg estuvo en el diseño de portada. 

sábado, 3 de enero de 2009

¿Quién la tiene más larga? – Interdiscursividad Basura – Fundamentos de lo ‘Cutting Edge’

¿Quién la tiene más larga?: Esa extraña obsesión por lo maximalista

Rodrigo Fresán, en La velocidad de las cosas:

Benjamín Federov amaba las oraciones largas. Oraciones como esas caminatas de otoño, un domingo dorado por la mañana, sin mapa ni brújula y Handel en el aire. Oraciones que empiezan con una o dos coordenadas reconocibles para después extraviarse por el solo placer de que alguien vaya a buscarlas con perros y linternas cuando ya ha oscurecido y el frío desciende desde las alturas. Oraciones como esta oración que acabo de escribir pero—a diferencia de esta oración que acabo de escribir—oraciones perfectas, o como bien precisó alguien, «para bien o para mal, oraciones marca Federov.

Y Stephen Burns, al comienzo de su libro sobre Infinite Jest (disponible en Google Books):

How difficult does literature need to be? At what point does the obscurity or complexity of a novel render the vast rewards it may offer irrelevant? Looking back from century’s end, these two questions seem to be the haunting anxieties of twentieth-century fiction. So many of the most respected books of the last hundred years are so forbiddingly esoteric, sintactycally dense, and formally complex, that they seem accessible only to the most dedicated and initiated Readers.

*

Interdiscursividad Basura: La memoria como productora de nexos aberrantes

Carlos Barral, en sus Diarios (año 1957):

Por lo visto es fenómeno común entre los niños la costumbre de convertir el resultado de un acto cualquiera que se está realizando en arbitraria condición de algo que se espera o que se desea, o en juez de una duda. Si llego sin correr –por ejemplo- a aquella habitación antes de que se cierre esta puerta tendré la bicicleta para Navidades.

Audrey Tatou, en A very long engagement (2001):

If Chickpea comes in before dinner’s called, Manech is alive.

Nanni Moretti, en Caos Calmo (2008):

Si antes de saltar no me mira, hará mal el ejercicio. Si no me mira antes de saltar, estaré celoso de Carlo. Si antes de saltar no me mira, será verdad que no estoy haciendo nada por ella.

*

Fundamentos de lo Cutting Edge: Aprenda a matar al padre sin ensuciarse las manos

(Lecciones —aún más— enriquecedoras sobre el Salto Cualitativo y sociología de la literatura)

Gérard Genette en su artículo “La littérature comme telle” (1966), citado por J.D. Caparrós en Teoría de la literatura:

Una creación nueva no es normalmente más que el encuentro fortuito de una casilla vacía (si quedan) en el cuadro de las formas, y por tanto el deseo constante de innovar apartándose de sus predecesores, este vanguardismo, este reflejo de contra-imitación que Valéry ve como una de las debilidades de la modernidad literaria, reposa sobre una ilusión ingenua.

Raman Selden, en La teoría literaria contemporánea:

[David Bleich] Insiste además en que los progresos del “conocimiento” se encuentran determinados por las necesidades de la comunidad. Cuando decimos que la “ciencia” ha sustituido a la “superstición”, no estamos describiendo el paso de las tinieblas a la luz, sino simplemente un cambio de paradigma que tiene lugar cuando algunas necesidades urgentes de la comunidad entran en conflicto con las viejas creencias y piden otras nuevas. La “crítica subjetiva” se basa en el supuesto de que “la motivación más urgente de cada persona es comprenderse a sí misma”.

J.M. Dru, en Disrupción:

Cada vez que se cambia el enfoque de una lente o se altera una perspectiva se da un salto cualitativo […] Normalmente no basta con decir o hacer lo contrario de los otros, una falacia en la que cae mucha gente

Y de lo anterior, el “Error Panero”: L.M. Panero entrevistado por Eneko Fraile (Revista Quimera, octubre de 1989), y citado por Jenaro Talens en Agujero llamado Nevermore:

Era tan chulo que me quería meter con toda España, y total, que España me ha metido aquí.

Paul Valéry, una vez más, en Tel Quél:

Algunas obras las crea su público. Algunas otras crean su público.

Las primeras responden a las necesidades e la sensibilidad natural media. Las segundas crean necesidades artificiales que al mismo tiempo satisfacen.

Ullrich Weisstein, en Introducción a la literatura comparada, poniendo en su lugar las más peregrinas necesidades de la comunidad:

Por regla general, los éxitos literarios suelen ser superficiales y de corta duración. Dependen enteramente de la moda o de algún acontecimiento determinado (concesión del premio Nobel de literatura, la muerte de un escritor o las medidas totalitarias adoptadas contra él)

Y Peter Burke, en El Renacimiento italiano, citado por Vicenç Furió en Sociología del Arte:

los innovadores más importantes dentro de las artes visuales a menudo eran los miembros atípicos del grupo, teniendo en cuenta sus orígenes sociales. Brunelleschi, Masaccio y Leonardo fueron hijos de notarios, mientras que Miguel Ángel lo fue de un patricio. Fueron los extraños, tanto geográfica como socialmente, y por tanto aquellos que tenían menos razones para identificarse con las tradiciones artesanas locales, quienes hicieron las mayores contribuciones a las nuevas tendencias.

Respiren.

jueves, 1 de enero de 2009

Extracto de "Underground Flavour from Línea 5 (Gran Vía)"

[…] Entender la religión como un paraguas solo para tiempo de tempestades: demasiado mayor para abrirlo; demasiado narcisista, querrás decir, para delegar en Otros esos méritos livianos que se atribuyen a tu voluntad – implacable. En otro tiempo, quién sabe, cuando joven, distraído en cosas ajenas a uno mismo como la patria o Dios (Stirner), habrías entrelazado los dedos de ambas manos y formulado promesas de profundo calado espiritual, compungido, a fin de liberarte de esta dichosa enfermedad que ahora bate sus alas en torno a tus defensas. Hoy no. Hoy solo aciertas a indagar en ti mismo y aferrarte a no sé qué clase de ambición que tú detectas extinguida, agotada: conocer Europa en bicicleta o haciendo autostop; que tus piernas consigan fundirse al fin con el asfalto, y la distancia que separa tu vista del horizonte no sea tal: liberar la mente sobre dos ruedas: bajo la fina lluvia atlántica, sacar al lobo estepario que llevas dentro: no reprimir el impulso de la soledad abisal, tan suculento, y a continuación resolver la pregunta de hacia dónde está dirigiéndose tu continente. No tratar con nadie apenas unas horas e inmediatamente después hacer desaparecer a ese personaje para siempre de tu vida: es la amistad la que te conduce al abismo; las mujeres, las que te convierten en diez mil avatares simultáneos: por Lily, por ejemplo, te encadenaste frente a un mercante solicitando el cierre de una central nuclear o el cese de la explotación infantil en Asia, después de que por Violeta apostataras de cualquier iniciativa cuyo carácter fuera solidario o activista, y abandonaras tus primeros pasos en lo más bajo de la jerarquía académica a cambio de un delantal a rayas en cualquier McJob. Por ellas fuiste un dandi, un hipster, un geek, un rapper, un yuppie, un jebi, un nerd, un especulador inmobiliario, un asesino a sueldo, un astronauta, un presidente del gobierno ruso, un emperador grecorromano, (¡¡¡¡un metrosexuá!!!!) un Yeats, un Apollinaire, un Ovidio, y hasta un descubridor de la vacuna contra el virus de la inmunodeficiencia humana. Intenta – busca la clausura, decíamos. Luego (siempre) está escribir, la escritura como única disciplina. Y del sexo, en fin, qué puedes decir. Recuerdas a Baudelaire y suscribes que tu pecado es terco; la contrición, en cambio, cobarde. Es ese tu plan si todo sale a pedir de boca, huir del sabor underground que amarga el paladar. Pero no demasiado […]