(Billy Collins – Pinot Duclos – Bloom – Goethe – Sartre)
Lo más parecido a un intestino que se deglute y regurgita a sí mismo, practica la misma endogamia que la insalvable falla abierta en el espacio de las artes plásticas actuales – emprenderla a nerviosas manotadas con el gran público, ese desecho de mierda, mosca impenitente. Como aplaudir un aparato genital estéril.
Metaliteratura, decía.
Asistimos a un inminente fenómeno social, derivado, en cierto modo, de la generosidad editorial: habiendo puesto punto final al hecho de tener que pasar por el aro del empleo alimenticio, ahora dedicados ex profeso a bailar, campar a sus anchas, por la multiplicidad de avatares que ofrece la actividades de la lectura, el esotérico cocktail que se sirve al autor son cenas con otros escritores y sexo con otras escritoras. Cosa que, desde luego, no está nada mal.
Supimos con anterioridad que la poesía padecía ya un agudo cáncer; Billy Collins no lo negará: «Mucha gente acude a las lecturas de poesía para leer sus poemas cuando se abre el micrófono a la audiencia. Luego resulta que están demasiado ocupados dándole los últimos toques a sus poemas como para escuchar al poeta invitado [...] se ha creado una especie de circuito cerrado en el que el público interesado en poesía son sólo otros poetas. Es como ir a un concierto y descubrir que todo el mundo en la audiencia tiene un estuche de violín sobre las rodillas.»
Estar dentro o estar fuera, that’s the question, folks.
Escuchar en boca de Harold Bloom aquello de que a los escritores contemporáneos no les gusta que les digan que deben competir con Shakespeare y Dante, es presenciar una micción de lejía contra el muro erigido por la autocomplacencia. Riesgo mayor, en efecto, no lo hay.
Pinot-Duclos, en 1751: «Conozco a mi público. No existe nadie que no tenga su público, es decir, una porción de sociedad de la que él forme parte». Escuchen a Duclos (piensen en él antes de introducirse en sus camas, dedíquenle una breve oración), pues casi siempre negarán los cenáculos este mandamiento primordial. Creer que solo el talento nos salva, ay, pasar por encima la gestión humana, la coacción que hierve bajo la misma —disciplina, disciplina, disciplina— no deja de ser más que un apaño de estolidez y soberbia tan o más infructuoso como lo anterior.
Y ustedes adivinan quién está en el inconsciente del escritor contemporáneo, ¿no es verdad?
Ítem más – pasajes costumbristas – Appendix: Nótese la deliciosa distinción referida al sentido del gusto, a posteriori de una tempestad amorosa, entre quien sintoniza una emisora mainstream para reafirmarse en su pena, y ese otro dandi decadentista que, aplicándose ligeros toques en la barbilla, al fondo de su sillón orejero, apenas unas décimas de fiebre en el alma, relee el Werther de Goethe: «Somos, pues, los escritores más burgueses del mundo [...] no hay que tener vergüenza en confesarlo.» (J.P. Cynical Sartre, Situación del escritor en 1947, en ¿Qué es la literatura?) Y en eso, querido filósofo, te estrecho la mano. Nada ha cambiado desde entonces.
2 comentarios:
Apuntes para una Hipoteca en 2009.
Disfrute esta tarde. Yo tengo que estudiar mucho.
Saludote!
El examen de lengua positivo. Ya solo quedan 4!
Tengo una cosa para vos. Ramonet me mando su cd y varias copias, he visto que te tiene agregado en sus enlaces de modo que seguro que le gusta que tu lo tengas.
Voy a Mandril esta tarde a probarme la ropa esa que te dije, no se si nos veremos?
Saludaco
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