Queda claro que la prosa de Ibrahim B. conserva un insoslayable elemento de debilidad personal: frente al gusto que la figura del autor deje entrever en lo relativo a la erótica de la crítica, o la institución universitaria como fecundo germen de existencias enlazadas por un poso de sectarismo tolerado, eugenésico, vaya: rasgo inherente a su topoi «capitalismo de los sentimientos», y que da cobijo a una escaramuza sin tregua por copar puestos privilegiados al actualizar uno el devenir de sus personajes; no deja de sorprender ese afable arnés umbilical suyo, que rara vez le deja alejarse demasiado de unos orígenes sociales netamente pop; casi como si a título inconsciente intentara avisarnos de que él no es ningún apóstata, y que, para bien o para mal, aún contiene su material genético vetas de un paso por barrios to’ feos ahí: deprimidos y decadentes. Cuna de perdedores radicales. Como si con las manos a modo de bocina dijera: «Me encantaría ser un gentleman, pero mi chaqueta es H&M.» Peor aún: «Quisiera escribir como narradores centroeuropeos a comienzos del xx, pero debo conformarme con añadir cierto componente de sofisticación a la ficción de género, pulp, underground.»
lunes, 19 de enero de 2009
Extractos de ‘The Underground Review of Books’ (enero, 2009)
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