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domingo, 3 de abril de 2011

Súperpulp fiction: entrevista a Robert Juan-Cantavella


¿Cuál es la bibliografía obligatoria que todo fanático del pulp debe haber leído, por qué?

Ante todo quiero decir que no soy ni mucho menos un especialista en estos géneros, ni tampoco en el fenómeno. Que le haya dedicado una novela puede darlo a entender (espero que no), pero no es así. A los que más he leído yo es la escuadra española de los sesenta y setenta: José Mallorquí, Curtis Garland, Frank Caudet, Lou Cardigan, Joseph Berna, Ralph Barby, Silver Kane, Clark Carrados, Estefanía, Keith Lugar… pero según a quién le preguntes ahí también entran otros maestros como Asimov, O. Henry, Philip K. Dick, Lovecraft, o incluso El lazarillo de Tormes y El Quijote. Sin llegar a estos últimos, lo bueno de estos libros es que no existe un canon, ni siquiera un intento de canon. Hay miles de títulos y poca gente dedicada a organizarlos.

¿Cuándo y cómo comienza tu interés hacia la novela popular, aun siendo de una generación —creo— posterior a las revistas especializadas?

Hace tiempo que leo esos libritos, unos años, tampoco muchos. Empecé en el mercado de Sant Antoni de Barcelona, llegué a ellos por el formato y las portadas, que son deliciosas, me fascinaba el objeto. Pero no, no lo viví a tiempo real.

¿Cuánto hay de fidelidad y cuánto de traición en tu versión a estas novelas de —parafraseando tu mención a Gautier— virus, vampiros, ladrones, gente bribona…? ¿Y cómo definirías el género de la novela popular de la que partiría Asesino Cósmico?

Asesino Cósmico parte de la ciencia ficción, y además de una novela muy concreta de Curtis Garland de la que he tomado el título, pero juega también con el terror, el western, el género romántico, los detectives, los bandoleros. Hay una cierta fidelidad porque he escrito la novela desde la admiración, pero también hay mucho de traición, pues jugando en todos los campos no acabas de jugar en ninguno de ellos.

¿Qué es lo que se aproximaría al Mal Gusto y la trasgresión para Robert J-C?

La cruel necedad, aparentemente crónica, de la clase política. En términos de trasgresión moral, los artistas a su lado no tienen nada que hacer. Mucho más que con la malicia tiene que ver con eso, con el mal gusto. No hay tribu urbana más cínica.

En una época donde no hay semana en que no se discutan las jerarquías entre alta y baja cultura y donde cualquier expresión cultural parece aceptada, ¿es necesario reivindicar la novela popular?, ¿hay en AC intención de poner sobre la mesa la auténtica cultura pop (algo que me recuerda a ciertas reivindicaciones de Kiko Amat)?

No es mi propósito. La novela popular se reivindica sola, no necesita de incautos como yo que acaban de llegar y no saben de la misa la mitad. Quien quiera cerrar los ojos ante algo tan fascinante que lo haga. O que no lo haga, a mí me da igual. Otra cosa muy distinta son sus autores, que nunca han recibido la atención ni el respeto que merecen, por no hablar de las prebendas que se les concede a otros escritores de su generación con la mitad de talento. Ahí sí que veo un problema, un error.


Ahora que el tema está siendo tan discutido: la novela popular, ¿es política o puro entretenimiento? ¿Y en AC?

Nada de política, final feliz, y mucha acción. Esos son los tres mandamientos que se les exigía a estos escritores españoles durante la época dorada. De hecho, se les “aconsejaba” que firmasen con pseudónimos anglosajones para alejar todavía más el libro de la realidad en que se escribía el libro. Los libros debían pasar por el filtro de la censura. Así pues, había poco espacio para la política. En mi Asesino Cósmico no aparecen nacionales ni milicianos. Imagino que eso la convierte en una novela apolítica...

Una pega más bien gratuita a AC: para estar basada en las novelas populares, veo poca pornografía por ahí (y personajes extremadamente bienhablados)….

Hay pornografía, unas pocas páginas. Y sí, los personajes hablan bien, lo cortés no quita lo valiente.

Entre las citas con las que abre la novela se encuentran Cervantes, Walpole, padre del gótico, y Edward Packard, famoso por sus elige tu propia aventura…, lo que es todo un manifiesto de intenciones. A ello añadiría que en AC se habla de monstruos, fe, superstición, religión o libertad. ¿Dirías que la contemporaneidad se ha vuelto un tema aburrido?

No, no diría eso, hay buenas novelas que suceden aquí y ahora, como también las hay muy malas. Yo normalmente me siento más cómodo desplazando el escenario, eso es todo.

Me llama la atención que mientras buena parte de tus contemporáneos estén atraídos por las vinculaciones entre narrativa y nuevas tecnologías, en tu caso la ficción siempre permanece anclada en un espacio físico. No lo digo como una crítica, ojo: casi me atrevería a decir que Internet es la nueva poesía de la experiencia… ¿Tú qué opinas?

Está bien eso de Internet como la poesía de la experiencia, tiene su gracia y su malicia. Yo no me he metido demasiado en ese terreno, aunque con El Dorado hice una web con materiales extra de la novela, el archivo periodístico de su protagonista, sus materiales de trabajo. Pero no lo toco poco porque tenga nada a favor ni en contra, sino porque a mis historias hasta la fecha no les ha venido bien, quién sabe más adelante. Por otra parte, eso a lo que todos seguimos llamando nuevas tecnologías como si fuese mi abuela quien habla, forma parte de la realidad tanto como antaño un paragüero. Me parece lógico que se le preste atención.

En oposición a lo anterior, lo que sí percibo como rasgo más o menos unitario a los autores españoles nacidos en los setenta, y que en AC creo que está presente, es el desinterés hacia la narrativa del yo: roman à clef, autoficción, literaturas confesionales… Aunque supongo que en tu trayectoria esto es algo con lo que ya cumpliste en El Dorado.

Sí, supongo que cumplí el expediente con El Dorado, aunque aquél no era exactamente yo. Creo que lo que me sucede a mí tiene poco interés literario, lo mismo que lo que le sucede a la mayoría de mis amigos, así que no me sirve como historia. En cambio sí que me sirve como material a malversar, mis libros están llenos de pequeñas historias, rasgos, detalles que he vivido en primera persona o que me han contado o que he visto. Pero no tengo ningún interés en ponerlos al servicio de una reconstrucción de la realidad. Me aprovecho de ellos, los utilizo en mi territorio.

Se me ocurre que uno de los rasgos que determinan AC es su hemorragia de personajes y en consecuencia de tramas. En cualquier caso, ¿cuál fue la “sinopsis” original con la que partiste nada más empezar a escribir el libro, la línea argumental resumida en un par de líneas a partir de la cual armar el texto en su conjunto?

Un amigo mío que se cambió de casa me pidió que le ayudase a reducir su biblioteca a la mitad por falta de espacio. Así encontré un librito delicioso que me acabó regalando, un número antológico de la versión en español del Reader’s Digest (Selecciones) con el resumen de la novela Tiburón 2 (escrita a partir de la película). Una frase de este resumen me fascinó: “Al llegar al arrecife, el tiburón giró a la derecha”. Y decidí escribir una novela en la que pudiese meter esa frase. No es una sinopsis, pero sí el punto de partida.

Aunque AC se desarrolla en su mayoría en un futuro no muy lejano, todo el libro destila una sensación de pasado remoto y casi decimonónico. ¿Qué se pretende con ello?

Desplazar el escenario. Con esa contradicción que has definido perfectamente consigo crear un espacio extraño para empezar a trabajar, algo que para mí es fundamental. En este caso es un espacio que participa de los códigos del futuro, pero que en lo más profundo funciona con los códigos del pasado. Como ambas cosas son contradictorias, el raro espacio que resulta es muy fructífero, ya tengo la mitad del trabajo hecho. Los personajes de Asesino Cósmico se comportan como gente de una sociedad pequeña, rural, cerrada, antigua, desconfiada, encantadora y hostil al mismo tiempo. Ese es el funcionamiento de mis personajes, que, en segunda instancia, se ven enfrentados a un mundo fantástico lleno de monstruos y sucesos maravillosos. En cierto modo, con El Dorado hice lo mismo. Marina d’Or es un lugar muy extraño lleno de gente muy normal, y Valencia es una ciudad muy normal que con la visita del Papa de Roma vio como sus calles se veían invadidas por prácticas mágicas y supersticiosas. Formalmente, se daba un choque de códigos similar que creaba un espacio extraño, ya tenía la mitad del trabajo hecho.

Por otra parte, el “futuro antiguo” que he creado en Asesino cósmico tiene otras dos explicaciones. Aviso que en ambos casos se trata de palabrería de vendecoches, pero ahí va. (1) La novela juega sobre todo con la ciencia ficción y con el terror. Uno de los lugares comunes de la ciencia ficción es el futuro. Uno de los lugares comunes del género de terror es el pasado. Yo no estaba dispuesto a decidirme, así que me quedé con los dos, y los hice suceder al mismo tiempo. (2) Mi referente principal en esta novela son los libritos de ciencia ficción de hace medio siglo, me interesaba la versión del futuro que tenían entonces (sobre todo, el vocabulario tecnológico), no la que podamos tener ahora. Así que el futuro con el que he jugado es aquel, y lamentablemente aquel futuro forma parte de mi pasado (mira si no el año 2001 de Clarke y Kubrick, ya hace diez). Hoy el futuro no existe, forma parte del presente, está ahí delante, Steve Jobs puede venderte una porción; entonces era un lugar exótico, como el Congo de Conrad, un lugar en el que depositar tu miedo o tu esperanza. Esa versión me interesaba más.

En Odio Barcelona participaste en el asalto a la Ciudad Condal, mientras que en El Dorado no dejaste títere con cabeza en Marina d’Or. ¿Hay algún referente real para Isla Meteca?

Sí: la isla del tesoro de Jim Hawkins, el pueblecito interior Torremejía de Pascual Duarte, la ciudad Sierpe de Óscar Gual, la isla de El hurgón mágico de Coover. No hay un único referente, pero estos son algunos de los que por distintos motivos bailaban en mi cabeza mientras escribía.

¿De dónde han salido esos nombres imposibles de recordar que tienen tus personajes? ¿Cuál es el personaje que más te atrae entre el maremágnum de tipos horribles que recoge AC?

En Burgos hay un pueblecito llamado Huerta de Rey que se enorgullece de contar con los nombres más raros del mundo. Algunos los saqué de allí, muchos otros del santoral, otros son nombres griegos, y otros se los he robado a distintas novelas.

Mi personaje preferido de Asesino Cósmico es Vladimiro Rascón, es un buen hombre, un poco mezquino, pero es que le dieron las cartas marcadas.

Hay que ser muy psicópata para pensar la imagen de la rata sobre el vientre del bufón, en una jaula abierta solo por debajo, y atusada con un hierro candente para que excave una salida por entre las vísceras del reo… (Lo digo como simple comentario sin más pretensiones: creo que ésta será una de las escenas que mejor recuerde algún tiempo después de la lectura de AC, y mira que hay escenas violentas en la novela).

En efecto, hay que ser muy psicópata. Es una tortura real, del Medievo. La rata es un gran aliado del torturador pre Convención de Ginebra, luego el tema se sofistica.

Dos de los narradores españoles con los que encuentro equivalentes en Asesino Cósmico son, por un lado, Óscar Gual, de cuyo Sierpe te apropias, y por otro Javier Calvo. Tanto en Asesino Cósmico como en Corona de Flores percibo un sentido de la narración deliberadamente “entorpecido” por el uso y abuso de descripciones preciosistas, perfectas y rococó, y los glosarios de época, con el extrañamiento lingüístico que ello provoca. ¿A qué se debe ese interés por la prosa soberbia?, ¿de algún modo es una forma de acicalar y arreglar estas historias de aparente consumo rápido?

Mi interés por esa “prosa soberbia” a la que te refieres es un interés que se agota en sí mismo. Tiene tanta importancia para mí como los otros elementos de esta novela, como los monstruos y los ovnis y los endemoniados. En mi novela anterior le saqué el partido que pude a la prosa coloquial de un par de macarras drogadictos. Ahora el planteamiento era distinto, este era otro de los puntos de partida. Y no, no hay una intención compensatoria en absoluto, aunque sí una voluntad de contraste.

Si no supiera que Curtis Garland fue un escritor de bolsilibros, supongo que lo asumiría sin problemas con un novelista “convencional”, al margen de cualquier género. Entiendo que esto habla bastante de la industria editorial y de cómo el soporte de un libro condiciona nuestra lectura…

Ni más ni menos. Ahora se sigue haciendo lo que estilísticamente sería literatura popular, pero en tapa dura y a treinta euros, y alejada de temas fantásticos.

¿Cómo fue la colaboración con Curtis —al que le has hecho responsable del que tal vez sea el capítulo más relevante de AC? ¿Por qué él y no otro autor?

Porque en cierto momento me encapriché con sus libros, no fue deliberado. Luego quise conocerlo, y al poco aceptó la invitación a participar en el libro con un relato. Juan Gallardo Muñoz, el hombre tras Curtis Garland, es una persona muy generosa. Cuando empecé a buscarlo no sabía que vive en mi barrio, a tres minutos de mi casa. Trabajar con él fue muy sencillo y gratificante. Sigue escribiendo y publicando. Hace dos años que nos vemos una vez al mes delante de un par de cervezas.

3 comentarios:

Ibrahim B. dijo...

entrevista originalmente publicada en el suplemento EP3, 25-03-11

'PULP' DE NUESTRA ERA


Hace tres años introdujo en Marina d’Or a un macarra que sudaba drogas químicas, y su paso por la famosa ciudad de vacaciones acabó como Godzilla en cólera (El Dorado). Tras digerir su fascinación por los bolsilibros que descubrió en el mercado barcelonés de Sant Antoni, ahora resucita a los maestros de la auténtica novela popular; ésas de «política cero, final feliz y mucha acción». Asesino Cósmico, de Robert Juan-Cantavella (1976), parte como homenaje a la novela homónima del maestro pulp Curtis Garland —seudónimo de Juan Gallardo—, y se diluye en un maremágnum de subtramas de terror, western, romántico, virus, vampiros y «gente bribona».
Como estrella invitada, el propio Garland escribe el capítulo tal vez más relevante de Asesino Cósmico. Y para ser pulp, lo cierto es que no difiere demasiado de lo que puedan hacer otros autores metidos en novelas de mayor prestigio. Cantavella confirma las sospechas: «Ahora se sigue haciendo lo que estilísticamente sería literatura popular, pero en tapa dura y a treinta euros, y alejada de temas fantásticos.» El resto de claves para componer una excepcional novela pulp en nuestros días, explicadas aquí por el autor de Asesino Cósmico.

ULTRAVIOLENCIA. Sobre el vientre de un reo maniatado descansa una jaula abierta solo por debajo; en su interior, un roedor de dimensiones considerables es atusado con un hierro candente para que excave una salida a través de las vísceras del preso. He aquí la clase de salvajadas que reúne Asesino Cósmico. Cantavella, por su parte, comenta las fuentes de su ficción gore: «Es una tortura real, del Medioevo. La rata es un gran aliado del torturador pre Convención de Ginebra. Luego la cosa se sofistica.» Tampoco faltará en Asesino Cósmico la dosis justa de pornografía. Para contrarrestar los ánimos.

EL MÁS TEMIDO. Sobre Isla Meteca se cierne el terrible Ukk, «un invasor que había llegado del espacio exterior en su nave espacial, uno de los más peligrosos asesinos cósmicos que jamás haya existido.» Ukk es cruel, despiadado, y tiene una nave equipada con armas mortales con las que podría destruir el sol y todas las estrellas, cuenta el narrador de la novela.

FUTURO ANTIGUO. Aunque gran parte de Asesino Cósmico se desarrolla en 2035, Cantavella maneja glosarios de época que le confiere un carácter de pasado remoto. «Aviso que se trata de palabrería de vendecoches», bromea el autor antes de detallar este «futuro antiguo», vinculado a su particular mezcla de géneros, pues «si la ciencia ficción se sitúa en el futuro, el terror suele mirar hacia tiempos pasados». A ello hay que añadir la influencia de los libros de ciencia ficción de hace medio siglo, y el vocabulario tecnológico con que apelaban al que ya es nuestro tiempo. Esto explica imágenes como el personaje que se sienta en un peñasco del bosque de Isla Meteca, y de su bolsa deportiva saca un desmagnetizador de gravedad. Para combatir el mal.

UN ESPACIO TENEBROSO. Cantavella afirma que Isla Meteca podría pasar por un cruce entre la isla del tesoro de Jim Hawkins, Torremejía de Pascual Duarte, o la isla de El hurgón mágico de Coover. Un espacio en donde los personajes conforman una «sociedad pequeña, rural, cerrada, antigua, desconfiada, encantadora y hostil al mismo tiempo».

INFRASERES. O por lo menos seres lisiados, monstruosos, deformes o mujeres barbudas, con nombres, por cierto, a cuál más aparatoso. Los personajes de Asesino Cósmico se hacen llamar Hilarión Legúfago, Alejo Reinoso, Cleofás Reyero, Alpidia Ruano o Peder Igarza. «En Burgos hay un pueblecito llamado Huerta de Rey que se enorgullece de contar con los nombres más raros del mundo. Algunos los saqué de allí, muchos otros del santoral, otros son nombres griegos, y otros se los he robado a distintas novelas», dice Cantavalla, ya experto en otorgar atractivo a cualquier material cañí y de dudosa reputación que se le pase por delante.

Anónimo dijo...

¿Y por qué me da a mí ahora por leer al Duque de Rivas?
“Receta segura

Estudia poco o nada, y la carrera
acaba de abogado en estudiante,
vete, imberbe, a Madrid, y, petulante,
charla sin dique, estafa sin barrera.

Escribe en un periódico cualquiera;
de opiniones extremas sé el Atlante
y ensaya tu elocuencia relevante
en el café o en junta patriotera.

Primero concejal, y diputado
procura luego ser, que se consigue
tocando con destreza un buen registro;

no tengas fe ninguna, y ponte al lado
que esperanza mejor de éxito abrigue,
y pronto te verás primer ministro.”

EL DUQUE DE RIVAS

Ibrahim B. dijo...

Hola, Duque, lamento admitir que las "Costumbres literarias" de Mesonero Romanos, datadas de 1837 y registradas en 'Escenas matritenses', no sólo son más aplastantes que tu soneto sino que además hacen extremadamente aburridos buena parte de los discursos extraliterarios o sobre el campo de poder en nuestro tiempo. Pero gracias, de cualquier modo.