viernes, 23 de diciembre de 2011
26.01.12.
FRESY. COOL. (sh#t-hits-the-fan.)
Pleonasmo Chief y sus secuaces les desean un Feliz Año de la Parusía.
26.01.12.
Hasta entonces.
miércoles, 21 de diciembre de 2011
Piensa en verde (sobre ecologismo, propaganda y el anuncio de los cómicos)
Hacía algún tiempo que venía dándole vueltas a la idea de escribir sobre ecologismo, así que la
semana pasada, antes o después de presentar Contra
la posmodernidad, le pedí a Ernesto Castro bibliografía sobre el asunto, y
él me remitió primeramente a la web de Jorge Riechmann. En efecto, me bastó
apenas una semana de leer sus apuntes de clase para plantearme seriamente la
opción de vegetarianismo. Esto estaba muy bien, pues confirmaba que la
literatura aún puede servir para influir directamente en la conducta de los
individuos. Sin embargo, algunos pasajes de esos apuntes me provocaron cierta
incomodidad, en concreto, aquellos que tratan sobre la felicidad, y que
peligrosamente, aun en su elaboración y complejidad, pueden llegar a lindar con
un discurso que recuerda al manual de autoayuda, tal vez simplemente por los
incómodos conceptos que manejan y su forma de representarlos. Lo cual me hace
pensar que se trata de un tanto a favor mío en la interminable discusión que
tengo con Ernesto. Él dice: «¡Es la economía,
estúpido!»; y yo digo: «sí,
pero por encima de eso es la cultura, (¡y el lenguaje!)». Naturalmente, esto es idea de George Lakoff. Lakoff
se quejaba, por resumirlo muy brevemente, así: si los rústicos que dirigen
las cúpulas republicanas son capaces de atraer para sí a quienes en principio no
deberían inclinarse por el voto en rojo, ¿entonces no deberíamos nosotros, que
somos más listos y disponemos de mejores ideas, tenerlo más fácil para ganar?
Sí, pero para eso hace falta invertir en propaganda, actitudes, lenguaje y subjetividades,
decía Lakoff. Y aquí es donde se encuentra el que para mí ha sido y sigue
siendo la principal lacra del pensamiento crítico: desprenderse para siempre del
cartel del Persona-de-la-que-Todo-el-Mundo-se-Cachondea-en-el-Recreo a causa de
a) unos principios demasiado poco elásticos para transgredir ciertas normas que
el nihilismo típicamente neoliberal sí puede permitirse, y b) la costumbre de pedir disculpas
en lugar de, directamente, asaltar la Bastilla (marxismo sin modales, que diría Ernesto).
Pero de lo que yo quería hablar es del siguiente anuncio que desde hace
unas horas, y acompañado siempre de elogios, veo circular en Facebook.
En el libro que
actualmente estoy traduciendo, el narrador manifiesta su disgusto
por Disney: la corporación, no el ratón de Walt. Dice así: «¿qué clase de robot
comunista no siente debilidad hacia ese portador de bondad de aguda voz, orejas
jodidamente enormes y sonrisa interminable (mi mujer encaja en buena medida con
esa descripción, y estoy casado con ella)?» Más o menos es el mismo pensamiento
que a uno se le pasa por la cabeza si intenta oponer inconvenientes al anuncio
arriba mencionado, que además es un estupendo trucho (esto es, un anuncio que
sólo sirve para vender la propia agencia de publicidad y el ingenio de sus creativos,
en lugar de la marca; dicho de otro modo, este anuncio es un corto que
homenajea a Gila en donde la marca sólo aparece de manera casual y prescindible,
y el eslogan que clausura a la pieza es tan general que serviría a cualquier otro
producto de consumo), sólo por utilizar la muerte como recurso de venta, nada
más desaconsejado en cualquier facultad de publicidad donde Freud siga asomando
en los manuales.
«¿Qué clase de robot comunista —se
preguntarán— puede ver en ese anuncio un espíritu nacional de trasfondo católico
que antepone el fútbol, la merienda y el compadreo a la guerra y los asuntos de
la polis?, ¿qué clase de ecoterrorista se atrevería al tirar abajo tamaño
homenaje al canon del humor español, aludiendo a la presunta inmoralidad de lo
que sus actores quieren vendernos?» Nada. No hay nada que podamos reprochar a
los creativos de McCann Erickson. Ellos saben cómo proteger con una guerra de
las galaxias la subjetividad que nos quieren vender. Porque un intercambio/
enfrentamiento de subjetividades se parece mucho al juego de piedra, papel o
tijera; todas son susceptibles de ser aniquiladas (parodiadas), pero las hay
que son más poderosas que las demás. Y mientras la gente de McCann Erickson ha
sabido blindar su producto, los ecologistas, al lado de la marca anunciada,
seguramente os sigan pareciendo unos insensibles robots comunistas.
Pero si estos publicistas son
invencibles a los reproches, ¿qué puede hacer entonces un ecologista frente a
este spot? Pues hacer el suyo propio. Imaginad ahora que en lugar de cómicos,
el campo donde transcurre la acción estuviera poblado de estabulados cerditos
pequeños —tan tiernos y entrañables como los personajes de McCann Erickson— que
en su día de suerte han salido a pastar por el campo catalán o castellano.
Imaginad que esos cerditos pequeños, en un golpe de nostalgia, memoran la desaparición
de su hermano, cuyas patitas ahora deberían exhibirse reluciente y fibrosas en la cocina decorada con
motivos navideños de cualquier hogar español. ¿Qué podría unir y hacer felices
a esos nostálgicos cerditos estabulados? Tal vez una rica merienda de forrajes. ¿Los cereales transgénicos Monsanto que acabaron con la vida de su hermanito Babe? Exacto. Qué
felices son ahora esos cerditos.
jueves, 15 de diciembre de 2011
Yo soy yo y mis influencias
"Narrativa actual: Yo soy yo y mis influencias" es el título de la conferencia que el año pasado leí en la Universidad de Valladolid, en el encuentro En construcción… Zona de obras (Jornadas sobre nueva narrativa española y nueva crítica); pueden leerla ahora haciendo clic aquí.
viernes, 9 de diciembre de 2011
Presentación de 'Contra la posmodernidad'
Lunes 12 de diciembre. 19.00 horas. La Central de Raval. Eloy Fernández Porta, Ernesto Castro y un servidor estaremos presentando Contra la posmodernidad.
Allí nos vemos,
miércoles, 7 de diciembre de 2011
El obrero danés que se lamentaba de su melancólico ser el mundo (¡nui!)
(sigue en JotDown)
*
PS: respuesta de la inefable Carlota Moseguí, "En defensa de Lars Bergman y Ingmar von Trier"
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