This present crisis is not just a matter of political structure, abstract theories, and debates about things that do not impinge on ordinary life. The crisis of civil society impacts upon us in the most intimate way.Phillip Blond
1. Partamos de que las estadísticas acerca de la población británica que Phillip Blond maneja en su libro Red Tory (How the Left and Right Have Broken Britain and How We Can Fix It) son universales: el grueso de la población desea tener relaciones estables. No obstante, tras la liberación sexual desarrollada desde finales de los sesenta, y de la que —como Zizek apuntaba bien— “ha sobrevivido el hedonismo tolerante cómodamente incorporado a nuestra ideología hegemónica”, la atomización de la familia y las relaciones seriadas han marcado la pauta de la subjetividad contemporánea. Siguiendo con lo anterior, ahora imaginemos que usted está felizmente comprometido y desea llevar a cabo una relación extramatrimonial; en caso de que ésta llegue a buen puerto, usted dispondrá de dos opciones: la primera pasa por plantarse, y la segunda por seguir arriesgando. Sabe bien que si sigue metiendo dinero en la ruleta puede perderlo todo, pero aun así sigue adelante.
Con esa segunda opción, usted estará alimentando paralelamente dos mercados: el legítimo, que seguiría los parámetros de un capitalismo ético (de su esfuerzo dependerán en gran medida sus beneficios), y el ilegítimo, que se parece bastante a jugar a la bolsa, pero sobre todo a una burbuja económica: usted está produciendo unos beneficios que en principio extralimitan los recursos del mercado que se le asignan, ejerciendo además una suerte de monopolio de dudosa moral, y que, de ser desvelada la argucia, probablemente su cuenta de ingresos (afectivos) no sólo se quede a cero, sino que además puede descender al infierno de los números rojos.
A grandes rasgos, esto es lo que le sucedió a la economía occidental hace cinco años, y desde luego lo que siempre le sucede a los descerebrados inversores que se montan sobre la burbuja de turno y luego son incapaces de acotar su —digámoslo así— natural instinto codicioso: de estar felizmente comprometidos, y aun gozando de una envidiable prosperidad, pasaron a mantener ilegítimas relaciones de mercado que no supieron gestionar, cegados por la fantasía del crecimiento ilimitado.Eso ocurre, en efecto, hasta que el fraude es desvelado, que es cuando se pasa de participar en un mercado doble a no tener nada, contrayendo a su vez deudas. Y naturalmente, la depresión acaece.
No en vano, el sabio y elitista H.L. Mencken afirmaba, hace casi cien años, que a pesar de la contraria creencia popular de las mujeres, apenas la totalidad de los americanos de la época eran infieles a sus esposas, lo cual no se debía tanto a la virtud como a la falta de coraje. “Precisa más iniciativa y atrevimiento empezar un affair extralegal que lo que la mayoría de hombres pueden permitirse.” De haber vivido en los años previos a la debacle financiera, seguramente Mencken se habría escandalizado ante el dantesco espectáculo de toda aquella gente que emprendía inversiones que exigían mayor sangre fría de la que sus laboratorios hematológicos decretaban. Hay que saber bajarse a tiempo de la burbuja, es lo que seguramente habría concluido el Sabio de Baltimore.
2. Pensaba en la anterior parábola mientras leía el fascinante ensayo titulado Red Tory, que seguramente es una de las mejores propuestas políticas aparecidas durante la crisis. Procedente de las islas británicas —de allí surgieron los híbridos inventos del neoliberalismo (mal) euroescéptico (bien) de la Señora Thatcher, o el socioliberalismo de Tony Blair, que acabó socavando cualquier depósito de confianza en los partidos de centro izquierda europeos—, llegó Phillip Blond, el teólogo anglicano que probablemente pase por ser una de las mejores propuestas éticas para nuestros días. Entre las ideas más significativas de Blond se encuentra su voluntad de escapar del mercado y del estado mediante el regreso a la sociedad civil (algo muy característico del movimiento 15-M, por lo demás) y los grupos sociales primarios disueltos en los últimos cincuenta años, la —habitual— denuncia del libre mercado mediante el constante tendido de puentes entre la moral económica y la moral social, y la feroz crítica a esa izquierda que aún sigue defendiendo, arrastrando el imaginario de la contracultura de mediados de siglo XX, el libre, utilitarista y embrutecedor consumo de sujetos y paraísos artificiales [1].
Aun blandiendo un programa político muy concreto, y orgulloso de sus propósitos literarios moralizantes antes que simplemente analíticos, Blond se inscribe así en esa nómina de sociólogos atraídos por la economía de las relaciones humanas. Leído después de Becker, Bourdieu, Levinas, Illouz o Fernández Porta, tal vez lo más interesante de Blond sea su manera de sintetizar los fantasmas de la sociedad occidental en las últimas tres décadas. Ante la imposibilidad de amar cuando la economía va viento en popa —materializada de manera exquisita por aquel yuppie dePat Bateman, seguramente pasado de cocaína, que corría escaleras abajo con una motosierra detrás de una prostituta—, y ante la imposibilidad de satisfacer las más elementales necesidades cuando el inmoral capitalismo ficticio se va a pique, Phillip Blond tiene la solución. Vota al conservador rojo.
Die Yuppie Scum
[1] Por lo demás, esto no significa que Red Tory sea un panfleto pacato o moñas, pues ya se encarga el teólogo en diseminar ciertas pistas por las que se infiere que su deseo no es el de devolvernos a una era neovictoriana, tanto como el de invitar a la reflexión para optimizar la gestión de nuestros deseos; v.br., “Cierto grado de liberación sexual era necesaria, y podría haber llevado a una profundización en las relaciones de fidelidad entre hombres y mujeres.” Pues a fin de cuentas, ¿qué define la libertad si no las necesidades?
1 comentario:
No lo se porque a muchas personas les gusta arriesgar ,has hecho bien en mencionar èste tema en lo que concierne a lo sentimental,muchas persona han visto destruido sus hogares solo por el placer de arriesgar,desde mi modesto punto de vista creo que no vale la pena apostar por algo donde las posibilidades de perder son altas.Teresa J
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