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sábado, 25 de julio de 2009

'La pantalla global'

Hoy apareció en Público mi reseña sobre 'La pantalla global', de Lipovetsky y Serroy. A continuación, un comentario del mismo ligeramente extendido:
Dentro del panorama intelectual que caracterizaba Europa durante los ochenta, Lipovetsky logró posicionarse como un pensador irreverente al ejercer una dialéctica de reacción contra le hegemonía de la que entonces gozaba la “escuela de la sospecha”; una actitud que desde entonces ha mantenido en todas sus obras. ‘La pantalla global’, pues, aparece ante los lectores del sociólogo a partir de su necesaria significación de la globalización, según la cual “nuestro universo social nos da derecho a ser a la vez optimistas y pesimistas” (‘La sociedad de la decepción’), y unos artilugios narrativos que ya determinan ciertas construcciones sensacionalistas en el género ensayo, esto es, la conjunción de una prosa anfetamínica con la que dar cuenta de los (supuestos) cambios radicales a los que nuestra sociedad asiste, y ciertos neologismos acuñados –en ocasiones, causa de rubor para la audiencia– con los que erigirse como predicador de una nueva era, en este caso, la ‘hipermodernidad’. Y aunque seguramente sigan siendo necesarios más trabajos de mirada poliédrica como el de Lipovetksy y Serroy (acostumbrados como estamos a previsibles confrontaciones ideológicas entre pares antitéticos), no deja de ser cierto que los momentos de clímax y sorpresa en la carrera del primero distan de esta pantalla global. Quizá el problema consista en seguir atribuyendo significados novedosos a una cultura que en verdad no ha cambiado tanto en los últimos años. “Heraclitismo” y consumo hipertróficos, apertura de horizontes sociales por parte del liberalismo… ¿A quién sorprende?

Fogwill y Jung cierran Berliner

Me despido, no sé si temporalmente o no, de 'El Día Cultural'. Catorce meses y más de cuarenta reseñas de particular Bildungsroman como crítico. Fue una etapa estupenda: absoluta libertad formal y temática. No se puede pedir más. Mención especial merece José A. García, empeñado en que parte de la Submeseta Sur también tenga derecho a sumplementos culturales. Gracias por el esfuerzo. A continuación, los dos últimos textos:

Exégesis erótica y conceptualmente hiperconcentrada en torno al lector interesado por la narrativa barroca, obsesiva y sadomasoquista

O: ¿Eso que veo ahí es Marcel Proust poniendo morritos con un plumón en la boca, medias de rejilla y artículos de bondage? ¡Virgen santa!

Entre tantos lugares comunes que residen en la psique del occidental moderno hallamos el fotograma de un ejecutivo mimético de Michael Douglas blandiendo un taco de billetes frente a una profesional del sexo, a cambio de ser defecado en la boca. No obstante, es fácil justificar la asociación entre el personaje tiburón/ especulador financiero con ciertas parafilias que le sitúan en el papel de humillado (improvisemos que mientras el término “hacer el amor” connota un equilibrio de poder, “follar” apela necesariamente a la ruptura del orden para engendrar dos funciones diferenciadas: someter y castigar, vejarse y ser humillado, etcétera), en la medida que alguien obligado a manifestarse públicamente en una actitud de competición y escalada extremas se condena al contrapeso de una estructura psicológica agotada por el esfuerzo que supone controlar la situación 24/ 7. Por analogía obvia, una sociedad que premia el ascenso economicosocial a costa de emplear como peldaño el cogote de cualquier contemporáneo en el espacio público, ha de favorecer producciones culturales barrocas y obsesivas, como demuestra la evolución de la narrativa a lo largo del siglo XX; lo que es igual: alternar las lecturas de 'Finnegans' y la 'recherche' regresando una y otra vez sobre el párrafo anterior y tratando de discernir qué demonios querían decir, y gozar la libido sadomasoquista que implica imaginarse una escena de bondage en la mazmorra con Joyce y Proust abusando de ti, supone una (extraña) terapia con la que hacer menguar la neurosis del hombre que anhela ser portada de Forbes, como tú y como yo, querido lector.

sábado, 11 de julio de 2009

Revista de Prensa: Rorty, Foster Wallace, Vikram Seth, Murakami, Hemingway & Nabokov.

Cero) ruego disculpen el registro teletipo que envolverá a las siguientes notas, así como la ausencia de links a causa de mi paupérrimo Wireless; dicho lo cual: a) hoy aparece mi primera reseña en Público ('Una ética para laicos', de Richard Rorty); b) Scott Esposito, en Conversational Reading, se suma a los seguidores de Foster Wallace que sostenemos “El neón de siempre” como una de sus piezas más significativas; a titulo personal, el visionario relato del suicidio de Wallace alberga las reiteradas preocupaciones del narrador sobre la asfixia del superyó occidental; c) hallamos en BBCNews que Vikram Seth, autor de 'A suitable boy', una de las novelas más extensas que existen, prepara secuela para 2013, en un gesto que quizá admita ser leído como anxiety of influence de uno mismo; gesto muy incómodo, por cierto; d) más sobre novelas del tamaño de un paquete de Frosties. Haruki Murakami concede una reveladora y honesta entrevista a Yomiuri Shimbun sobre el proceso de escritura de 1Q84, por otro lado, harto simple: “When I started writing it during a stay in Hawaii in autumn 2006, I only had two things in mind: That the story would be about a man and woman, both 30 years old, and that I'd make this simple story as long and complicated as possible”. Ergo, especial interés tienen las palabras del japonés a la hora de desacralizar las presuntas novelas enciclopédicas que tanto nos gustan; e) Ernst Hemingway, ¿espía de la KGB en Cuba?, en Revista Eñe de Clarín; f) Playboy compra los primeros derechos de 'The original of Laura', novela póstuma de Nabokov tras el rechazo de Newyorker, y cuyo adelanto aparecerá el 10 de noviembre. No deja de sorprender el contraste de las declaraciones de Dmitri Nabokov para The Guardian en enero de 2008, donde hablaba de que el texto era la escritura más radical, brillante y original que su padre había hecho jamás, y aquellas otras de la editora literaria de Playboy, Ms. Loyd, según la cual “incluso si el manuscrito hubiese estado aún más messy (tradúzcanlo como quieran) de lo que de hecho está, probablemente seguiría contenta”. Otro melodrama sobre la hoguera de las vanidades estilo Kafka-Brod, pero con un hijo fanfarrón.