No he venido a negociarlo; / no llegué lejos por hacerme el simpático
Reunir en una misma pista a Mucho Mu y Kase O despliega en el canon del rap en español las mismas implicaciones —por usar una comparación tan grosera como delicada— que la aparición de un incunable a cuatro manos compuesto entre Cervantes y Shakespeare. Más o menos. Si a eso agregamos que el tema, misteriosamente inédito y sólo filtrado al público a través de la red, recupera dos himnos de los años dorados del género en España (Con esos ojitos, editado como maxi single en 1997, del lado de Mucho Mu; y Ballantines, que apareció en el álbumGenios de Violadores del Verso dos años después, por el lado de Kase O); nos encontramos entonces con que KIKI SOUND tal vez sea el mejor material para comprender la materia de la que el genio de estos dos eminentes poetas se compone. (Naturalmente, no entraremos aquí en consideraciones acerca de si es o no el rap un género lírico: lo que traiciona a los orígenes de la poesía mediante su asociación con la música; la oralidad, la rima y la popularidad de su expresión así lo recuperan.) Al lío.
Luzco una mirada del palo:/ qué hijo de puta soy cuando clavo un truco nuevo, tío
No es improbable que el rasgo más significativo de Mucho Mu sea su nasal timbre de voz. Técnicamente, Mucho Mu nunca se ha revelado como un emcee especialmente atraído por la virtud formal: sus métricas y su flow apenas experimentan altibajos, y en la dimensión verbal, M.M. tampoco ha emprendido grandes proyectos a la hora de jugar con el idioma; antes al contrario, en todos estos años ha rechazado la ampliación de horizontes, esforzándose en concretar y delimitar con claridad las fronteras de su imaginario —El Prat-Barna, Bananas, Cocaína, Chicas, Vacas, Vacilar, Marihuana, Pasta, Calle, Cabrones Con Más, Heineken Fresca… son algunos de los conceptos que con más frecuencia aparecen en sus libretos—. Con todo, el genio de M.M. se ha elevado hacia las más altas cimas, además de por su reconocible timbre vacilón y ultraguapo, por la constante elaboración del personaje del propio M.M. en ese subgénero del rap que es el egotrip, culminado en su fase más reciente en el excelente trabajo realizado con los productores Cookin Bananas.
M.M. revela así la constatación de que el arte y la literatura precisan de una inteligencia intuitiva, que supera de largo las mesurables cuestiones formales para penetrar en las simas del alma y la empatía humana. M.M. es su propia obra de arte, y como tal, se erige y expone sólida y armada con unos rigurosos cimientos políticos y morales. M.M., lo más seguro, dispone de un pensamiento positivo que ninguna relación guarda con la habitual rentabilización del pesimismo en el género. Su postura, la que se infiere de sus libretos, es liberal («Mucho Mu dice: juega y gana»), confiada en sus habilidades, displicente con cualquier autoridad, a ratos deliberadamente impopular, elitista, aristócrata, desconfiada, esencialmente pragmática, muy favorable al capitalismo (por lo demás,difícil resultará encontrará ningún género literario como el rap que muestremayor preocupación por lo microeconómico) y amorosamente desordenada. El carisma de M.M. arrolla como bulldozer. Cualquier intento de parar su pepino va a ser en vano, cabrones; no hay libros de instrucciones para parar esto.
Del lado de Kase O, el polígono que componen sus vicios y virtudes como vocalista presenta un aspecto sensiblemente más equilátero. Elevado a mito en su género ya por la precocidad de su trayectoria —sus primeras cintas datan de cuando contaba trece años, y ya entonces estaba casi configurado la que vendría a ser su idiosincrasia musical—, K.O. sabe bien de la polivalencia de su laringe, capaz de adecuarse a cualquier métrica, así el metrónomo vibre siguiendo ritmos cercanos al drum and bass, el jazz o el metal, al tiempo que vertebra a sus líricas a partir de glosarios menos populares, más poéticos, elaborados e infrecuentes, y por ende menos reconocibles, más dispuestos a la sorpresa;maneja cómodamente los juegos de palabras y no se priva de las alusiones a la poesía clásica. K.O., sin lugar a dudas, es un virtuoso formal, también con el aval de un timbre severo y poderoso.
En el marco poético y emocional, las líricas de K.O., aunque de más vastos horizontes, remiten a sensibilidades más transitadas: suyo es el dominio de la metaliteratura, al tiempo que coquetea con la reivindicación y denuncia política y anticapitalista, los desarreglos amorosos, el retorno a la ingenuidad de la infancia, el liberalismo cultural, el arte como ejercicio de catarsis y la normalización de la psique neurótica, y todo ello acompañado por una leve y paralela sensación de fracaso de semejante programa moral como forma de vida.
Para mí es obligación vivir sin mesura; hay que perder las composturas,
y notar que la vida se nos sale por las costuras
y notar que la vida se nos sale por las costuras
Y hasta aquí los eminentes; habrá tiempo de hablar, tal vez, de los poetas menores.
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