Páginas

martes, 26 de junio de 2007

Papá, papá, ¿qué es un intelectual de izquierda? (parte I)

Conozco a todos ustedes, los he leído durante largos años y sé que nada les aterroriza más que los antiguos intelectuales de izquierda reconvertidos a la cultura del capital. Aquellos que, con ustedes, alcanzaron el Nirvana en el 68 y después… nunca más se supo. André Glucksmann, por ejemplo.

Pero ustedes jamás han pensado en gente como yo. Gente curtida en el capital y que, de la noche a la mañana, quieren echar un guante al planeta. Gente que en su veintena conducía deportivos y se estrellaba en la Avenida de los Campos Elíseos creyéndose Kurt Cobain, y allí, de madrugada, dejaba que sus sesos fueran chupados por el alquitrán caliente y seco (como si fueran un licor helado de sobremesa), y crepitaran después como la carne picada en la sartén. Gente que olfateó la panoja y que, cuando se hartó de todo, regresó para construir una alternativa a este mundo maloliente, sanguinario. Y no me estoy refiriendo precisamente a filántropos como Soros o Gates, sino a tipos anónimos, tipos duros que van a enseñarles a sobrevivir en el Soho londinense o en la Quinta Avenida.

Empezaré contándoles una anécdota:

¡Papá, papá!, ¿qué es un intelectual de izquierdas?, me preguntaba mi hijo (cuya curiosidad os pondría los pelos de punta) no hace mucho. ¿Y saben lo que le respondí?, ¿lo adivinan? Le dije: hijo, un intelectual de izquierdas es un hombre muy aburrido cargado de buenas intenciones. Porque ustedes, a veces, (no me cabe duda de que son conscientes de ello) aburren. Las más de las veces, para ser honestos. Y por si fuera poco, no siguen sus propios preceptos. Y les explicaré por qué.

Pero empecemos evaluándonos a nosotros mismos.

¿Podrían ustedes decirme que es un ortodoxo? (porque nosotros, y ustedes más aún, son ortodoxos, ¿no? Marxistas ortodoxos. Y pienso en Venezuela y Cuba, y ya les digo todo con eso)
Pues un ortodoxo no es otra cosa que alguien a quien han echado a patadas de la heterodoxia. Y en este caso, la heterodoxia es la cultura del capital.

¿Y saben qué es lo que le importa a un heterodoxo? Piensen en ello.

A un heterodoxo le importa el envase. El contenido le es indiferente. Envuélvanle al heterodoxo una Revolución en papel de Harrods (porque aquí todos detestamos Harrods, ¿no?) y la consumirán. Vaya si la consumirán. Así que paren, tómense un descanso y dejen de pensar de una vez. Nadie va a ganar aquí la partida a base de argumentos. Si quieren seducir heterodoxos, hay que crear marca. Hay que crear imagen de marca. Y lo que no conviene es, en ningún caso, malgastar el tiempo hablando entre nosotros mismos. Hay que salir al Coliseo; hay que salir a la calle y convencer, amigos. Convencer es la palabra.



Ya sé que a ustedes no les importa esto, pero tal vez sea significativo a propósito de lo que les vengo contando. Verán, yo una vez tuve una novia; una novia que parecía sacada de las páginas de Playboy (y ya saben que el porno estadounidense es propagandístico hasta vomitar por el ombligo como una fuente renacentista). Una conejita caliente, en definitiva. Una conejita que me hizo conocer el asombroso submundo de los grandes almacenes, de las tiendas de moda, de los vestidos caros, de los restaurantes de lujo y de los cruceros. Y entretanto, yo me obstiné en explicarle las ventajas del comercio justo, de la tasa Tobin y de, por ejemplo, la necesidad de enmendar la situación en Palestina; de ser partícipes de lo que allí sucede. Pero ella, como ya supondrán, no cejaba en su imparable ascenso.

Así que hagan memoria, recuerden las clases de matemáticas en la enseñaza media y piensen en las lecciones de estadística. ¿Se acuerdan de esos tres circulitos que compartían un área común, un espacio intersticial? Pues eso es lo que necesitamos, un espacio intersticial a partir del cual arrastrar a los heterodoxos hacia la ortodoxia a partir de medios heterodoxos. Porque, lo que está claro, es que seducir a la heterodoxia desde la ortodoxia (si es que esto es posible) requiere medios heterodoxos. Requiere ceder. Ce-der.

Y aquí es donde entro en juego yo, el publicista, el cometarros, el manipulador, el mal hombre, el mercenario, el que los va a salvar de la quema, el que va a poner su culo a buen recaudo. Yo soy su hombre, amigos. Háganme caso y todo saldrá bien.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oi, achei teu blog pelo google tá bem interessante gostei desse post. Quando der dá uma passada pelo meu blog, é sobre camisetas personalizadas, mostra passo a passo como criar uma camiseta personalizada bem maneira. Até mais.

Anónimo dijo...

Los yonkis del barrio aplauden tu retórica....plas,plas,plas,plas....

Los yonkis del barrio dejaran de consumir la dryshit cuando esta venga envasada por coca-cola, taco bell o foster hollywood.

Una vez definido el enemigo hay que atacarle de frente y con sus mismas armas.

El gitano Heredia...