El índice de fracasos – la probabilidad de no comerse un rosco en una fiesta es directamente proporcional a la superficialidad de las intenciones del agente: “¡Jo, cómo están/ estaban las pibas!”, es la clase de comentarios que uno escucha —a menudo incluso pronunciadas con extraño triunfalismo en cualquier pandilla de perdedores— al pardillo que regresa a casa en el transporte público cuando los graves del bafle y la música de Julio Iglesias dan por concluido el tiempo de partido – al petimetre cuya sutilidad pasa por un conato de caricia para solicitar un cigarro al posible objeto de instrumentalización erótica (el tabaco como herramienta rudimentaria para el ritual del flirt). La clase dominante de la fiesta, responsable de los códigos que rigen el proceso, está en disposición de demandar un capital que las clases bajas, desconocedoras de ese capital cognitivo, no han sabido entender adecuadamente, aun a pesar de su igual disposición a los mensajes audiovisuales: lo que late bajo los cañones de humo y luz no es —no en su totalidad— una carrera hacia clímax fisiológico, tanto como un intercambio razonado de emociones positivas. Del sujeto quebrado que desarrolla un combate contra su sobredosis de anfetamina en el rincón junto a la maquina de tabaco, abrazado a sus rodillas, a esa otra pareja de amantes que disimuladamente escruta de reojo a las restantes y trabaja por la consecución de la máxima distancia negativa posible entre los dos cuerpos permitida por los reglamentos del espacio público en cuestión, pasando por el complejo de castración, el maremágnum de violencia proyectada hacia posibles rivales y el milagro del aislamiento de la esfera con respecto al contexto, la fiesta se convierte en un genuino centrifugado o tormenta emocional sobrehumana que legitima la consciencia de ser amado como el gran mensaje oculto de la sociedad de consumo: «
4 comentarios:
había olvidado los documentos audiovisuales que posees para afirmar tu teoría.
lo que no entiendo es la cita a Party Monster.
ah!, Julito Iglesias es amor.
La cosa es que Macauly no significa un tipo carnal y frívolo, no un 'hunter'; antes un grado superior del hombre moderno: (súper)sensiblón ((súper)egocéntrico), y (súper)gozoso de la compañía de su Keoki.
Con Keoki cualquiera estaría gozoso.
Su blog produce ciclopejia. Esa la primera impresión. Despues añado que su narrativa es confusa y las ideas quedan dispersas. Puede que tuviese muy claro que queria decir -no entraré en si verdades como puños o mierdas como pianos; ni siquiera añadiré esa chuleria que le concede el largo mañana-, pero... no.
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