Al margen de las colisiones interculturales y sus dilemas sin solución (¿cómo evaluar la integración de un niño inmigrante chino en una pandilla de «niñas pijas de colegio privado»?), del país rojo como factoría de imparables capitalistas-stajanovistas, y del instante en el que el miembro de un clan decide convertirse en un hombre hecho a sí mismo y distanciarse de la herencia familiar, de “Historia del Restaurante Chino Ciudad Feliz” —primera de las dos nouvelles incluidas en La ciudad feliz— me inquieta fundamentalmente la relación de dominación sádica que las púberes ejercen sobre el hombre en ciernes, en la línea de otro de los cuentos aparecidos en La ciudad en invierno. Elvira Navarro no repara en autocensuras al presentar las relaciones adolescentes fatalmente desigualitarias, siempre a favor de ella(s). Si recordamos, en uno de sus ensayos Simmel interpreta la coquetería femenina en tres estadios: «la coquetería aduladora, que dice: tú podrías conquistarme, pero yo no me dejo; la coquetería despreciativa, que dice: yo me dejaría conquistar, pero tú no eres capaz de hacerlo; la coquetería provocativa, que dice: quizá puedes conquistarme o quizá no, inténtalo.» En "Historia del Restaurante Chino Ciudad Feliz" esta coquetería (despreciativa) arranca «con la impresión abismal de que todo era posible», según atiende el personaje de Chi-Huei frente a Sara; un abismo que cualquier lector masculino que haya conocido el Bildungsroman de las educación sentimental en la adolescencia sabe dónde y cómo concluye. Si los gender studies a menudo han protestado por la percepción errada de la psique femenina tal como los narradores la han representado, lo simpático de “Historia del Restaurante Chino Ciudad Feliz” es la inversión de los papeles subvertidos: la mujer como sujeto vitalista, diabólico e inocente a partes iguales, tal como la ven hombres irascibles y castrados e impotentes a los que la narradora a su vez mira. Un curioso juego narratológico de Matrioskas que encierran Lolitos que encierran...
12 comentarios:
En fin que si no leemos el libro, tampoco nos perdemos nada, ¿no Ibrahim? (para lolitos estamos a estas alturas).
Gracias por la antirecomendación.
¿No crees, anónimo, que es demasiado fácil y aventurado recurrir a la descalificación sin leer el libro? Este tipo de crítica ad hoc sólo suena a una cosa: envidia.
José luis, yo no he descalificado el libro. En todo caso he interpretado (bien o mal) la crítica de Ibrahim. Y su crítica no me anima a leerlo. Eso es todo.
Y mal puedo tener envidia si, como bien dices, no he leído el libro.
Qué afán de moralizar, pordios.
Creo que me quedo con la coquetería provocativa; pero, en ningún caso, en la adolescencia. Vaya mierda de etapa. De todos modos creo que la mujer siempre tiene ventajas, pero pasa cierta edad se empeñan en cagarla, es decir, no son conscientes de que siguen con la sarten por el mango. Un buen ejemplo (aunque todavía discuto el final trágico) es la película "Revolutionary road"; vaya interpretación la de Winslet, bestial (para quienes como yo, creían que era solo una patata con buenos pechos); qué mujer recrea...
En fin, que el libro parece tentador y a tener en cuenta además, para hablar de la histeria masculina sería necesario una entrada aparte.
Saludos,
Damián
Gracias por vuestros comentarios. Entiendo, por cierto, que no es necesario responder al anónimo. El post dice lo que dice. Fin.
Vladimir, asumo tu posición, muy razonada, si bien es cierto que buena parte de los textos que aquí queremos aportar pueden considerarse críticas 'a posteriori': en contraposición a la reseña-sinopsis,lo cierto es que el presente post tiene como lector modelo aquellas personas que ya conozcan 'La ciudad feliz'. No obstante, no creo de ningún modo que aquí esté la clave del libro; más bien un rasgo bastante interesante para la crítica feminista presente en la narrativa breve de la autora.
Aparte, si mal no recuerdo (disculpad que no tenga el texto a mano ahora), Simmel dice algo parecido a lo que comentas en ese mismo ensayo cuando advierte que, en mayor o menor medida, el poder desmesurado del hombre tiene como contrapeso la capacidad de la mujer para 'decidir'.
Saludos,
Sería bueno aclarar que "La ciudad feliz" no trata del tema que se ha comentado en el post. Hay ese juego, señalado con mucha pertinecia por el autor de esta bitácora, pero las dos novelas cortas que componen el libro se centran en las relaciones familiares, en la inmigración y en la marginación. Vladimir, la clave con la que se enfocan esos temas no es solamente ni fundamentalmente el sadismo, y lo que el libro dedica a las relaciones de poder entre sexos son unas pocas páginas. Por otra parte, no creo que ningún libro, y tampoco éste, tenga una sola clave de lectura, que pueda además deducirse de una crítica sin leer el libro. En todo caso, lo que me parece cuanto menos curioso de esta discusión, y tal vez me estén saltando las alarmas feministas, es que resulta molesto que la autora invierta los papeles subvertidos. Que se ofrezca un texto donde en las relaciones de poder ganen, aunque sea mediante el sadismo, ellas. A este respecto, me pregunto si habría habido objeciones si Ibrahím hubiese hablado de Lolitas, o incluso si, llamando la atención sobre este mismo asunto tal como se ha planteado, hubiese sido un hombre el autor, y no una mujer.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices hasta la primera mitad de tu comentario, Liz. En mi post no hay "objecciones" ni hay nada que resulte "molesto". Qué va. Antes al contrario -insisto-, lo que subrayo ya desde el título es que Elvira, en esas pocas páginas, no solo perciba la psicología femenina (algo bastante obvio), sino la percepción masculina de esa misma mentalidad.
PD.: Estoy teniendo algunos problemas con la página de moderación de comentarios. Espero que no me haya saltado ninguno por validar.
No, no, Ibrahím, en ningún momento he querido decir que las objeciones estuvieran en tu post, sino en los comentarios que ha generado. En la reacción.
Saludos.
Hola, muy bueno el blog, al que acabo de llegar. Me ha gustado mucho la crítica, y sólo quisiera agregar que, como dice el primer anónimo (yo soy el anónimo dos, creo), si uno no lee "La ciudad feliz" no se pierde nada, entre otras cosas porque la obra es un autoplagio de "La ciudad en invierno", el primer libro de la autora, que sí estaba bien, y en el que el rasgo que observa Ibrahím de la inversión de las relaciones sexuales de dominación aparecía mejor ilustrado. "La ciudad feliz" son dos cuentos largos o nouvelles, y ninguno de los dos me pareció ni interesante ni bien escrito. Saludos.
Bueno, bueno, haya paz.
Todo lo que este Aónimo(uno)ha dicho es que, en base a lo que él entiende (equivocadamente o no) de la reseña de Ibrahim, ésta no le anima a leer el libro.
Por ejemplo, dice Ibrahim:
"Elvira Navarro no repara en autocensuras al presentar las relaciones adolescentes fatalmente desigualitarias, siempre a favor de ella(s)".
Pues bien, si es así, a ste Anonimo no le interesa esta novela, bien porque es una percepción de la realidad demasiado alejada de mi propia percepción; bien porque me parece falsamente transgresora (prefiero la nietzscheana "transvaloración inacabable "transvaloración de todos los valores" a lo que me parecen inocuas pseudotransgresiones).
Pero, a fin de cuentas, se trata de una cuestíón de gustos (o de estética kantiana, como querais)
La reseña dice lo que dice y punto. Y este comentario anónimo (soy demasiado perezoso para registrarme cada vez) dice lo que dice. Y punto también.
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