1. Noun. A person of intellectual or erudite tastes
2. Adjetive. Highly cultured or educated; “highbrow events such as the ballet or opera”; “a highbrowed literary critic”
Nerd
1. Noun. insignificant student who is ridiculed as being affected or studying excessively
Wordreference.com
En mi reseña para Quimera de Mutatis mutandis, advertí a propósito del texto de García Rodríguez su carácter de tour de force sobre lo que Montaigne denominó el vicio de «tener puesta la mirada en el ámbito en que uno ha nacido». Un clímax de la literatura no ya para escritores sino para hermeneutas. Siguiendo con esta idea comprobamos cómo la consciencia sobre el gusto del receptor modelo y el patente proceso de tribalización en los lectores han determinado la transformación del Campus Universitario y la consecuente investigación de su semiosfera en uno de los temas frecuentes en la literatura contemporánea. Algunos ejemplos de estas ficciones podemos encontrarlas en las obras de David Lodge, Foster Wallace (“Hacia el oeste...”), los cuentos de juventud de Pynchon, Juan Francisco Ferré (Providence), Bolaño (Amuleto, La parte de los críticos), El comienzo de la primavera de Pron, Alberto Olmos y su A bordo del naufragio, el personaje de David Kepesch de Philip Roth o David Lurie y Elizabeth Costello en Coetzee, Mutatis Mutandis... o ya en la gran pantalla, en cintas como París (Klapisch), Lugares comunes (Aristarain) o Los crímenes de Oxford (Álex de la Iglesia). Inscrita en esta misma fórmula garante de éxito entre la tribu de lectores compulsivos, Las teorías salvajes es un relato desacomplejada-deliberadamente highbrow, nerdy. En palabras del narrador: «Glosar la forma secreta del mundo requería una parafernalia muy especial y, en el caso de Augustus, de argumentaciones intrincadas, de hordas de subordinadas encolumnadas detrás de un Sujeto iluminado, cuya complejidad bordeaba, por momentos, la confusión. (¡Mi reino por una nota al pie sosteniendo —organizando— esos cristales!). Pero como quien aplaca a un brioso corcel.» Como en los ejemplos anteriormente mencionados, el homenaje al espacio hospitalario y feliz que puede llegar a ser la universidad acontece en una dicotomía moral también perceptible en algunas novelas de campus antes referidas: la reivindicación de la figura del empollón paralela a la huída del académico como individuo arruinado, alienado, que Oloixarac resuelve, entre otros mecanismos, mediante numerosos gags humorísticos. El cineasta Klapisch resumió genialmente esta dicotomía de Homo Academicus en el diálogo del film París:
—¿Te acuerdas de Vignard, en la facultad?
—¿El que te apreciaba tanto, el que te dirigió la tesis?
—No tengo ganas de acabar como él. Es horrible, se ha convertido en un viejo loco. Un chiflado que desvaría sobre cosas que no le interesan a nadie. Pienso que si sigo así, con mis cursos en la facultad, si paso el resto de mi vida en las bibliotecas, consultando archivos absurdos, estoy condenado a acabar como Vignard. Una rata. Una rata. Puedo parecer ingenuo, pero creo que los conocimientos están ligados a una amplitud de miras; a estar despierto. Cuando veo a Vignard tengo miedo. Me da miedo su obsesión por los detalles históricos, su lado maniático, obsesivo.
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Revisando las entradas de esta bitácora en las que apelamos a la sintonía entre moda y dialécticas de oposición en la literatura posmoderna, parece inevitable preguntarse por qué Las teorías salvajes constituye un texto de interés, cuando en primer lugar cabría pensarla como una enésima fotocopia del patrón. Hay en el libro de Pola relaciones entre profesores y sus alumnas, enigmáticos y siniestros investigadores cuya pista se pierde, postadolescentes onanistas hasta cierto punto acomplejados, versiones sofisticadas de la comedia universitaria blockbuster, teorías geniales conocidas solo por una elite privilegiada..., y sin embargo, Las teorías salvajes es un texto original. Hipótesis: ante el subgénero de la novela de campus el autor solo puede intervenir mediante la imitatio auctorum aristotélica, esto es, repetir unos patrones reconocibles y sumar variaciones definitorias de una poética personal. Como cualquier subgénero, la novela de campus se consume con cierta predisposición a recrearse en el lugar común; al reconocimiento antes que al conocimiento. Recientemente, conversando con Patricio Pron en una entrevista que aparecerá en los próximos días, preguntábamos al argentino por las similitudes entre algunos de sus cuentos y la narrativa de Bolaño. Su respuesta fue ésta: «La originalidad pretende ser un aspecto inmanente a los textos (y puede que lo sea realmente, ya que la crítica suele hacer énfasis en ese aspecto de mi trabajo), pero también es un concepto relativamente reciente (de finales del siglo XVIII) y, por lo tanto, carece de validez universal. Quizás una de nuestras tareas pendientes sea producir textos que lo invaliden o, al menos, muestren su carácter artificialmente construido. Allí hay un tema fascinante para la literatura futura.» Y en efecto, Las teorías salvajes ofrece una interesante respuesta al enigma. Ejemplo: piénsese en la segunda parte de la novela: como el escritor arcano Benno von Archimboldi de Bolaño, o el filósofo de Pron Hans-Jürgen Hollenbach, Oloixarac integra en su ficción a la figura de otro centrouropeo genial[1]: el antropólogo neerlandés Johan van Vliet, que viaja al corazón de las tinieblas para desarrollar su teoría de las Transmisiones Yoicas, «modelo para una antropología de la voluptuosidad y la guerra» («Millones de años huyendo, escapando, siendo el elemento inferior en el menú de las fieras, hacen de las armas la primera reivindicación humana contra el poderío de las bestias», escribe el autor ¿apócrifo?).
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Bonus track:
—Nada compite en asco con el capitalismo escénico desarrollado por las izquierdas para la comercialización de sus productos. Es una forma de banalidad común a las sociologías triunfantes: el silogismo práctico según el cual la verdad está necesariamente del lado de los perseguidos y de los pobres, sólo porque halaga al ideal democrático en vigencia y otra sarta de eufemismos que no pueden ser puestos en duda. Tener una izquierda triunfal en el ámbito de la cultura tiene consecuencias peores que simplemente malas películas. Vemos películas malas porque, como espectadores, nos condenador al lugar de etnólogos burgueses interesados en sí mismos; en un sí mismos hacia abajo. El relato de la víctima convertido en fábula, el clima siniestro que rodea las nociones de jerarquía y autoridad —nociones que resultan tan evidentes rechazar— encierra una fresca operación: ser víctimas nos releva de todo juicio moral o ético sobre nuestros propios actos. La violencia policíaca llega para borrar los actos, santificando automáticamente al bueno inapelable: la víctima. Así se pierde una guerra, pero se obtiene una victoria moral sobre bases filosóficamente carenciadas.
Pola Oloixarac, Las teorías salvajes, pp 207-208
[1] Cuando Fodder y Fischer abandonaron el continente negro llevaron consigo el diario de Van Vliet y la bitácora principal con los resultados del experimento. Para ellos, Van Vliet estaba cometiendo un suicidio académico. La otra posibilidad era que el profesor realmente creyera que los Fon no le dejarían escapatoria, o que el vapor del trópico hubiera terminado de enloquecerlo. En cualquier caso, ambos sabían que a Van Vliet nunca le habían gustado los fríos ambientes de Cambridge, donde se conocieron poco antes de que estallara la guerra y que era un hombre demasiado huraño para disfrutar de la compañía de sus pares; quizás era mejor así. Ellos completarían la teoría, la volverían legible a los ojos del mundo.
11 comentarios:
Los epítetos y leyendas de las epopeyas griegas.
Muy buenas. Sobre campus y novela, ese hartazgo parece que viene de lejos, al menos en el contexto británico. En el célebre (bueno, es un decir) decálogo sobre de qué temas no debe tratar la novela que aparece en el "Loro de Flaubert", Barnes ya dice que deberían pasar, por lo menos 10 años hasta que alguien escribiera otra novela ambientada en Cambridge u Oxford. De eso podría haber aprendido Marías (Todas las almas).Yo creo que tanto frenesí tiene una explicación clara: es donde viven los escritores. No salen mucho, los escritores, y claro, acaban escribiendo de lo que ven del curro a casa. En serio. Y por lo que se ve, parece que no le han hecho mucho caso a Barnes.
Interesante el bonus track, que me ha hecho recordar que hoy pasan Viridiana en la Filmoteca, quizás una de las críticas cinematográficas más feroz que se han hecho a esa postura izquierdista. Quizás.
Bueno, también está la novela Cuando Alice se subió a la mesa, de Jonathan Lethem, que presenta el mundo universitario como un ambiente hostil, distante, deshumanizado, en el que los profesores, en lugar de transmitir su conocimiento, compiten con el Premio Nobel en mente. Es un (breve) contrapunto al tipo de libro que mencionas. Muy buena la reseña: entran ganas de leer el libro.
Saludos, Ibrahim
mario
Reivindiquemos a nuestros profesores de párvulos!
Benditos anónimos bienhechores: gracias a todos por vuestras referencias, que ayudan a seguir cartografiando el género. En cuanto al anónimo 1 (o en cuanto a lo que Barnes dice), pienso que la novela de campus se parece bastante a leer un cómic de súperhéroes o ver un western: la originalidad puede llegar a ser más limitada que en otras obras en ciertos aspectos, y aún así creo que todos los autores que hemos mencionado difieren a su manera. También es importante, aunque se suela obviar, la idea de que los escritores "no salen". Creo que ya hablé de eso en mi comparativa Barth-Wallace publicada aquí hace algunas semanas: es detalle a tener en cuenta la nómina de escritores metaficcionales que ejercen como docentes universitarios, por tanto, familiarizados con el discurso académico.
Y sí, la idea de la novela de parvulario es el tour de force definitivo que todos esperamos.
Saludos a todos,
Faltaría más. Allí me enseñaron a leer.
A no comer plastilina.
A no hacerme pis en los pantalones.
Allí...
lo aprendí todo.
una novela de campus (en los márgenes del canon highbrow, pero muy desquiciada y divertida) es "La suerte de Jim", de Kingsley Amis, el padre de Martin Amis. Se publicó en 1953 y aquí se tradujo en 2007 (Destino). Por cierto, muy bueno "El mundo sin las personas.." de Patricio Pron, buenísimo. Leeremos a Oloixarac/ Caracciolo, polémica e interesante. un saludo
Ibrahím, sé que quizás me aparto algo del tema, pero partiendo de aquí me interesa como tema la extracción cultural (seguramente no es correcto decirlo así) del autor, la más alta o baja cuna –no se me ocurre victimizar al escritor sin estudios (que encontrará en su circunstancia su cifra forzosamente), quiero decir, el entorno que determina cuáles son sus superhéroes.
En ese sentido, llevo años con el recuerdo de un ensayo breve que yo atribuyo , creo que erróneamente a Pound (porque no lo localizo), sobre la variación de motivos en el poeta hundido progresivamente en la pobreza. Bueno, igual no procede.
Tu reflexión ha añadido bastante a mi lectura de Las teorías.
*en el parvulario me enseñaron la canción aquella de las gotas de lluvia (golpeándose la palma de la mano con un dedo), de lo que estoy infinitamente agradecido.
Gracias por la mención a Kingsley, Clément. Lo anotamos.
De veras es interesante el tema que comentas, Céline. Algunos libros para abundar en él los tienes en 'El Renacimiento italiano', de Burke, 'Sociología del arte', de Vincenç Furió, Robert Escarpit en 'Sociología de la literatura', Pierre Bourdieu, Sartre en 'Qué es la literatura', la biografía de Patrick French sobre Naipaul, 'La espada, el rayo y la pluma' de Carlos M. Gutiérrez sobre el siglo de oro español, las críticas biográficas de Kafka... Hay mucho material y alguno puede ser interesante.
Saludos,
Muy agradecido, me vienen francamente bien estas referencias. Voy a ir buscándolas enseguida, no lo dudes.
Buenas noches.
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