Admitamos que Cul-de-Sac es un texto que me ha intrigado a lo largo de muchas lecturas. Si de Los Muertos ya anunciamos que se trataba de una novela pensada para mantener atareada a la crítica, imposible de abordar en su totalidad en el espacio medio que las publicaciones impresas suelen dedicar al reseñismo, de tal modo que el exégeta solo puede intervenir desde la impotencia; el cuento de Mercedes Cebrián actúa entonces desde unas coordenadas totalmente opuestas a las de Carrión —aunque el crítico también siga trabajando aquí desde ese mismo estado de ánimo: la impotencia por enmudecimiento—, motivo por el cual abre cuestiones igualmente importantes para repensar el estatuto de la interpretación. Es decir, durante los últimos tiempos hemos comprobado como un opción sine qua non el hecho de que el autor esté obligado a trabajar con la conciencia de poder justificar todas y cada una de sus decisiones formales y estéticas (sirvan como ejemplo de este tipo de novela conceptualista las propias presentaciones de libros y las entrevistas a autores como proyección de lo que Eco refiere como intentio auctoris: el escritor siempre ha de estar preparado para autoglosar cualquier línea por él firmada); un método que en primera instancia podría servir como herramienta para acceder a la excelencia de la narración, pero que de ningún modo asegura su aceptación por parte del lector: el veredicto final siempre será una decisión totalmente arbitraria. En este sentido, los lectores de Cebrián saben que Cul-de-Sac ha huido de semejante estrategia, pues este sencillo relato sobre lo kitsch solo permite ser abordado desde el juicio estético kantiano. No arroja un conglomerado de pasatiempos ni referencias ni nodos por relacionar. No es un cuento para críticos Little Jack Horner. Simplemente: O (te) Mola o no (te) Mola. Y eso, en nuestros días, mola mucho.
jueves, 4 de marzo de 2010
Sobre 'Cul-de-Sac'
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4 comentarios:
Caramba.
Debo admitir que me gusta mucho el acabado cañí de esta entrada.
(Nos) Mola.
No entiendo lo de la estética (¿trascendental?) kantiana.
(A mí también me) mola
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