(O con el hecho de que todo esté conectado con Pynchon.)
O, parafraseando la teoría de Frigyes Karinthy, digamos, la percepción de que toda metáfora dista a un máximo de seis eslabones de separación de otra metáfora.
Raúl Quinto lo sabe bien.
«El análisis etimológico de la raíz griega de la palabra idioteca nos dice que idios significa uno mismo. Entonces una idioteca es una cárcel-museo de uno mismo. Es un espejo roto en mil pedazos recompuesto en la bóveda del cerebro.»
Prologado por un lúcido Alberto Santamaría, Idioteca (El Gaviero, 2010) interviene en esa dimensión del pensamiento basada en el trazado de pasadizos: el establecimiento de un orden dentro del caos que define a cualquier bulímico cultural. Ello, avalado por una prosa cuidada, manipulada como si de material radioactivo se tratase, y, cómo no, el tema de la autobiografía a partir de la clasificación de conocimientos y el gusto por el fragmento defendido por Barthes.
Con ciertos ecos de la semiología lúdica presente en la poesía de Javier Moreno, en este texto híbrido hay cabida para el correcaminos como animal mitológico, la relación entre el hieratismo en el arte y el jugador de póquer, el espejo que separa el concierto maldito de un Schumann neurótico —interesado en las teorías espiritistas de Allan Kardec, y cuya historia aparece resucitada por el iii Reich— y la literatura que envuelve el black metal noruego, o el ejercicio con que Johannes Itten sometía a sus alumnos para cuestionar las proximidades entre forma y contenido: tras pedirles que dibujaran un limón,«Por favor, introdúzcanlo en sus bocas. Saboreen, palpen con su lengua y sus encías, mastíquenlo. Y ahora díganme si realmente creen haber representado correctamente este limón.»
Idioteca está llamado a ser uno de los ¿ensayos? más suculentos del año.
Presten atención al pasaje que sigue:
«¿qué sucede si dos traceurs se encuentran frente a frente en su camino? Puede ocurrir, a mayor número de practicantes mayor riesgo de colisión. Ocurre, se encuentran, y saben que no pueden retroceder, jamás. Deben saltar o esquivarse, una decisión en apenas un instante. En ese punto consideremos que ambos resuelven igual el enigma, que no se esquivan sino que precipitan aún más su encuentro. Entonces un cuerpo atraviesa al otro, y penetra su sangre. Mezclarse una milésima de segundo como dos olas en un mar de carne líquida. Y después proseguir su fuga, pero sin ser ellos, ni ser otros, sino un doble cuerpo del mismo aliento, separándose como las ondas sísmicas se alejan simétricas del epicentro de un terremoto, en línea recta, adentrándose en los circuitos de la ciudad.»
Really Good Sh*t, ya saben.
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3 comentarios:
Maldita sea, ahora no puedo esperar. ¿No sabéis que hoy no se pueden comprar libros en Barcelona? Desconsiderados.
Tiene una pinta realmente suculenta.
1. Todo lo que usted siempre quiso saber sobre arte (estética) y nadie le explicó.
2. Todo lo que usted siempre quiso saber sobre poesía y nadie le explicó.
3. Todo lo que usted siempre quiso saber sobre literatura la güena y nadie le explicó.
Abrazos, Ibrah.
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