Lento vals, Robert Haasnoot, Lengua de Trapo. Madrid, 2009. 232 págs.
Lengua de Trapo lo dio a conocer en nuestro panorama editorial con Mar de delirio (2008), y allí el autor ya apuntalaba los rasgos de la narrativa que vendría a continuación, a saber: abundancia de pasajes místicos (piénsese en aquel personaje de Falkenier, distinguido —se dice— por los dones que Dios le ha concedido), escenarios marítimos o portuarios, localizaciones temporales no actuales, siempre mediadas por un telón de fondo salpicado por acontecimientos de orden político (la I Guerra Mundial entonces); y, lo más importante de todo, su absoluto hincapié en la recreación de un imaginario romántico, tenebroso y cohesionado, en donde percibíamos la búsqueda obsesiva de objetos y situaciones fetiche por parte de su autor. Es en el ejercicio del écfrasis, pues, donde hemos de encontrar el rasgo más interesante de la narrativa de Haasnoot. Lento vals confirma de este modo que nuestro autor sigue fundamentando el lirismo de su prosa en la inclinación hacia el atrezo y la experiencia de corte sensualista. Dan cuenta de ello la recreación de la siniestra y claustrofóbica taberna de Louis (véanse la humillación del borracho o de la niña), el desafío aceptado —y felizmente salvado— por el autor a la hora de pergeñar escenas eróticas (pp. 56, 187), o el interés por el ínfimo detalle histórico (v.br., «las Pastillas Purgantes de Parson»). Añádase a la presente cualidad de escenógrafo el hecho de que la última entrega de Haasnoot viene a confirmarlo como un contador de historias puro: ante la pregunta de si es posible seguir indagando en la exposición de los hechos típicamente decimonónica —Haasnoot recurre aquí a un narrador omnisciente más bien gélido, a ratos forense— , la obra del neerlandés dice sí con vehemencia.
Ubicada entre Países Bajos y Estados Unidos en el siglo xix, la acción de Lento vals inicia su andadura repartida entre los personajes del judío Lodewijk, caracterizado por sus habilidades para la negociación y la retórica, y Emma, la prostituta enamorada de Harm —uno de los constructores del buque encargado por los opositores a la opresión inglesa en Irlanda—. La desaparición de Harm y el enigma del submarino serán los temas que rijan una parte importante de Lento vals. Y en este sentido, Haasnoot no duda en hacer avanzar sus tramas mediante la diseminación abundante de historietas, cuya finalidad puede ser el adorno y la consecuente verosimilitud del relato (como el detenimiento sobre el carro de patatas que vuelca en la p. 36), la glosa psicológica de los personajes, la explicación de los barrocos árboles genealógicos o la peripecia atribuida a una pléyade de secundarios —más o menos confusos, sobre todo a tenor de la miscelánea de nombres neerlandeses, judíos, franceses y anglosajones— que van del depresivo cuñado de Lodewijk a Deirdre (representante brutal del antisemitismo), pasando por los cabecillas de los fenianos o comerciantes como Leopold Samson.
Lento Vals presenta como principal hándicap para el lector español el hecho de que la historia narrada —cuyo génesis debemos encontrarlo en la biografía de Lodewijk Pincoffs, personalidad especialmente relevante para el desarrollo de la ciudad de Róterdam—, permanezca al margen del horizonte de intereses que se le presupone. Es decir, lo interesante de este tipo de narración reside en la dificultad que plantea para ser concebida como un disfrute estrictamente intelectual. Digamos, si en nuestro tiempo podemos apuntar como posible alta cultura —o mejor: como conglomerado referencial, o como cultura distinguida o distanciada (John Fiske)— todas aquellas producciones fecundas a la hora de interactuar con el acto de lectura, a fin de desencadenar una tormenta de posibles metáforas y simbologías, entonces es inevitable la pregunta en torno a Haasnoot: ¿qué hacer con un escritor cuyo talento máximo reside en el lirismo de su construcción espacial?, ¿qué papel juega el lector predispuesto con una amplia voluntad participativa ante una novela que en sí misma es un parque temático, recreativo? La respuesta, cómo no, solo puede estar en la recepción.
4 comentarios:
Hola, Antonio, Soy seguidor del blog pero raramente comento. Tu reseña me ha recordado otro libro reciente de Lengua de trapo: Brummstein/ Machine, de Peter Adolphsen, porque también se aleja del "horizonte de intereses" del lector español. Pues bien, este libro me ha parecido alucinante, por lo que quizás me anime con Lento Vals, pues empiezo a sospechar que dicho horizonte de intereses no es muy interesante... ¿Qué otros libros recientes de Lengua de Trapo, traducciones o de autores españoles, recomendarías? Un saludo.
Hola, Sito,
Pues justo hoy he empezado el libro de Adolphsen; comentaré en su momento. De Lengua de Trapo tengo pendientes por leer 'Sonría a cámara', de Roberto Valencia, y el de Izzet Celasin, cuyo tema me interesa bastante. También escribiré sobre los dos. En el próximo Quimera (creo) aparece una reseña mía del último premio de ensayo LdT, sobre ciudades y modernidad. Aparte, ayer empecé con el libro de Pablo Gutiérrez, y también fue una extraña y grata sorpresa.
Eso sí, dadme tiempo...
Saludos,
La última pregunta, Ibrahim B: ¿por qué te interesa el libro de Celasin? ¿Comunismo turco? No suena muy apasionante que digamos. Me comentaron, no obstante, que es una magnífica novela. Tradicional, pero magnífica.
Turquía siempre me ha molado, claro. Y tampoco hay muchos autores traducidos para elegir.
Publicar un comentario