¿Es cierta la leyenda según la cual el Tercer Reich inventó las muñecas hinchables en plena II Guerra Mundial, a fin de evitar enfermedades venéreas entre los ejércitos y preservar la pureza de raza? Detrás de la dama del amor cortés —la Beatrice de Dante, la Dulcinea para el Quijote o la Lotte de Goethe—, ¿no se esconderá, tal vez, una «mujer florero» en la que proyectar las inquietudes del genio en su concepción romántica? («Como mostró Lacan y nos ha recordado recientemente Zizek [...] elevar la Mujer al estatuto de un ideal «imposible» no es más que una estrategia para esquivar el posible trauma del encuentro con la feminidad concreta», anota Germán Cano) ¿Será verdad que los hombres descubrieron América antes que el clítoris (y que además su descubridor, el profesor de Anatomía Gabriele Falopio, osó bautizar los conductos ováricos con su propio nombre en el siglo XVI)? ¿Sabía usted que el escritor checo Karel Capek, autor de las primeras obras de ciencia ficción» y aspirante a Nobel, fue quien empleó por primera vez la palabra robot en la obra de teatro R.U.R (1921)? ¿Por qué mientras Sayaka clamaba «¡¡¡Pechos fuera!!!», su compañero de serie de animación, Mazinger Z, no hacía lo propio al grito de «¡¡HUEVOS FUERA!!»?
Estas y otras agudas preguntas fueron formuladas a lo largo de unas jornadas organizadas por la Universidad Carlos III de Madrid en abril de 2008, ahora compiladas por Fernando Broncano y David H. de la Fuente, en lo que supone un interesante abordaje estético a la hora de repensar la identidad femenina. Como es sabido, un lugar común en la historia de la teoría feminista ha sido el espectáculo político-pugilístico a la caza y captura del enemigo: ahí tienen el feminismo radical de los sesenta y setenta y su denuncia a la subordinación de la izquierda, el «feminismo de la tercera ola», interesado en diversificar el movimiento social hacia las mujeres afroamericanas o lesbianas, o, más recientemente y en nuestro país, las protestas contra el «feminismo institucional» desarrolladas por Itziar Ziga. Ante este panorama, y desde la perspectiva de la teoría feminista, la propuesta que los antólogos en De Galata a Barbie ofrecen pasa por un jugoso intercambio pluridisciplinar de ideas (de la robótica a la filosofía, la historia del arte, la estética o la literatura), que huye de ese insondable enigma de la esfinge para la reivindicación de los derechos de la mujer: ¿quién es el (m/f)alo de la película?
Ya desde el título los editores avisan sobre la relevancia que la dimensión lúdica adquiere en la escritura de estos textos; lo que es igual, en buena parte de las ponencias presentadas descansa el desafío de trazar isotopías entre los elevados relatos míticos (o religiosos) y los parajes de chatarra y cableados característicos en el ciberpunk. De igual modo, el texto en su conjunto presenta un proceso de (de)gradación del gusto que parte de la Antigüedad clásica a la Ilustración, se introduce en la naturaleza de la relación entre lo humano y lo mecánico e indaga en las imágenes del autómata femenino y sus representaciones en distintas expresiones artísticas. Así, nuestro trayecto inicia su andadura con Pigmalión como «artífice idealista y desengañado del amor humano, que crea a la mujer perfecta y se impregna de ella» y la mujer-demonio en Lilith —a quien la interpretación del mito hebreo recogido en el Midrash le atribuye la expulsión del Paraíso por intentar ponerse encima de Adán durante la cópula—; prosigue en Donna Haraway como la gran madre de todas las ciborgs —responsable de la «relocalización de la mujer en el ámbito de lo dominado, junto a otros seres que también sufren la experiencia de la exclusión o el daño»— y acaba en los 30 centímetros de John Holmes y los siempre divertidos gadgets dispensados en el sex shop más cercano. Bienvenidos a este peep show de la erudición.
2 comentarios:
Gracias por un review tan completo y genial. Al respecto te queria preguntar si en el libro se incluyen algunas referencias a los mitos femeninos "locales" o por el contrario se centra en la cultural popular global.
De nuevo gracias, en un verdadero placer leerte.
-Antonio.
Sí, si por mitos locales entendemos los mitos de la Antigüedad: como digo, es un sabio tránsito de Ovidio hasta Donna Haraway.
Gracias por la lectura,
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