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lunes, 12 de octubre de 2009

Cervantes, la traición, la adicción, el libertinaje dieciochesco y el caos como piedra angular de la condición humana

Entrevistado por Paula Corroto (‘Público’) en el reciente Hay Festival, decía Howard Jacobson a propósito de su novela ‘Un acto de amor’: “Con este juego pretendía tratar también la crisis de la masculinidad. Los hombres se muestran cada vez más inseguros sobre su papel. Uno de los deseos del hombre es saber que su mujer le es infiel, lo que pasa es que esto es un tabú porque ninguno lo dice”. Por supuesto, las palabras del escritor británico juegan con la consuetudinaria forma de hacer creer al espectador que el asunto que rige su obra es algo de emergente interés. Para el caso, ‘Un acto de amor’ gira en torno a un marido que ha buscado un amante para su mujer: “Él sufre con la infidelidad, pero a la vez, imaginarse como un cornudo, es la fuente de su mayor placer”, explica el artículo. De modo que esa acuciante "crisis de la masculinidad" de la que Jacobson habla remite nada menos que al metarrelato de 'El Quijote' titulado 'El Curioso impertinente' (cáp. XXXIII – XXXV). Así que pongámonos el disfraz de Indiana Jones a la busca de arqueologías hipotextuales, y repasamos:

a) Anselmo y Lotario, habitantes de la Toscana, son unos colegas de-pu-ta-ma-dre: podemos imaginarnos a Lenny y Carl pasando el sábado noche en el bar de Moe veneciano, etcétera. Hasta que Anselmo se casa y la situación cambia: “no se han de visitar ni continuar las casas de los amigos casados de la misma manera que cuando eran solteros; por que aunque la buena y verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto, es tan delicada la honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mesmos hermanos, cuando más de los amigos.”

b) Con mucha puntería advierte Cervantes las fallas conversacionales que caracterizan las relaciones amorosas: “También decía Lotario que tenían necesidad los casados de tener cada uno algún amigo que le advirtiese de los descuidos que su proceder hiciese, porque suele acontecer que con el mucho amor que el marido a la mujer tiene, o no le advierte o no le dice, por no enojalla, que haga o deje de hacer algunas cosas, que el hacellas o no, le sería de honra o de vituperio; de lo cual, siendo del amigo advertido, fácilmente pondría remedio en todo.”

c) Nótese el estado de conflicto como consustancial al ser humano, o como poco sintomático de un adecuado bombeo sanguíneo; y al revés, el orden y la prosperidad —la quimera, Ítaca— como sinónimo de aburrimiento. Cervantes queda emparentado ya en el siglo XVII con los retratistas de los excesos del libertinaje dieciochesco (Choderlos de Laclos, Sade, Benjamin Constant) y con aquellos otros de la traición en la época contemporánea: coquetear con los límites alcanza a ser la máxima expresión de la existencia, porque de la habilidad que cada cual posea depende desintegrarse o no. Aplicado en el ‘curioso impertinente’, ¿por qué si no iba Anselmo a provocar la tragedia y vorágine de mentiras y suposiciones (él piensa que nosotros pensamos que él piensa…) que implica esta ficción?: “te hago saber, amigo Lotario, que el deseo que me fatiga es pensar si Camila, mi esposa, [es tan] buena y tan perfecta como yo pienso, y no puedo enterarme en esta verdad, si no es probándola de manera que la prueba manifiesta los quilates de su bondad, como el fuego muestra los del oro […] Y muéveme a fiar de ti esta tan ardua empresa, elver que si de ti es vencida Camila, no ha de llegar el vencimiento a todo trance y rigor, sino a sólo a tener por hecho lo que se ha de hacer, por buen respeto, y así, no quedaré yo ofendido más de con el deseo, y mi injuria quedará escondida en la virtud de tu silencio”. Y el buen Lotario, pragmático, calculador de los costes de oportunidad que la misión encargada implica, replica: “puesto que salgas con ella como deseas, no has de quedar ni más ufano, ni más rico, ni más honrado que estás ahora; y si no sales, te has de ver en la mayor miseria que imaginarse pueda, porque no te ha de aprovechar pensar entonces que no sabe nadie la desgracia que te ha sucedido, porque bastará para afligirte y deshacerte que la sepas tú mesmo.” Dilema ético: ¿cuánta verdad necesita el individuo?, seguido del derrumbe del castillo de naipes, o el lugar común sobre lo imprevisible del ritual del romance: “[Lotario] mil veces quiso ausentarse de la ciudad e irse donde jamás Anselmo le viese a él, ni él viese a Camila; mas ya le hacía impedimento y detenía el gusto que hallaba en mirararla”.

*

Corolario: Traición (a alguien) y adicción (a algo, a alguien) constituyen dos experiencias hipercognitivas: ambos arquetipos pulverizan la calma como punto de partida e irrumpen en lo que saben que es un laberinto con la intención de huir sin provocar ningún tipo de daño colateral, y examinar sus propias capacidades de supervivencia, así como la verdadera importancia que el otro te atribuye: ¿Hasta cuándo descubrirán mis continuas huidas al W.C.? ¿Hasta cuándo resistirá mi soslayo hacia él/ ella? ¿Será tan amigo como para dejarme XX € a fin de consumir mi dosis?, ¿y si no, qué hará para evitarlo? Si acepta la ruptura del contrato, ¿se debe a que él/ ella también lo ha roto, a un racionalismo incómodo, o a la nula significación que me atribuye? Y si no, ¿lo perdonará?, etcétera.

3 comentarios:

Luna Miguel dijo...

Y luego el puti Dulcinea de la autovía de Andalucía.

camaradeniebla dijo...

¡rodrigo es de El Toboso¡
:-p

Paula dijo...

Lorito, lorito!