Edward Said denunciaba en su Orientalismo que Oriente sirvió a Europa, en parte, para definir su
experiencia y personalidad por oposición: «Oriente no es puramente imaginario.
Oriente es una parte integrante de la civilización y de la cultural material
europea.» Aunque, en verdad, este mismo argumento puede ser utilizado con
resultados positivos. Lo que es igual: cuando el espectador se asoma a
tradiciones culturales que le son ajenas, aprende del Otro tanto como de sí
mismo. Y he aquí la incógnita principal que despierta en el lector español la
aparición de X, que obliga a
preguntarse cómo leer una novela —llamémosla así— post-racial, que en verdad parodia toda una tradición literaria
(inédita en nuestro país) sobre la experiencia de ser negro en EE.UU., que a su
vez es una crítica sobre lo que el caucásico, a ambos lados del Atlántico, espera
de un autor afroamericano como Percival Everett.
Thelonius Ellison, el narrador
protagonista de X, es, al igual que
Everett, escritor y profesor universitario. Mientras escribe una novela
fragmentaria, Ellison, además, narra sus enemistades con ciertos sectores
académicos; se burla de los autores experimentales que sobreviven a los años
sesenta publicitándose los unos a los otros, y admite el odio que él mismo genera
en la Sociedad de Estudios del Nouveau Roman. «Por un par de razones: una,
porque hacía dos años que había publicado una novela realista con la que había
cosechado cierto éxito; y dos, porque en las entrevistas que me hacían en
prensa o radio no me callaba la opinión que su obra me merecía.» Hasta tal
punto es así que llega a recibir amenazas de muerte del tipo «te mataré, palurdo mimético».
Agotado de su situación laboral
y de la recepción que su obra ha merecido, Ellison se lanza entonces a la
escritura de un libro que él mismo aborrecerá. Bajo el título de Porculo, Stagg R. Leigh, seudónimo de
Ellison, narra en primera persona —y con una dudosa ortografía— la peripecia en
el gueto de Van Go Jenkins, cuya única dedicación parece ser la de hacer hijos.
Van Go Jenkins es la clase de persona que sueña con islas, «todo lleno de tías
buenas, las zorras, qué culo, y no llevan nada, solo unas tiritas a media teta.
Pienso en lo buenas que están, las guarras, y en que mas las voy a tirar a
todas». Falsamente, recurriendo al máximo posible de prejuicios, Porculo habría de albergar el germen y
la verdadera historia de la experiencia negra en América. Y así, tras las
gestiones pertinentes del agente de Ellison, Porculo se convierte en la novela que más dinero reportará a su
autor, si bien Ellison no puede sino avergonzarse por ello.
Porculo, que se
extiende aproximadamente sobre una cuarta parte de X, posiblemente sea la sección más divertida del libro, lo cual
pasa por el gran mérito de Everett, a saber, forzar a sus lectores a
experimentar un placer culpable, una diversión que se obtiene de un relato
atroz completamente inverosímil, basado de un personaje descabellado y maligno que
resiste en un escenario de videoclip de gangsta rap. Con todo, Porculo pasa a ser un éxito de la
crítica, avalado por cabeceras como el New
York Times, que llega a decir: «Se parece más a las noticias de la noche.
El gueto vive entre estas páginas; en ellas, el autor nos permite vislumbrar la
experiencia de la calle, y por ello debemos estarle inmensamente agradecidos.» Caucásicos
que gritan a los negros: «¡Dadnos Porculo!»,
se convierte, entonces, en el desasosegante corolario post-racial con que
Everett nos complace.
2 comentarios:
Un puto calvario. Decírmelo a mí.
No me hice la idea de lo que representa ser negro hasta que recientemente he compartido piso con una dominicana, no hay falso romaticismo, son muy conscientes, y no imaginamos lo que hacen por parecerse e integrarse. En España no existe un numeroso grupo de color, quizá eso les hace más débiles. Aunque esté de su parte, no puedo imaginar que sienten, voy aprendiendo poco a poco.
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