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jueves, 13 de agosto de 2009

Yo soy mi peor enemigo (Elogio a 'Ágape')


Ágape se paga: Como pinturas negras, imposible no temblar ante la amargura de este Gaddis póstumo – Elitismo narrativo que culmina un proyecto pensado para hacer tambalear cimientos. ¿Pero de quién? Escritura para escritores, eso es – Por ende, su oscuridad delata la apisonadora que de un manotazo fulmina al impertinente Lector Medio®, esa pesadilla zombie: Gaddis connota misantropía, dolor, hacia cualquier estrato intelectual inferior al suyo, y nosotros amamos a Gaddis (somos miles y ellos son millones): Imposible no afligirse cuando admitimos su capitalismo humano. Otro conato de ilustración que deviene ausencia de entendimiento. Excesiva la distancia que media entre su benevolencia apenas eugenésica y aquellos otros candidatos a alumnos de su obra. La hipnosis de su ritmo. Sin relámpagos. Exquisitamente ajeno a los rayos catódicos. ¿y a todo esto su libro de qué trata, señor Joyce? No es que trate de algo, señora, es que es algo. Ficciones orgánicas, de eso se trata. Y Jordi Doce: “Ese instante fatal en que un escritor se convierte en negro de sí mismo” (Poética y poesía), pero peor es aún ese instante fatal en que un escritor se convierte en su propio y peor enemigo. Mirar atrás, descifrar el momento en que el vuelo alcanzó su mayor altura. Asumirlo, ser honesto. O: Culpabilidad, la metástasis del escritor moderno. Previsible que Franzen se refiriera a él como a un ser querido con Alzheimer. A menos que seas un buen amigo, es mejor no ver a alguien sufriendo de ese modo. Leer su “yo que podía hacer más” implica entenderlo todo de golpe, un aleph del cual emergen todas las obras:
“digo yo que es nuestro deber edificar a las masas, que es nuestra vocación edificar al género humano, incluidos aquellos a los que uno cree que podrá enseñar sin saber nada, ya que los artistas y poetas enseñan de un modo inconsciente, esa literatura, esa música, esa pintura todas las artes no son más que un batiburrillo de estupideces y falsedades si las masas no las respaldan porque dónde está a ver sí, sí, aquí mismo. “Tal vez no entienden y no quieren entender nuestro lenguaje literario porque no se amolda a ellos y porque están en proceso de inventar su propia literatura”, escribió Tolstói, hemos de escribir lo que quieren o no escribir en absoluto, “somos miles y ellos son millones”, escrie Tolstói, obedecer la ley de la mayoría hablar de la tiranía de la mayoría mira tú ahí está Ezra Pound resuelto a ensanchar el abismo hasta el punto de que el artista serio permite que los valores de su público conformen su propia visión de las cosas, miente, no podrá decir que Tolstói no iba en serio, ¿o sí que puede?, ni que nuestro lenguaje literario no se amolde a ese rebaño común de millones de personas al azar que andan por ahí sueltas a lo mejor resulta que sí que inventan el suyo, ¿has ido últimamente al cine? ¿Has escuchado las letras, incluso las de las canciones? Tío o sea ya menterao soplapollas de mierda chúpame el rabo joputa cada cual es su propio artista en esta democracia de las artes en línea con Walt Whitman y su canto este cuerpo eléctrico ¿no es así? Un clásico norteamericano como Hojas de hierba dice que el mérito del poeta viene determinado por la multitud Dios del cielo, escribe lo que quieren y terminarás con un Premio Pulitzer que no te dejará a sol ni a sombra hasta que dé con tus huesos en la tumba. A lo mejor ganó la Medalla de Honor la Cruz de George e incluso el Nobel pero una vez estigmatizado con el sello definitivo de la mediocridad en su necrológica se dirá Novelista galardonado con el Pulitzer muere a la edad que sea porque no es el ganador lo que se publicita ni mucho menos. No, es toda esta plaga de premios donde quiera que uno mire, son los que dotan los premios los que se promocionan solos, los que tratan de rescatar su profesión, completamente desacreditada, del periodismo. “La prensa es una escuela que sirve para convertir a los hombres en bestias”, escribe Flaubert a George Sand, “porque les alivia de la tarea de pensar”. ¿Los premiados? No son más que aderezos, caricatos, periodistas, deportivos, entendidos de la política, fotos en primera plana y cuanta más sangre mejor si en ese instante de fama queda envuelto el pescado de mañana, Dios del cielo, ¿cuántos Premios Pulitzer andan por ahí sueltos?”

“Vejez que marchita la arrogante juventud y peor aún, las obras de la juventud arrogante y el libro que escribí entonces, mi primer libro, se ha tornado mi enemigo, o Dio, odium, la rabia y la energía y la ilimitada excitación la única realidad en la que la obra que se ha tornado mi enemigo acaba de una vez y el único refugio de la alucinación que lo es todo ahí fuera es el mayor el que te transforma Dios del cielo Pózdnyshev […] Ésa era Juventud con su intrépida exuberancia cuando todo lo que se dice todo era posible perseguida por Vejez donde estás ahora, mirando atrás a lo que destruimos, a lo que arrancamos del yo que podía hacer más, y su obra que se ha tornado mi enemigo porque de eso es de lo que puedo hablarte, de esa Juventud capaz de todo.”

1 comentario:

Paula dijo...

Cuanta más inteligencia, más estupidez.

Tienes que expresar siempre y exclusivamente tu conocimiento, tu "dominio de la materia".

Tienes que saber, no puedes no saber o saber más o menos, no puedes indicar, ni siquiera con un gesto, con un guiño, que tu conocimiento esta lleno de lagunas y es muy aproximado...

Crítico, "gran lector", erudito, enterado, pero también cansado, atareado, hastiado, quemado.

Crítica profunda y superficial, excelente y chapucera.

El exceso de la riqueza de tu lenguaje conduce al cansancio de la atención, de manera que esta creciente precisión va acompañada de una creciente distracción. Resultado: en lugar de un creciente entendimiento, un creciente malentendido.

La estupidez crece junto a la razón y cuanto mayor sea la razón, mayor también la estupidez. Resultado: menos posibilidades de dominarla.

Te espanta la inmadurez, intentas fulminarla con tu retórica de feria. Pero si te repugna es porque la llevas dentro. Te apresuras a aferrarte a una forma y a exhibirla “mirar, mirar, al menos no soy como esos” o “si alguien critica mi forma es porque me tienen envidia, porque me ven seguro en esta cima ¡Ya les gustaría estar donde estoy yo, degustando grandes obras (el club del gourmet) y rodeándome con personas afines a mi intereses ¡nada, nada! Que se revuelquen en su inmadurez y que aprendan que aquí no llega cualquiera”

Lector medio, lector zombie ¿pero a qué lector te diriges tú? ¿Qué lector para que saboree tu riqueza crítica? Hombre que te postras ante las obras y no ante el humano. Hombre que se deja dominar por la cultura y no viceversa. Hombre débil que se fascina por el lenguaje de los “poderosos”, el “he tío, no me vengas con mierdas” o “no te ralles chaval”.

Esnobismo, pose, tontería. Friki de nivel 10.

Excelente representación del crítico, ese “cantamañanas que solo escribe para unos cuantos”.

“Nosotros amamos a Gaddis” Vanilocuencia, soberanía del crítico. Como las garrapatas que se alimentan de los artistas. “Nosotros” ¿Quiénes? ¿La tropa de los intelectuales? ¿De los maduros, de los formados? Y es que la inmadurez del hombre corriente os roe por dentro “no queremos vivir engañados, nunca nos postraremos ante la vulgaridad y a todo aquel que quiera rebajarnos de nuestro ficticio trono le morderemos con nuestra postura, que es la correcta. Somos los privilegiados, los que el tiempo ha sabido poner en su sitio o sabrá poner en su sitio. Vamos por el buen camino. No hay problema. El problema lo tienen otros, que se aproximan a nuestra pureza y quieren contaminarla. Me aburre ver cómo se esfuerzan por bajarme del trono. Nosotros, rostros rígidos que miramos a Occidente, nosotros…”. Todo un lenguaje de corte inmaduro, infantil e ingenuo. (Y se demostrará en la censura de este comentario y es que no nos puedes evitar porque estamos dentro de ti, somos la basura que deshechas. Si es que se os huele, tenéis que hacer poses hasta en los comentarios –vease Raúl, Luna Miguel, Público, etc. hule demasiado vuestra verdad, vuestra pulcritud).

¿Qué tendría que hacer un hombre corriente cuando se topa con un hombre de “ciencia”?¿Y cuando el “científico” le asedia con su saber concentrado?¿Que medios de defensa le quedan a un hombre corriente? Pues un golpe –con el puño o con el pie-. Eso es “situar a alguien en su persona” o “reducirlo a su persona”.


Concluyo:

Cuanta más inteligencia, más estupidez.