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viernes, 30 de octubre de 2009

La lección Simmel – Wood – Nocilla Lab: el escritor como ‘diseñador’ de literatura

Hay algo tan sublime como políticamente subversivo en los exégetas de la literatura Afterpop (yo mismo, en pasados artículos, puedo incluirme en el siguiente enunciado): al contrario que la sociedad de consumo con la que dialogan, atribuyen contenido a un significante vacío como pueda ser la moda. Me explico. Partiendo de las tesis de Simmel, el catedrático de semiótica Jorge Lozano glosa el funcionamiento de la moda mediante su propiedad para presentarse “con aire de cosa que va a ser eterna, lo que no contradice su principio fundamental, a la moda ciertamente lo que le importa es variar”, un postulado de primer orden para comprender el lado hipertrófico de la modernidad aún presente en nuestro tiempo (Baudelaire): “Desde hace más de un siglo el capitalismo está desgarrado por una crisis cultural profunda, abierta, que podemos resumir con una palabra, modernismo, esa nueva lógica artística a base de ruptura y discontinuidades, que se basa en la negación de la tradición, en el culto a la novedad y al cambio" (Lipovetsky). Lozano habla de “novedad inmotivada", y remata con un corolario fulminante: “Si la modernidad es un código, afirmaba Baudrillard, la moda es su emblema.” Luego, parece absurdo pretender la transcendencia en literatura hoy. Precisamente hoy. Moda y muerte corren paralelas, decía Leopardi. Y pienso cómo sobre Fernández Mallo hubo quien celebró su obra porque la fragmentariedad posmoderna solo admite una literatura fragmentaria. ¿Y qué abre Nocilla Lab? Un monólogo en un solo párrafo sin puntos que dura 80 páginas —aunque por supuesto el monólogo sea fragmentario a la manera de ‘Zona’, Mathias Enard, o, ‘Asuntos propios’, de Morella—. Nocilla Lab funciona precisamente porque asume el capricho de la moda y desecha parcialmente la estructura de Experience y Dream. Si no, ¿por qué referir los números con números en lugar de con su clásico significante en literatura (uno, dos, tres...)? Novedad inmotivada: lo que importa es variar, decíamos. James Wood escribe en 2001—un año antes de que La broma infinita se tradujera al español— el interesantísimo texto que lleva por título Human. All too human, ensayo a propósito de White Teeth (Zadie Smith), en donde emplea para criticarlos exactamente los mismos argumentos con los que la corriente de autores por él referida como realismo histérico o maximalismo (DeLillo, Safran Foer, Salman Rushdie, Foster Wallace, Pynchon...) justifica su trabajo: Storytelling, sociedad en red, etcétera... Mi relación con el artículo de Wood es ambigua, porque lo que el crítico británico en verdad está denunciando no es más que el agotamiento de una fórmula. Ningún lector aguanta la lectura continuada de ese subgénero que es el realismo histérico, de igual modo que Wallace reventó en "Hacia el oeste..." todas las teorías de la mutación epistemológica posmoderna y el lenguaje como problema que motivaron las metaficciones de Coover, Nabokov, Gass, y, desde luego, Barth, entre finales de los sesenta y principios de los 70. España, con su consuetudinario retraso, tendrá que aceptar tarde o temprano las tesis de Wood. El escritor como sujeto creativo al que se le obliga renovar su fondo de armario cada temporada.

6 comentarios:

El Miope Muñoz dijo...

Absolutamente de acuerdo Ibrah. Te he visto lúcido.

carlos maiques dijo...

Recuerdo un momento de un documental sobre Ali Farka Touré, en el que iba diciendo, sobre una barcaza surcando el Níger algo sobre las olas "...una da, otra quita, así es la vida; no te puedes quedar en medio. Salvo cuando llega "el día", y entonces ya está." Uno de los pasajeros de la embarcación miraba absorto la estela y el significado de esas palabras.

Eso le sucede a cualquiera, no sólo a un escritor, "sujeto creativo al que se le obliga renovar su fondo de armario cada temporada." Una correcta definición de lo que es "fondo de armario" y "temporada", aclararían más que actualizar "renovación" en el tianguis literario.

Sobre este aspecto, no es el que más me llama la atención: "¿por qué referir los números con números en lugar de con su clásico significante en literatura (uno, dos, tres...)? " No entiendo -creo que ya te lo comenté,el uso que hace de los corchetes como paréntesis. Me parece una elección para renovar la textura visual del párrafo, no sé (no creo) si es para indicar que incluso un paréntesis, también, está fuera del párrafo [que leemos]*, no de los conceptos ni del contexto de lectura del mismo.

(*)Algo así.

A despiezarlo más tarde, tengo que irme por ahora. Un saludo.

Vicente Luis Mora dijo...

En mi caso, cuando hablé del escritor como artista que "diseña" sus libros en mi artículo de 2008 para Hofstra Hispanic Review, en ningún momento hacía referencia al sentido que ese término tiene en la moda, sino en el diseño gráfico, que es algo muy distinto -y más aproximado a la realidad de las cosas, porque Circular, Nocilla Lab, Aire nuestro o los libros experimentales de Carrión están realmente diseñados con ayuda del ordenador y, en el último caso, con ayuda de diseñadores gráficos, del mismo modo que lo está con esa ayuda mi próxima novela-. Respecto a lo de la renovación de fondo de armario, va según autores, pero ya sabes que coincido punto por punto con esa necesidad. los autores que siemrpe "escriben el mismo libro" suelen interesarme muy poco: leo la primera versión que hacen con veintipocos años de su "libro" y la última que publican en vida. Lo que hay en medio suele ser poco interesante. Saludos.

Luna Miguel dijo...

Si es que hay que ir a La Vieja Factoría, eso nunca pasa de moda,
ya lo decía Simmel.

Libros Gratis dijo...

Totalmente de acuerdo con lo que expresas, más claro, imposible.

Juan S. Ivars dijo...

Yo le quiero pedir que cambie el color de fondo de este blog, porque es prácticamente imposible para mis agotados ojos de oficinista seguir el texto sin dolor.