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jueves, 12 de febrero de 2009

About Disloyalty

Qué es la infidelidad si no una trampa del lenguaje, se pregunta Pleonasmo.

Y luego, lo más importante – descender al alcantarillado en busca de exégesis: ¿Qué significa ser fiel?: Adhesión doctrinal a un ideario (sinónimo fuerte: totalitarismo); negar la esquizofrenia por la experiencia que habita el mercado postindustrial – negar la seducción de acceder al mayor número posible de prosopon o subculturas —bien a través de una trade mark, bien a través de un individuo—: ¿Herencia cristianísima?, ¿dice?

No dista mucho a la postre el gesto de alternar unos shorts deportivos y traje de pingüino, a ese otro de permutar compañías sexuales. Admitámoslo.

Aún hoy sorprende que – ningún artefacto con una onda expansiva tan amplia como la infidelidad para detonar relaciones.

Sintomatología de la infidelidad: disolución de la conciencia sobre el valor que cada uno contiene/ merece – devenir horrible autocrítico (pésima autoevaluación); perder el Norte – indagar en las causas del, glup, ¿engaño?, como si la violación del pacto marital contuviera el repudio y el descenso a una segunda división humana: Nada más lejos de la realidad.

¿Habré perdido mi atractivo?, se pregunta quien actúa en desventaja. ¿Acaso no soy ya lo suficientemente interesante?

La peor de todas: ¿Qué habré hecho mal?

Trampas del lenguaje, decíamos.

El sujeto engañado no soporta la idea de la asimetría; sufre la misma incertidumbre que quien regresa al mercado sexual tras un largo lapso flotando en el limbo de la estabilidad: mientras encuentra su alter ego, asiste a un tiempo que incrementa su velocidad con el ojo del Gran Hermano vigilando, esa evaluación continua de status – para el caso, el sujeto engañado regresa a la jungla de asfalto a la busca de una segunda o tercera o... compañía de juegos, de modo que la ventaja ofertada por el maridaje

desaparece.

De modo que será entonces, y solo entonces, cuando quepa preguntarse si entendemos las relaciones a larga distancia en el tiempo como trinchera al más arduo de los exámenes sociales, o como signo de auténtica trascendencia, sopesa Pleonasmo.

1 comentario:

Walther Tharse dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.