a) él o ella piensa que yo pienso que él o ella piensa que yo pienso que él o ella piensa que… (Hipo(¡hip!)texto)
Me parece magnífico tu razonamiento, el modo en que mides las distancias, los centímetros precisos de piel que me dejas ver para transmitir, exactamente y al mismo tiempo, dos discursos que parecen contradictorios: 1) no te necesito, no necesito a los hombres ni estoy necesitada de sexo, pero 2) no te vayas. 1) No eres imprescindible, pero 2) me atraes. 1) Puedo vivir sin sexo, pero 2) quiero seducir y sentirme seducida.
VLM, ‘Circular 07’
Así pues, la ambivalencia significa tres cosas distintas, según su génesis y la profundidad en la cual se desempeñe:
1. “Te quiero, pero tengo miedo de ser castigado por ese cariño” (Amor-temor).
2. “Te odio porque no se me permite amarte, pero tengo miedo de expresar ese odio” (Odio-temor).
3. “No sé si te quiero o te odio” (Amor-odio)
WR, ‘Análisis del carácter’
b) Haciendo enemigos. Pieza hiperbólica para entender el post titulado ‘En torno a la seducción II’: La novela (o la comunicación vis-à-vis sin elemento de arbitrio) como proclive al masoquismo y al “avatar PUPAS”, a su vez proclive a ser interpretado por los códigos normadores de la intelligentsia como estado superior del alma (¡!)
Rasgos típicos del carácter masoquista son los siguientes: subjetivamente, una sensación crónica de sufrimiento, que aparece objetivamente como una tendencia a lamentarse; tendencias crónicas a dañarse a sí mismo y al automenosprecio (“masoquismo moral”), y una compulsión a torturar a los demás, que hace sufrir al paciente no menos que al objeto. Todos los caracteres masoquistas muestran una conducta específicamente torpe, de escaso tacto en sus modales y en su relación con los demás, a menudo tan acentuada hasta dar la impresión de una deficiencia mental.
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∞) o A.2): Más sobre ‘él o ella piensa que yo pienso que él o ella piensa…’ este mes en Quimera: reseña de ‘Cécile’, de Bejamin Constant. No se lo pierdan.