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sábado, 30 de mayo de 2009

El hombre del traje gris: 'Like your work love your wife' (Novum)

Sloan Wilson, en Berliner Haus*

*Teniendo en cuenta los propósito de Wilson en la novela referida, aprovecho la ocasión para publicitar la última portada de la revista alemana de diseño gráfico titulada Novum; una consigna del Ibrahinismo y adagio terriblemente significativo del espíritu workaholic por el super-yó hipertrofiado que define nuestro tiempo. Sencillamente estremecedora.

jueves, 28 de mayo de 2009

El capitalismo, o la lógica financiera de la modernidad avanzada

Es bien sabido que la descripción más inmediata a propósito de la incómoda noción de posmodernidad pasa por citar el más conocido título de Jameson, es decir «la lógica cultural del capitalismo avanzado.» Consideremos entonces la validez que cabría atribuir a la inversión de términos en el enunciado: definir el capitalismo como la (mera) lógica financiera de un proyecto cultural que viene gestándose —fundamentalmente— desde los orígenes de la Modernidad, según podemos comprobar al revisar una serie de teóricos políticos clásicos, cuya lista puede dilatarse interminablemente si además procedemos a desarticular sus versiones literarias, canónicas o no. De la separación del individuo público y privado en Maquiavelo a la teoría de la enemistad como acicate a la evolución de la sociedad en Hobbes («Y si, por tanto, dos hombres desean una misma cosa que no puede ser objeto de disfrute para ambos, se convierten en enemigos»), pasando por el super-yó de Freud como invisible —y por tanto, perfecto— desarrollo de la arquitectura (penitenciaria) panóptica por Bentham propuesta, la pulsión —a priori— inexplicable del individuo moderno en su posicionamiento para con el resto de la masa (Bauman y Schmitt), y por supuesto, el espíritu del protestantismo investigado a cuenta de Weber como referentes más destacados a una cultura que estimula el permanente estado de alarma, lo primero que pasa por nuestras mentes al barajar esta teoría es la conspiración: una radiografía social más o menos marxista que sufre alucinaciones, y allá donde mira halla estímulos inconscientes de la mencionada ideología dominante, si bien se erige como razonable a la hora de explicar las continuas mutaciones de aquélla, y su perpetuación irrefrenable. Siguiendo con lo anterior, se me ocurre también que tal vez vaya siendo hora de dotar de un contenido de rigor, más allá de la estridencia del significante, a la lápida de Alain Minc según la cual: «El capitalismo no puede venirse abajo, es el estado natural de la sociedad. La democracia no es el estado natural de la sociedad. El mercado sí», pues las cinco características arriba mentadas aparecen en mayor o menor medida en los conatos de destrucción del liberalismo: la dinámica pendular de las corrientes intelectuales —críticas izquierdistas o críticas, a secas— desde el siglo pasado o incluso también el altermundialismo parecen hallar exégesis, desde un punto de vista antropológico, en una vía para construir una identidad y el consecuente posicionamiento dentro de la masa («Ser de izquierdas, entre su gente, se había convertido en un ritual estético.», Belén Gopegui [¡!] en La conquista del aire), o el workaholism —predominio del espacio público y encadenamiento al super-yó materializados en la costumbre de producción y consumo desaforados de capital (cultural)— interpretado como seña identitaria del humanista contemporáneo, dan cuenta de lo referido. Seguiremos ahondando en ello.

Guardiola, según Sloterdijk ([irreverente] ejercicio de semiología lúdica o tentación hermenéutica)

Si Pep Guardiola es al (proceso de sofisticación del) balompié lo que Barack Obama a la postideología, entonces Mariano Rajoy necesariamente ha de ser a la política lo que Luis Aragonés, o, mejor, José Antonio Camacho al deporte rey. He aquí la inevitable regla de tres que procesé recién pude asimilar la imagen con que el diario El País ilustraba el pasado domingo 18 de mayo su reportaje titulado Pep símbolo; Pep mito, a propósito del actual entrenador del F.C. Barcelona; una fotografía en escala de grises escandalosa por lo poco convencional que pretendía significar, a saber, en la parte izquierda hallábamos a un Pep Guardiola pensativo, estudiando partidos en la pantalla de un iMac —nótese el referente inmediato a la hegemónica clase intelectual contenida en la marca de ordenador—, y entre ambos, una pizarra desenfocada cuyos signos eran inextricables, pero que en cualquier caso parecían ofertar fórmulas complejas, más dignas de una clase magistral de física cuántica que de un (aparente) mero ejercicio deportivo. Pep Guardiola como icono irrumpe en la consabida dinámica esquizofrénica/ bipolar/ antitética del posmodernismo cuando de lo que se trata es de arrojar al imaginario popular distintas fuerzas en vectores divergentes o contradictorios. Es decir que no deja de sorprender cómo en un periodo en el cual la vulgaridad queda elevada a cierto altar de culto (i.e., véanse las obras, también fotográficas, de Terry Richardson o Jaime Taete), regresa paralelamente la veneración a las personalidades (super)heroicas sobre las cuales las masas deciden volcarse, tras encontrar reflejado en las mismas rasgos envidiables tal como son el (ejemplar) equilibrio de poder entre la satisfacción del espacio público y privado, el éxito indiscutible y aplastante para con los posibles rivales, o la empatía social que en nada tiene que ver con la monomanía corporativa a la que cierta tipología de depredadores reinantes en sus respectivas disciplinas nos tiene acostumbrados. En alusión al ideólogo del heroísmo Thomas Carlyle y a Robert Michels como teórico de los fascismos, Peter Sloterdijk describe en El desprecio de las masas el epíteto absolutamente carlyniano del siguiente modo: «con esta descripción se hace referencia al sistema de la cultura mediática de masas en su conjunto. Con el modo mediático de la veneración del héroe, entramos en un régimen afectivo en el que se desarrolla un narcisismo de masas. ¿Qué significa esta veneración carlyniana, mediática —y tan característica de las masas— de figuras sobresalientes? De entrada, la radical subordinación de toda posible percepción de la realidad a la proyección; por otro lado, la exteriorización del deseo subjetivo de idealización, glorificación y sobreestimación sin atender a las propiedades reales del objeto admirado.» Ergo, mientras atendemos a cómo Barna sucumbe a la perversión de la ideología dominante, Madriz y su fúmbol imperfecto seguirán siendo bastiones de resistencia. Ahí queda.

domingo, 24 de mayo de 2009

Detonando una mina silenciosa (Algunas consideraciones sobre fragmentariedad social, metadiscursos y relaciones entre política y literatura)

Aquellos sondeos indicadores de la crisis de confianza en la clase política son sintomáticos del metadiscurso en el cual el ejercicio del poder se ha transformado —probablemente, consecuencia de la fragmentación social que determina nuestra época postindustrial—, si bien esto ha sucedido solo del mismo modo en que la mayoría de disciplinas han derivado lamentablemente solipsistas; y entre ellas, por supuesto, la (meta)literatura que se relata a sí misma. En el caso particular de España, es evidente que la situación de los lobbies dirigentes es aún más deplorable que en otros estados, pues si por un lado flaquea al no haber sabido adaptarse correctamente a la sugestiva democracia mediática y la era postideológica, fundamentada en la disolución de las fronteras entre signos políticos y la importancia radical atribuida a las técnicas mercadotécnicas; por otra parte, no nos es dado afirmar que nuestros partidos hagan descansar sus propuestas en una programación de marcado corte ideológico, delimitando sin ambages quién aboga por liberalizar el mercado y quién —como en el caso de la reacción germánica acometida por Die Linke a lo que Vincenç Navarro ha referido como socioliberalismo— por las «políticas públicas redistributivas, la universalización de los derechos sociales y laborales, el desarrollo de políticas fiscales progresistas, una clara expansión del Estado del bienestar», etcétera. Al revés, las más de las veces nuestros políticos participan, sin quererlo o no, de una aburridísima versión paródica sobre la definición que Carl Schmitt asoció a la noción de das Politische: «La distinción política específica a la que las acciones y los motivos políticos se pueden reducir es sencillamente la distinción entre amigos y enemigos», como demuestra, apelando a un referente ultimísimo, la campaña del Partido Socialista para las europeas. Ante un panorama como el descrito, hallamos la atomización de grupúsculos de intereses divergentes que fluyen distanciándose los unos de los otros. Ergo, no sin razón, a nadie le interesa el poder, de igual modo que a muy pocos les interesa la narrativa y la poesía: todas estas teselas del mosaico social permanecen refugiadas tras de sus trincheras, evitando comunicarse siempre que sea posible. Más aún, sorprende cómo en una actualidad en la que tan fácil resulta tener acceso a informaciones que son de verdadero interés para el ciudadano (aristotélicamente) responsable, la narrativa española sigue ignorando cuestiones concernientes —por citar algunos ejemplos— a la construcción de la identidad en Europa, el reforzamiento de la ideología dominante tras de cada crisis, los desórdenes geopolíticos, o el escándalo que debería suponer la supeditación civil al marketing político. Quien desee estar al tanto de los problemas referidos, necesariamente habrá de acudir al género periodístico o al ensayo. La prosa, en cambio, está para otros asuntos. A la narrativa española, no me pregunten por qué, solo le interesa lo local; y pienso en Isaac Rosa, en Javier Cercas o en Martínez de Pisón, pero también en Juan Francisco Ferré o Manuel Vilas. Siempre he defendido que el gran desafío para las manifestaciones creativas en los albores de milenio ha sido el trazado de puentes entre discursos distanciados. Y he aquí, sospecho, uno de los que más urgencia precisan ser comunicados al lector.

martes, 12 de mayo de 2009

Anti-Superyó Bartleby®: La historia de un hijo de puta con suerte (fábula posmoderna)

The more closely an author identifies with the narrator, literally or metaphorically, the less advisable it is, as a rule, to use the first-person narrative viewpoint.
John Barth, Lost in the funhouse.
El hiperpótamo recibe una durísima crítica a su último libro firmada por El Elefante Vegetariano; tras perorar largo sobre el contenido de la misma, el hiperpótamo concluye para sí: Me la suda. ¿Que por qué? Bueno, supondremos al animal mitológico consciente de la imposibilidad de que su poética satisfaga por igual a los distintos tipos de público existentes, algo por otra parte evidentísimo, aunque no para el 93,46% de los escritores que conoce. Digamos entonces que el hiperpótamo ha sabido desvelar la escritura como (grosero) símbolo del consumo, y la preponderancia del superyó sobre el resto de niveles psíquicos, pues al igual que el resto de contemporáneos suyos arrojados a la persecución de una narrativa noble, y dado que los dos únicos objetivos por los que verdaderamente merece el esfuerzo escribir son las plusvalías I) pecuniarias, y/ o II) sociales —reconocimiento, status—, el hiperpótamo, claro es, ha escrito su último libro en base a la necesidad de acumular plusvalías de segundo orden, radicando en el citado manantial de kilocalorías para el superyó la única distinción que delimita la frontera entre estratos culturales (gesto puramente simbólico, pues), de modo que una vez alcanzada la presente suerte de ataraxia oriental que lo sitúa al exterior de las (consuetudinarias) fricciones entre crítico y autor, percibe la escritura como auténtico non-sense, y en un ataque de lo que a priori pueda parecernos nihilismo (pero insistimos: es su actitud igualmente decodificable como ataraxia – el abrazo a Buda) se echa a dormitar sin cuidar la programación de su despertador, convencido de que, tal vez, quién sabe, pueda encontrar mañana una tercera motivación para la producción de capital cultural no tan histriónica como las dos vigentes, y poneros así a bailar a todos conga, piensa, como Maradona.

domingo, 10 de mayo de 2009

Obama & Garton Ash: Apologetas de la deriva social del capitalismo (viene de ‘Sarkozy, (por una vez) argumento de autoridad’)

It is simply not sustainable to have a 21st century financial system that is governed by 20th century rules and regulations that allowed the recklessness of a few to threaten the entire economy. It is not sustainable to have an economy where in one year, 40% of our corporate profits came from a financial sector that was based too much on inflated home prices, maxed out credit cards, overleveraged banks and overvalued assets; or an economy where the incomes of the top 1% have skyrocketed while the typical working household has seen their income decline by nearly $2,000.

President Obama Economic Speech at Georgetown: “A New Foundation”



El capitalismo no acabará en 2009 como acabó el comunismo en 1989. Está demasiado arraigado y es demasiado variado y demasiado adaptable para sufrir una muerte tan brusca. Existen hoy en el mundo muchas más variedades de capitalismo que las que hubo en su día de comunismo, y esa diversidad es uno de sus puntos fuertes. El arco iris va desde el salvaje oeste hasta el salvaje oriente, y abarca grandes variantes nacionales de la economía de mercado, como China, que los puristas dirían que no son capitalismo en absoluto. Por consiguiente, algunas versiones del capitalismo capearán el temporal; otras quedarán en ruinas o, al menos, sufrirán reformas sustanciales.

A esta última categoría parece pertenecer una versión “neoliberal” extrema de la economía de libre mercado, caracterizada no sólo por la amplia desregulación y privatización, sino también por un espíritu de avaricia digno de Gordon Gekko, y que sólo se practica plenamente en algunas áreas de las economías anglosajonas y poscomunistas.

Hacia un nuevo capitalismo, Timothy Garton Ash, El País Domingo, 10 de mayo de 2009.

jueves, 7 de mayo de 2009

‘Reductio ad Absurdum’: La enfermedad de ensayar política sobre basamentos estructuralistas

Considérense los debates sobre pensamiento político seguramente como uno de los mayores ejercicios de pobreza intelectual en nuestro tiempo, lastrados por un planteamiento resueltamente estructuralista (y puerilmente maniqueo) de pares antitéticos, así como el vil enfrentamiento entre ambos que ya postulaba con ingenio Mao en su Libro Rojo: «¿Quiénes son nuestros enemigos y quiénes nuestros amigos? Esta es una cuestión de importancia primordial para la revolución. Todas las anteriores luchas revolucionarias de China sólo obtuvieron magros resultados, esencialmente porque los revolucionarios no supieron unirse con los verdaderos amigos para atacar a los verdaderos enemigos.» Ya concluí mi reseña sobre ‘Libro de huelgas, revueltas y revoluciones’ y ‘Un pistoletazo en medio de un concierto’ advirtiendo que cuestiones sobre ideología y cultura estaban, mal que nos pueda parecer, tentadas de caer en los lodos del impresionismo, precisamente porque en la tentativa de aportar o posicionarse en el panorama crítico o revolucionar mediante disertaciones inéditas, la acción más aconsejable (la única, de hecho) consiste en practicar una dialéctica de reacción con respecto al background o biografía lectora de cada cual; mis últimas lecturas políticas así confirman que el ensayo sobre la mencionada disciplina (que por su no compromiso con ninguna institución ni intereses más allá de la aportación de capital cultural debería estar impelido a recurrir a geometrías escherianas: decodificaciones poliédricas y simbióticas de los auténticos ideólogos) acostumbran a revisar la realidad afectados de ceguera en un ojo. Al margen de los ejemplos ya expuestos en el artículo de Quimera, he aquí dos ilustraciones más sobre textos parcialísimos: Chantal Maillard, en ‘Contra el arte y otras imposturas’ (lectura recomendable y próximamente en Berliner), restando/ relativizando importancia a la obtención de derechos subjetivos durante la modernidad —huelga advertir que se adscribe a la herencia frankfurtiana— con aquello de que «ya en el siglo xiii, los habitantes de Suiza, la única nación que se negó a formar parte del mercado europeo, votaba a mano alzada en cada aldea cualquier decisión que hubiese de ser tomada. Una verdadera democracia, en el siglo xiii. En la Francia revolucionaria, en cambio, guillotinaban a la de Gouges por defender las libertades de la mujer», que es como defender que Cuba no tiene fisuras porque su sistema educativo es ejemplar. O Raymond Aron en ‘El opio de los intelectuales’, citado por Brian C. Anderson en su tesis ‘Raymond Aron and the defence of the political reason’ (disponible en la web de la Universidad de Ottawa), desacreditando a Sartre mediante el uso del previsible argumento según el cual si hubiera cruzado el telón de acero sería carne de Gulag, y porque como el realista se plantea —y aquí sí le otorgamos toda la razón que merece—, ¿qué sociedad no ha sido alguna vez injusta?

domingo, 3 de mayo de 2009

Visiones de la Guerra Fría: Lo que de verdad quiso decir Kennedy aquel 26 de junio de 1963 (Filología lúdica ‘directly imported from The OuLimPo’)


«Two thousand years ago the proudest boast was "kiwis Romanus sum". Today, in the world of freedom, the proudest boast is "Ich bin ein Berliner".»

«Hace dos mil años la mayor presunción era afirmar “soy un Kiwi romano”. Hoy, en el mundo de la libertad, el más orgulloso alarde es “soy un donus relleno de mermelada”.»

sábado, 2 de mayo de 2009

Subrayados sobre Wilhelm Reich (‘Análisis del carácter’) & Constant en 'Quimera'

a) él o ella piensa que yo pienso que él o ella piensa que yo pienso que él o ella piensa que… (Hipo(¡hip!)texto)

Me parece magnífico tu razonamiento, el modo en que mides las distancias, los centímetros precisos de piel que me dejas ver para transmitir, exactamente y al mismo tiempo, dos discursos que parecen contradictorios: 1) no te necesito, no necesito a los hombres ni estoy necesitada de sexo, pero 2) no te vayas. 1) No eres imprescindible, pero 2) me atraes. 1) Puedo vivir sin sexo, pero 2) quiero seducir y sentirme seducida.

VLM, ‘Circular 07’

Así pues, la ambivalencia significa tres cosas distintas, según su génesis y la profundidad en la cual se desempeñe:

1. “Te quiero, pero tengo miedo de ser castigado por ese cariño” (Amor-temor).

2. “Te odio porque no se me permite amarte, pero tengo miedo de expresar ese odio” (Odio-temor).

3. “No sé si te quiero o te odio” (Amor-odio)

WR, ‘Análisis del carácter’

b) Haciendo enemigos. Pieza hiperbólica para entender el post titulado ‘En torno a la seducción II’: La novela (o la comunicación vis-à-vis sin elemento de arbitrio) como proclive al masoquismo y al “avatar PUPAS”, a su vez proclive a ser interpretado por los códigos normadores de la intelligentsia como estado superior del alma (¡!)

Rasgos típicos del carácter masoquista son los siguientes: subjetivamente, una sensación crónica de sufrimiento, que aparece objetivamente como una tendencia a lamentarse; tendencias crónicas a dañarse a sí mismo y al automenosprecio (“masoquismo moral”), y una compulsión a torturar a los demás, que hace sufrir al paciente no menos que al objeto. Todos los caracteres masoquistas muestran una conducta específicamente torpe, de escaso tacto en sus modales y en su relación con los demás, a menudo tan acentuada hasta dar la impresión de una deficiencia mental.

*

∞) o A.2): Más sobre ‘él o ella piensa que yo pienso que él o ella piensa…’ este mes en Quimera: reseña de ‘Cécile’, de Bejamin Constant. No se lo pierdan.