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domingo, 3 de enero de 2010

El regreso de Andersen: Del platonismo en el jersey negro al vandalismo en ‘Crónica de viaje’ (Sobre la desnudez del emperador)

Los historiadores de la moda dicen que fueron los comerciantes de Flandes —durante el génesis de la clase burguesa— quienes crearon las telas negras para distinguirse de la aristocracia mediante semejante atuendo espartano, lejos de cualquier signo de ostentación; algo que la clase universitaria se encargó de perpetuar desde entonces (v.br., sí, los ropajes del tuno). Con alguna que otra excepción como pueda ser el caso del dandi en Baudelaire[1], puede decirse que para la modernidad el negro riguroso es la indumentaria elemental del intelectual, legitimando una suerte de anti-moda típicamente platónica: el cuerpo como cárcel del alma, ocultación de nada que no sea conceptual o cerebral, proyección de rigor, desencanto hacia lo material, rechazo de todo lo que pueda parecer ornatus y busca de la distinción solo mediante la obra particular. Resulta extraño en la actualidad, pues, constatar este negro riguroso lejos de las comunidades góticas o —por qué no— en funerales, si bien han posado para fotógrafos de este modo autores como Enrique Vila-Matas, Juan José Saer, Rodrigo Fresán, Vicente Luis Mora, Haruki Murakami, Ryu Murakami, Hanif Kureishi, Juan Gelman, Antonio Tabucchi, Manuel Vilas o Roberto Bolaño, por citar solo unos cuantos. // Frente a tal platonismo, en los últimos tiempos vemos cómo una serie de escritores —fundamentalmente escritoras— han reaccionado no solo no negando que el escritor también esté hecho de materia, sino acentuando la erotización del cuerpo, lo cual ha suscitado entre el gran público una serie de recepciones de lo más dispares (y disparatadas). Ejemplo 1: atiendan a los comentarios dejados por los internautas a propósito de los vídeos de Gabriela Wiener con motivo de ‘Sexografías”. Ante el lector modelo de su libro, se tratan estas intervenciones de una ofensa a las ventajas obtenidas tras décadas de liberación sexual. Odi profanum vulgus, et arceo. Ejemplo 2: algo similar ocurre en el blog de Público de Luna, donde el debate sobre la pertinencia de subvertir la presencia convencional del escritor (todo rostro) mediante una fotografía en donde aparecen sus piernas transcurre ya por su sexto mes. Ejemplo 3, el más sugerente de todos: En una entrevista a Jordi Carrión que Miguel Espigado publicaba en Deriva, el autor de ‘Los muertos’ decía a propósito de su poética del «yo»: «La performance del artista que se desnuda en su obra textual todavía es vista con cierto recelo, mientras en las artes plásticas o el cine documental ya no se cuestiona. Yo quiero romper con eso, hasta el punto de que en mi texto sobre Google va a salir una fotografía de mi pene.» El texto al que Carrión apela es ‘Crónica de viaje’, una de los asaltos particulares que el autor hace a la división de la personalidad moderna entre espacios público y privado. A este respecto, lo excepcional de ‘Crónica de viaje’ es que sus críticos —salvo una mención descriptiva de Agustín Fernández Mallo en su blog— no han reparado en esa fotografía. A diferencia de los casos anteriores, la difusión de ‘Crónica de viaje’ ha sido mucho más limitada, ergo el gran público está lejos de ella. El problema, entonces, descansa en los críticos: ¿Cómo ‘leer’ —cómo interpretar— el pene del autor? Por razones obvias, es probable que sea ésta la imagen que más llama la atención en todo el libro, pero incluso el lector inteligente desconoce cómo reaccionar ante esa circunstancia, más allá de ese cuestionamiento de la personalidad moderna. Estamos, pues, ante lo que Harold Garfinkel llamó acto de vandalismo interaccional, circunstancia en donde «un subordinado rompe las bases tácitas de la interacción cotidiana [...] El vandalismo interaccional deja a las víctimas incapaces de explicar lo que ha pasado, incluso en mayor medida que un ataque físico o un insulto vulgar.» (Anthony Giddens, ‘Sociología’). Ni que decir tiene, el lector modelo de ‘Crónica de viaje’ no presenta ningún acceso de escándalo ante esa fotografía; la simpatía del ejercicio, pienso, descansa entonces en el cumplimiento de los sueños de cualquier publicitario subliminal: el falo de Carrión ante nuestros rostros, y nosotros, exégetas incapaces, negamos ver nada. Excepcional.



[1] «El dandy se distingue de sus semejantes por el traje, extremadamente rebuscado o de una simplicidad glacial, por una actitud estoica y senequista, por un porte escultórico, de muñeco mecánico. Pero lo importante es que se distingue, y por lo tanto es distinguido.» Félix de Azúa, ‘Baudelaire y el artista de la vida moderna’.

26 comentarios:

El Miope Muñoz dijo...

Enorme. El post. No descarto que mi tesis doctoral sea sobre la Polla al Aire como gran clímax de la desnudez de los autores literarios.: allí podremos explorar los conflictos eternos entre el simbolismo onírico literario y la VERDAD INTERNA HUMANA.

Luna Miguel dijo...

Gracias, Ibrah.

Ernesto Castro dijo...

Baudelaire tenía claro la connotación thanatopolítica del trajeado; el generalizado atuendo del funcionario (chaqueta negra, corbata a juego, camisa blanca, pantalones a una raya) convertía a la sociedad en "un inmenso desfile de enterradores, enterradores políticos, enterradores enamorados, enterradores burgueses. Todos nosotros celebramos algún entierro."

Los penes, piernas y gritos de hoy en día tienen un caracter puramente gestual, ni siquiera provocativo. Una sociedad acomodada a vivir con la ingente pornografía (tanto en el campo de la violencia como en el del sexo) desplegada por los medios, tan sólo sufre de una aguda indiferencia ante tales expresiones. La violencia aparente de sus comentarios muestra un desdén de fondo. Si esta literatura es una estafa (o para ser político diré: es percibida como una estafa) es porque no satisface las espectativas, esto es, no es capaz de estar a la altura de Rocco Sifredi u, literalmente.


Aburrido. Máxime si ya ha sido realizado. Lo de los escritores es una cosa de niños frente a las incursiones que vienen haciendo los artistas en el campo delictivo durante los últimos 40 años. Lo último: durante la inauguración de una galería, en vez de pasar las típica bandejas de canapes, ofrecieron cocaina al personal. Muchos consumieron a pesar de la presencia de las cámaras ¡Qué decir del perro muerto de Guillermo Vargas!

En cuanto a que la interpretosis de los críticos no halla justificado todavía el fenómeno con citas de Foucault o Merleau-Ponty; paciencia: lo hará.

Yo me quedo con van Gogh: "Y el pintor (léase "escritor posmodelno"), en suma, no dice nada, calla, y yo lo prefiero así."

Perdona que me haya alargado. Es un tema que me interesa bastante.
Gran blog.

Ibrahim B. dijo...

Interesantes reflexiones.

El trajeado, pero cualquier moda, tiene connotaciones, como tú dices, thanatopolíticas. En ese sentido Leopardi va más allá con su diálogo sobre la moda y la muerte—ambas nacidas de la caducidad—, al que alguna vez hemos hecho mención aquí en su solapamiento con la literatura contemporánea.

Sobre la indiferencia, sospecho que cualquier manifestación creativa con voluntad de provocación está condenada a la anulación. Jon Elster, en ‘Uvas amargas’: “Los burgueses (moderadamente ilustrados) no sólo no se sienten sorprendidos, sino positivamente adulados por cualquier tentativa de producir rechazo en ellos puesto que saben que están siendo honrados por el gesto.” Esta dinámica ha sido más que cooptada por cualquier espectador habituado al arte, por lo que no sé hasta qué grado las bandejas con cocaína puedan resultar hirientes. Aparte, hay que matizar que el proyecto de Carrión es esencialmente autobiográfico, y no provocador. El post es, de hecho, una llamada de atención sobre los que han reseñado largo y bien el texto para constatar esa dificultad en la lectura del falo.

Últimamente venía pensando dedicar un post a la mediación tecnológica (artística) a la hora de elaborar esa provocación contra-burguesa o contra-cultural. Propongo dos visiones de la periferia: el primer video está pasado por el ojo de un director de cine francés, que aborda una coyuntura poco o nada deseable para espectadores como nosotros. Romain Gavras pone a hablar a los tipos que van a abusar de tu novia, te van a asaltar en plena calle, o van a robarte el coche; sin embargo, consumimos el video sin desagrado (la funcionalidad terapéutica sobre la violencia la dejamos para otro momento). El segundo video, en cambio, no está dirigido a “honrar” al público mid-class. Es auténtica periferia; violencia suburbial no atravesada por la mirada del cineasta. Para el público consumidor de arte —incluso para quienes hemos leído con delectación a Bukowski— este video ‘sí’ ofende. Vosotros sabréis por qué.

http://www.youtube.com/watch?v=FU7bFpPJiww
http://www.youtube.com/watch?v=hosUncwbFSY

Abrazo,

LIU dijo...

Me gusta este blog y me gusta el rojo. Por fin veo que alguien se dedica a analizar los gestos de la cultura y no sus supuestos contenidos. El negro como ejercicio de rigor, pero también de coquetería: adelgaza, dibuja un perfil elegante incluso en quien no lo tiene. Nada que ver con el traje negro de los flamencos. Esto tiene que ver con el pene-opaco de Carrión. Una de las cosas que siguen divirtiéndome es el tipo de intervención en que alguien cree provocar y está haciendo otra cosa. Me explico: hace años tenía una amiga que bailaba flamenco, muy guapa, a la que las cosas no le iban bien. De vez en cuando soltaba un "esto, para mi coño", se había tomado no sé qué revancha.Muchas veces leo críticas de culturas (de cine, Boyero, de literatura, el lector malherido o ileso, no sé) y pienso que parecen escritas, de pura arbitrariedad, con la polla, (o con el pene, vale). Carrión lo ha expresado plásticamente, mostrándolo, y nadie lo ve porque la gente insiste en ignorar eso obvio: que hay un "investimiento libidinal" en la manera de ejercer hoy estos oficios de la cultura. Jordi Carrión está siendo por Lacan desde la tumba, que ve confirmadas con hechos sus teorías.
bonne année.

Ibrahim B. dijo...

Gracias por tu visita y comentario, LIU. Sugerentes palabras.
Feliz año,

Ernesto Castro dijo...

No sé porqué tendría que ser molesto a los ojos "intelectuales" el combate cibernético entre John Cobra y Batu "the Dog". Este tan esperado evento, que nunca sucederá, y cuya atracción radica en ese continuo citarse al combate, en esa verborreica proferencia de amenazas mutuas, así como la exaltación constante y desmedida de los galardones y atributos propios, reconstruye a la perfección el sistema de combates singulares en la Iliada. En el “poema” los preparativos que preceden al combate consumen más espacio narrativo que el acto del combate en sí (como si de una sensualidad bélica se tratase), acto que finalmente no termina por satisfacer las expectativas despertadas. De hecho, estos encuentros entre héroes suelen terminar o comenzar (como es el caso del enfrentamiento Aquiles vs Hector) con la huida miserable por parte de algunos contrincantes. Lo que yo te diga: John Cobra es pura poesía.

Espero con impaciencia el post.

Óscar Santos Payán dijo...

Como hay demasiada letra sólo voy a decir que el artículo es simplemente cojonudo. Un abrazo

Anónimo dijo...

Interesante y bien argumentada la primera parte del artículo. Aunque llamar "platonismo" así, por la cara, a la vestimenta aséptica de la modernidad (del hombre-masa que el escritor no deja de ser, con quien no deja de confundirse) me parece osado.

Una payasada, a mi modo de ver, la segunda parte.

Luis Matei

Ibrahim B. dijo...

No, no llamo platonismo a una vestimenta de flâneur: me refiero a una actitud. Relea.

Y al revés que mi hipótesis, su segundo comentario sí irradia inteligencia crítica.

Anónimo dijo...

Siento haberle ofendido.Me refiero al uso y no a la referencia de la palabra "platonimo". Insisto en que la primera parte del artículo me parece cabal, salvo por el abuso de ciertas palabras. Decir "platonismo" le puede sonar a usted bien, pero de acuerdo con lo que dice, queda impostado.

Querido amigo, me parece que a su tierna edad ha tenido usted una intoxicación de teoría (o más bien de jerga teórica ilusionista y en ocasiones estéril) poco aconsejable para su lúcida y afilada inteligencia cretiva. Disecciona usted mucho y dice poco.

Relájese y haga literatura.

Atentamente,

Luis Matei

LIU dijo...

Ibrahim, supongo que como los que siguen este blog, te recomiendo que ni caso a las malévolas sugerencias de un lector ocioso que no tiene nada mejor que hacer que enmendarte la plana. Todos hemos pasado por eso: si eres joven y descuellas, querrán cortarte la cabeza para ponerte al nivel de la mediocridad general. Mi lema en estos casos no puede ser otro: cultiva lo que te critican.
Y a Matei, morcillas. Que los censores, sobran.

Luna Miguel dijo...

Tierno Ibrahím! Me recuerdas a un pastelito de Espíritu Santo!

Ah!

Anónimo dijo...

El mundo está plagado de listos.

Ibrahim B. dijo...

Haya paz, queridos amigos.
Lo que buscamos en este blog es un debate de ideas: no entrar a cuestionar cosas como la "tierna edad" de uno (??¿?¿?¿?¿?¿?) ni la desarticulación más o menos gratuita entre administrador y lectores.



Pasemos a cosas más serias.

Paula dijo...

Me inquieta el movimiento de esta “nueva crítica”, tan influenciada por autores como Eloy Porta, Mallo, DFW, Deleuze, Baudrillard, etc. Ahora te pregunto ¿A qué se debe este movimiento? ¿A qué se debe esta fijación en los productos de consumo? ¿Cuál es tu pretensión? Quiero saber si hay algo más que relaciones en tus escritos. Algo más que “combos”.

Por otra parte tu escrito es muy denso. No respira. Siento como si fuera una prolongación de lo que lees. Que todos los gestos que realizas dependen por entero de tus lecturas.

Pienso que qué poco tiene que haber pensado uno para haber leído tanto. De verdad, se hace notar en la escritura aquel que piensa en lo que escribe y aquel que no. Parece que el conjunto del texto del que piensa es mucho más “orgánico” que el otro.

Esa erudición que tienes es como una peluca, un equiparse de una gran cantidad de pensamientos ajenos que, por supuesto, a uno no le quedan tan binen ni tan naturales. Aunque puede ser atractivo por un momento.

Tampoco creo que sean tan útiles ni adecuados a todos los fines.

Sé que a los “eruditos” les disgusta que le examinen sus conocimientos desde otro plano que no es aquel por el que se mueven. Parecen incomodarse. Cambian inmediatamente de postura. Ay, ay. Los libros, ¿dónde estaba eso escrito? ¿Quién lo decía? Ay, ay. Qué limitados somos.

Es como si te pegaras los conceptos de otros pensadores como esas chapitas que se ponen algunos jóvenes en las mochilas.

Por cierto, yo no creo, como LIU, que gente como nosotros quiera rebajarte al nivel de la mediocridad. Creo más bien lo contrario. ¿Estás de acuerdo?

Ibrahim B. dijo...

Me preocupa la reciente preocupación metodológica que se ha gestado aquí. Pero supongo que también es interesante debatirla. Veamos.

Uno. Mi pregunta:

¿Por qué inicias una crítica contra esa estética de la hipercita citando a cinco autores?

Entiendo que era el recurso más ilustrativo que tenías a mano.

A mí me ocurre igual.

*

Dos.
Sobre el objeto de estudio: algo tan sencillo como conocer el medio que habitamos. Finalidad estrictamente funcional. Descripción y defensa ante nuestro tiempo.

*

Tres.
Sobre las citas: El debate es interminable (y además un bucle bastante tedioso) desde el principio más remoto del género ensayístico (véanse las críticas a Montaigne y su defensa). Sinceramente, creo un error espantoso llamar “erudito” a alguien que cita. Quizá sea mi perspectiva como estudiante, pero creo que si vas a escribir una tesis sobre un tema concreto, tu argumentación precisará un mínimo de lecturas, ¿no? Esto es una perogrullada.
Lo he dicho mil veces: a mí no me interesa la crítica intertextual sino la crítica cultural.
Las citas, pienso, pueden orientar al lector en caso de tener interés por un tema determinado, y además a mí me sirven como memoria exógena. Y sí, asumo que mientras en otras profesiones habrá quienes se preocupen de acaparar capital económico, si tu dedicación es el aprendizaje tendrás que acumular capitales intelectuales por una simple cuestión de eficiencia. No pasa nada. Las reglas son éstas. No hay nada malo en ello. No tengo ninguna pretensión de decirte lo mucho o poco que leo: comparto tesis y referencias. C’est fini.
Es más: ni te imaginas lo mucho que celebro el tiempo que han tenido que invertir esos autores que tú mencionas y tantos otros en encerrarse en bibliotecas para que los demás disfrutemos con sus textos. Podrían estar haciendo otras cosas quién sabe si más lúdicas. Pero no.

*

Cuatro: Otro fenómeno interesante respecto a esta cuestión tiene que ver con el difícil posicionamiento de los críticos: si por un lado —no sé si es éste tu caso, Paula— os quejáis de que los media os hacen entrega de materiales demasiado superficiales y banales, en el momento en que otros nos preocupamos de aportar contenidos ‘diferentes’ que creemos de mayor especialización —y de muchos menos lectores, también lo sabemos—, entonces llegan las críticas contra el hermetismo del lenguaje y etcétera etcétera etcétera.

En serio, Paula. Creo que estarías más cómoda leyendo otras cosas. No cobro ni obligo a nadie a leer mi blog. Mejor: invierte tu obsesión por la cuestión de las citas en algo más agradable para ti.

Saludos,

Anónimo dijo...

No sé por qué me da que esta Paula es la misma que entra en mi blog firmando con el nombre de Rebeca aunque afirme que se llama Ana y se pone a explicarme lo que es el Realismo sucio y a recomendarme libros para niños.

¡Ay, chica, si no entiendes las cosas ponte a leer la Superpop!

Paula dijo...

Creo que no he hecho bien la pregunta.
Lo que quiero poner en cuestión es ese cambio de perspectiva. Esto ya no es tan sencillo, Ibrah. Decir ¿por qué hoy esta fijación? ¿Qué nos lleva a querer conocer estas cosas, a sacarlas del ruido que las rodea?

Es verdad que para juzgar se requiere un mínimo de conocimientos o de lecturas. Ahora, creo que el pensador, en este sentido, suele digerir esos conocimientos, esa información, que no es más que un medio. Y lo que te quiero decir es que tus tesis son poco más que una conexión de relaciones entre diferentes conocimientos.

No me quejo de que los media me entreguen materiales demasiado banales y superficiales. Cada producto es un mundo, lo sé, los estudio muy de cerca, me dedico entre otras cosas a eso. Es increíble las líneas de valores que atraviesan a cada uno. Cuales son las necesidades por las que aparecen. Cómo son transformados por la sociedad. Cómo afectan a nuestra imaginación, etc. Los videojuegos, por ejemplo. Me parece muy interesante todo lo que aportan. Te menciono un grupo que quizá te interese en este sentido “Crystal Castles”.

A nivel filosófico, la verdad, lo veo muy pobre. Por no decir que no lo veo. Como apunte antropológico o sociológico, es interesante. Te recomiendo que eches un vistazo a investigaciones de diseñadores. Supongo que ya lo habrás hecho. Creo que te pueden ayudar mucho.

Por cierto, Matzerath, tienes razón. “El mundo está plagado de listos”.

LIU dijo...

Tercio de nuevo. A mí el blog me parece interesante justamente por la juventud del que escribe. Hoy pensaba que lo que puede entenderse como una histeria de la teoría o de la cita no deja de crear a muy corto plazo la exigencia de un contrapunto, o compensación, en la vida personal. Ahí llegarán las bofetadas o los acuerdos, pero sé por experiencia que es mejor tener ese bagaje que no tenerlo. Al detectar esa tensión interna, me ha ido apeteciendo seguir leyendo los posts. En cuanto a la edad, probablemente en alguna tribu remota del Amazonas el pobre Ibrahim sería considerado un viejales, Alvy Singer un tipo madurito y yo ni lo sé.

Paula dijo...

Ay, que tonta soy. Cuando digo "a nivel filosófico" me refiero a tus textos.

Luna Miguel dijo...

Qué grandes Crystal Castles, los reyes del Myspace. Qué guapa ella y qué feo él.


Modernakis.

Anónimo dijo...

IBRAHÍM BERLÍN, NO ENTRES A SU JUEGO.

Yo lo hice y fue peor.

Paula dijo...

Matzerath, no sé si has visto la película de Arsénico por compasión, de Capra. Pero vamos, correspondes al arquetipo del doctor de Jonathan.

Anónimo dijo...

¡Más quisiera yo! Eso es lo que quiero ser: cirujano y borracho. Mi meta existencial, desgraciadamente, ni estudio Medicina ni bebo. ¡Más quisiera yo!

No sé si habrá visto usted la serie The Office. Usted se corresponde con el arquetipo de Dwight.

Álvaro dijo...

«La performance del artista que se desnuda en su obra textual todavía es vista con cierto recelo, mientras en las artes plásticas o el cine documental ya no se cuestiona. Yo quiero romper con eso, hasta el punto de que en mi texto sobre Google va a salir una fotografía de mi pene.»

La verdad: leo y releo estas declaraciones y no salgo de mi asombro. ¿De veras la foto de la polla de un autor en un libro cambia algo en ese libro? ¿En serio que remueve los cimientos de la privado y lo íntimo y de todas sus representaciones? ¿En pleno siglo XXI? No lo comprendo, lo siento. Es que ni en Rimbaud me parecería un giro crítico. No sé si en Duchamp.

Tengo la sensación de que reina cierta condescendencia con las obras y los actos fallidos de Carrión. Pero es una sensación, claro, y es probable que sea yo quien me equivoque, o que se me escapen cosas que otros pillan al vuelo.

En cuanto al blog y la hipercita, no me molesta lo más mínimo. Sí me irrito un poco con el namedropping (sobre todo cuando asoman nombres que no conozco: uno debe indignarse sólo por su propia ignorancia, aunque luego tache a los otros de jerigonceros y demás lindezas)