De vuelta al barrio, ya por la noche, me encierro en la habitación de presidiario con tragaluz sobre la cama, dispuesto con auténtica disciplina militar a levantar las putas pesas de once kilos. No importan las horas fuera de casa, no importa el cansancio ni tampoco el estado anímico. Estoy convencido de que pensar como un boxeador aportará grandes descubrimientos al campo de la creación; cualquier cosa procedente del espacio exterior siempre es bien recibida. Esto, sin embargo, no lo digo yo; lo dice Dru: «Cada vez que se cambia el enfoque de una lente o se altera una perspectiva se da un salto cualitativo.» En total, cuatro series de cincuenta levantamientos en cada brazo con intervalos de tres minutos de descanso para fumar Marlboros gordos bajo el flexo. Y en la pared, clavada mediante chincheta, la fotocopia de la portada de un Cultural de abril de 2007 ocupada en su totalidad por el rostro del maestro Bolaño en blanco y negro, aparte de una frase escrita con un poska negro que dice: «Escribe, escribe como un cerdo hijo de puta.» ¡Sí, cabrones! Esa es la mierda que le gusta escuchar a mis oídos.
1 comentario:
Muy cierto lo de que pensar como un boxeador puede mejorar la literatura de uno. El cuerpo tiene razones de las que el intelecto no tiene ni puta idea. Y el músculo le viene bien a la literatura. Ser un atleta de la prosa o del verso, ¡qué hermoso ideal!
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