Introducción: http://vicenteluismora.blogspot.com/2007/09/circular.html
I
Me imagino al comité de lectura de Berenice en plena faena un viernes por la tarde. Sobre la mesa hay cafés y licores y ceniceros a rebosar. Las oficinas, inspiradas en El halcón Maltés:
—Bueno, qué, ¿lo publicamos o no?
—Pssssch, hombre, el libro no está del todo mal. Para qué nos vamos a engañar. De vanguardia y tal… Ya sabes, es como que tira de la metodología para reproducir literatura que Mallo legitima con el Nocilla. Introducirse en una perspectiva social y esos rollos. A mí me mola, ¿y a ti?
En ésas, la directora de comunicación de la editorial, enfática, entra en el despacho de Spade:
—Hossssstia colegas, si tuviéramos presupuesto podríamos hacer de esta mierda un best-seller, ¡tíiios! ¿A que no habíais caído en las cifras de lectores potenciales de Circular? ¡Casi seis millones!, ¡SEIS JODIDOS MILLONES DE LECTORES EN POTENCIA, el área metropolitana de Madrid! Ya lo estoy viendo, lo puedo oler: carteles de Circular 07 en las estaciones de la línea gris, metaliteratura de la buena. Pura crema. Un fenómeno de masas.
—Ya, pero como bien has dicho: no tenemos presupuesto.
—Entonces, lo publicamos, ¿no?
II
Es curioso, cuanto menos, que DIVULGAR EL EFECTO de la hiperestresada Madrid requiera de una suerte de género tan estático como es el retrato de costumbres: una fotografía (muchas fotografías) y no una secuencia; si bien también barajo la interpretación de un autor, Vicente Luís Mora, que no está ofreciendo un álbum de fotos y sí un videoclip con un frenético ritmo de secuencias.
O sea, un videoclip. Sin más.
III
Vale, tal como en mi ficción admite el comité de lectura de Berenice, Luís Mora se inscribe en la eclosión creativa que saltó a los medios con Fernández Mallo[*]. Una eclosión un tanto ficticia en la medida que su mérito no es más que el de tratar de acortar la ventaja ganada por los medios audiovisuales, tanto en lo que se refiere a la ACTITUD como al EFECTO. Pero qué le vamos a hacer, el panorama de las letras estaba así cuando Mora & Cía llegaron. Échenle la culpa a sus antecesores. Nadie elige, cuando uno se pone a escribir, el estado en que se encuentra la construcción de la Gran Biblioteca. Nadie tiene ese privilegio. Si no, de seguro todos seríamos Proust. Todos seríamos Dante. Y esto es pedante.
IV
En Circular 07 las pulsiones freudianas, cuando se dejan ver, lo hacen con el mayor de los disimulos. El amor y la muerte y la existencia son asuntos que no conciernen a los modales de Madrid, son meras trampas que hay que evitar con objeto de mantener la entereza en la jungla. En Circular 07 se vive al día, se viven situaciones conocidas por todas las ratas que sobreviven la ciudad: búsqueda de pisos, lecturas interrumpidas en el transporte público por las conversaciones de otros viajeros, parejas que se hacen y deshacen, jóvenes (tanto ellos como ellas) que regresan achispados una fría pero soleada mañana de sábado y se consuelan por no haber encontrado pareja, etcétera.
V
El CENTRO EMOCIONAL de Circular es hallado por un psiquiatra en la estación de Pacífico: «He montado cientos de veces en esta línea de metro, a distintas horas, en diferentes días, y jamás he visto a alguien que no pareciera deprimido o extremadamente cansado.»
VI
Pensándolo bien, nuestra época no tiene visos de convertirse en algo memorable (trascendente) para las generaciones presentes. Se usa y se tira pero no se recuerda. No se vuelve atrás, se huye hacia delante como los futuristas. Pero esto no lo dice Mora, lo digo yo. ¿O era al revés? Además, un trato es un trato, y ya dijimos que la reflexión queda terminantemente prohibida.
VII
Los registros. Donde el escritor se la suele jugar más no es tanto en la perspectiva social que adopta como en su registro de voz. El registro puede ser letal. Uno puede hablar de las banlieues en jerga filosófica y quedar como un caballero ante un gabinete universitario más o menos rancio. Ahora bien, no se conoce totalmente el pensamiento de ningún individuo hasta que uno no se adentra en su estructura lingüística: qué sintaxis emplea, cuáles son sus vocablos más recurrentes. Y en este sentido, Mora es discreto pero cumple con su papel. No se decanta por ningún registro —oscila con una proporción de lo más equilibrada desde las jergas científicas y filosóficas hasta el habla de los jóvenes e incluso de niños de guardería— pero trata de imitarlos con ardiente objetividad.
Rescato el humor y la ternura del fragmento de un poema mucho más verosímil que los de las patéticas catervas imitadoras de Rimbaud: «Oye piba ya sé que no soy nadie / que no he encontrado curro que mi padre / quién sabe hasta podría ser el tuyo / que nunca he ido a la escuela ni al dentista // pero tía me molas no te asustes / tengo mi moto allí y ya me iba / es sólo que tus ojos me despiertan / de noche y la comida no me engorda»
IX
Nuestro concepto de democracia neoliberal produce esquizofrenia. Consiente la esquizofrenia. Incita a la esquizofrenia. ¿Quién querría, a estas alturas, vivir su propia vida? ¡Qué aberración, cielo santo, pudiendo vivir decenas de vidas al mismo tiempo gracias al consumo! Ser fiel a unos principios no es ya nada más que retórica bienpensante y sesentayochesca cuando no, en el peor de los casos, totalizadora y estalinista. Y Mora lo sabe y lo asume y, de algún modo, se disculpa de la multiplicidad de géneros con un argumento de autoridad integrado en una supuesta “carta a una editorial muy conocida”: «la inserción de algunos poemas responde únicamente al consejo borgiano por el que debe ser el contenido el que elija la forma». Lo cierto es que el concepto de novela —por llamarlo de algún modo— del autor se sitúa, dentro de LA HISTORIA CIRCULAR DE LA LITERATURA, en oposición a la novela entendida como sistema filosófico de ideas. Como La Catedral.
[*] Aunque, como ya dio a entender la directora de publicidad, mientras que la estética de Mallo es local, la de Mora es global.
I
Me imagino al comité de lectura de Berenice en plena faena un viernes por la tarde. Sobre la mesa hay cafés y licores y ceniceros a rebosar. Las oficinas, inspiradas en El halcón Maltés:
—Bueno, qué, ¿lo publicamos o no?
—Pssssch, hombre, el libro no está del todo mal. Para qué nos vamos a engañar. De vanguardia y tal… Ya sabes, es como que tira de la metodología para reproducir literatura que Mallo legitima con el Nocilla. Introducirse en una perspectiva social y esos rollos. A mí me mola, ¿y a ti?
En ésas, la directora de comunicación de la editorial, enfática, entra en el despacho de Spade:
—Hossssstia colegas, si tuviéramos presupuesto podríamos hacer de esta mierda un best-seller, ¡tíiios! ¿A que no habíais caído en las cifras de lectores potenciales de Circular? ¡Casi seis millones!, ¡SEIS JODIDOS MILLONES DE LECTORES EN POTENCIA, el área metropolitana de Madrid! Ya lo estoy viendo, lo puedo oler: carteles de Circular 07 en las estaciones de la línea gris, metaliteratura de la buena. Pura crema. Un fenómeno de masas.
—Ya, pero como bien has dicho: no tenemos presupuesto.
—Entonces, lo publicamos, ¿no?
II
Es curioso, cuanto menos, que DIVULGAR EL EFECTO de la hiperestresada Madrid requiera de una suerte de género tan estático como es el retrato de costumbres: una fotografía (muchas fotografías) y no una secuencia; si bien también barajo la interpretación de un autor, Vicente Luís Mora, que no está ofreciendo un álbum de fotos y sí un videoclip con un frenético ritmo de secuencias.
O sea, un videoclip. Sin más.
III
Vale, tal como en mi ficción admite el comité de lectura de Berenice, Luís Mora se inscribe en la eclosión creativa que saltó a los medios con Fernández Mallo[*]. Una eclosión un tanto ficticia en la medida que su mérito no es más que el de tratar de acortar la ventaja ganada por los medios audiovisuales, tanto en lo que se refiere a la ACTITUD como al EFECTO. Pero qué le vamos a hacer, el panorama de las letras estaba así cuando Mora & Cía llegaron. Échenle la culpa a sus antecesores. Nadie elige, cuando uno se pone a escribir, el estado en que se encuentra la construcción de la Gran Biblioteca. Nadie tiene ese privilegio. Si no, de seguro todos seríamos Proust. Todos seríamos Dante. Y esto es pedante.
IV
En Circular 07 las pulsiones freudianas, cuando se dejan ver, lo hacen con el mayor de los disimulos. El amor y la muerte y la existencia son asuntos que no conciernen a los modales de Madrid, son meras trampas que hay que evitar con objeto de mantener la entereza en la jungla. En Circular 07 se vive al día, se viven situaciones conocidas por todas las ratas que sobreviven la ciudad: búsqueda de pisos, lecturas interrumpidas en el transporte público por las conversaciones de otros viajeros, parejas que se hacen y deshacen, jóvenes (tanto ellos como ellas) que regresan achispados una fría pero soleada mañana de sábado y se consuelan por no haber encontrado pareja, etcétera.
V
El CENTRO EMOCIONAL de Circular es hallado por un psiquiatra en la estación de Pacífico: «He montado cientos de veces en esta línea de metro, a distintas horas, en diferentes días, y jamás he visto a alguien que no pareciera deprimido o extremadamente cansado.»
VI
Pensándolo bien, nuestra época no tiene visos de convertirse en algo memorable (trascendente) para las generaciones presentes. Se usa y se tira pero no se recuerda. No se vuelve atrás, se huye hacia delante como los futuristas. Pero esto no lo dice Mora, lo digo yo. ¿O era al revés? Además, un trato es un trato, y ya dijimos que la reflexión queda terminantemente prohibida.
VII
Los registros. Donde el escritor se la suele jugar más no es tanto en la perspectiva social que adopta como en su registro de voz. El registro puede ser letal. Uno puede hablar de las banlieues en jerga filosófica y quedar como un caballero ante un gabinete universitario más o menos rancio. Ahora bien, no se conoce totalmente el pensamiento de ningún individuo hasta que uno no se adentra en su estructura lingüística: qué sintaxis emplea, cuáles son sus vocablos más recurrentes. Y en este sentido, Mora es discreto pero cumple con su papel. No se decanta por ningún registro —oscila con una proporción de lo más equilibrada desde las jergas científicas y filosóficas hasta el habla de los jóvenes e incluso de niños de guardería— pero trata de imitarlos con ardiente objetividad.
Rescato el humor y la ternura del fragmento de un poema mucho más verosímil que los de las patéticas catervas imitadoras de Rimbaud: «Oye piba ya sé que no soy nadie / que no he encontrado curro que mi padre / quién sabe hasta podría ser el tuyo / que nunca he ido a la escuela ni al dentista // pero tía me molas no te asustes / tengo mi moto allí y ya me iba / es sólo que tus ojos me despiertan / de noche y la comida no me engorda»
IX
Nuestro concepto de democracia neoliberal produce esquizofrenia. Consiente la esquizofrenia. Incita a la esquizofrenia. ¿Quién querría, a estas alturas, vivir su propia vida? ¡Qué aberración, cielo santo, pudiendo vivir decenas de vidas al mismo tiempo gracias al consumo! Ser fiel a unos principios no es ya nada más que retórica bienpensante y sesentayochesca cuando no, en el peor de los casos, totalizadora y estalinista. Y Mora lo sabe y lo asume y, de algún modo, se disculpa de la multiplicidad de géneros con un argumento de autoridad integrado en una supuesta “carta a una editorial muy conocida”: «la inserción de algunos poemas responde únicamente al consejo borgiano por el que debe ser el contenido el que elija la forma». Lo cierto es que el concepto de novela —por llamarlo de algún modo— del autor se sitúa, dentro de LA HISTORIA CIRCULAR DE LA LITERATURA, en oposición a la novela entendida como sistema filosófico de ideas. Como La Catedral.
[*] Aunque, como ya dio a entender la directora de publicidad, mientras que la estética de Mallo es local, la de Mora es global.
1 comentario:
Pedazo de libro, entiéndase por pedazo en todas sus acepciones posibles. Gran Vicente, como siempre.
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