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lunes, 19 de enero de 2009

Ahora que los cuatro brazos de Vishnú me sostienen el ego. O el meta-metalenguaje intratextual.

Perteneciente a ese espectro de autores caracterizados por un notable prurito de intratextualidad o autorreferenciales (pensar, por ejemplo, en Gil de Biedma —otra demostración más de nefanda taxonomía de lecturas por mi parte—), no es extraño dar con reparos dirigidos al inquebrantable egocentrismo que parece esgrimir nuestro protagonista, si bien otra línea de acción tan fuerte como la primera hablaría, siguiendo sus Obsesiones Programáticas, de hiperbólica necesidad de conocimiento de uno mismo – Escribir, ¿para qué? De ahí derivaríamos el temor latente del individuo inquirido a lo que en alguna ocasión ha referido él como «escritura valiente», negada en rotundo a estrictos esquemas de trabajo: compárese la adhesión doctrinal al pensamiento de Sun Tzu con las desmedidas, epigramáticas y solemnes palabras de Monelle: «No te conozcas a ti mismo.» (Marcel Schwob). Claro que en lo concerniente a la lectura del egocentrismo también estamos en disposición de recordar una vez más que la literatura, al contrario que los mass, prescinde de pedagogías; desconoce lo políticamente correcto (esputen sobre este concepto: se contiene a sí mismo), pues lo descriptivo es antepuesto a la norma. Y otra vez, Maquiavelo. ¿Qué razón, entonces, habría de llevarnos a excluir y marginar la conducta narcisista como no estética?, ¿eh? Ítem más: ¿A qué juega Ibrahim B. ejerciendo el meta-metalenguaje de su propia teoría-ficción? (Si la crítica es un metalenguaje, precisamente por ser un discurso referido a otro discurso, entonces cómo hablar de la crítica de la crítica, preguntémonos) Apuesto un bazo a que la respuesta no es otra que esa objetividad reciclada con que cree que puede aprehenderse un texto, incluso los suscritos por cada cual, tal como ya leímos en “Por qué soy un mal escritor”. Por otro lado, ¿no habría en todo lo anterior, acaso gestándose, un poso de moralidad? ¿Y por qué esta sensación de estar aproximándome al borde de un acantilado que se estrecha peligrosamente? Un acantilado de palabras que exigiera elegir la correcta como quien elige un vestido de novia o el movimiento en una partida de ajedrez inédita; como ese antihéroe de dibujos animados al borde del abismo. Ay. Mierda.

3 comentarios:

Luna Miguel dijo...

Monelle es sabia.

Anónimo dijo...

Gracias, hombre, gracias.

Anónimo dijo...

Max si y yo no?