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miércoles, 25 de febrero de 2009

“La institucionalización de la envidia” (Daniel Bell)

«Si el consumo representa la competición psicológica por el estatus, entonces podemos decir que la sociedad burguesa es la institucionalización de la envidia», argumenta sin ambages en Las contradicciones del capitalismo Daniel Bell, que a su vez focaliza su teoría sobre el Segundo Discurso de Rousseau: «cuando los hombres “solitarios” comienzan a unirse y descubren que el más fuerte, el más hermoso, el mejor bailarín y el mejor cantor obtienen una parte indebida de los bienes, la envidia comienza a mostrar su rostro. A fin de ser como el más hermoso o el más astuto, los otros comienzan a disimular, se usan cosméticos para tapar la tosquedad y la fealdad, y las apariencias comienzan a importar más que la realidad»; ergo, comienza entonces Rousseau a delatar cierta avalancha moral que atrapa al sujeto socializado en el liberalismo, como una suerte de pecado original o culpabilidad cultural inherente, concretado en estremecimientos hacia la situación improductiva, las más de las veces latiendo dolorosamente en el superego. He aquí, claro, un explicatorio quid para la disonancia vinculada a la crasa educación sentimental, como ya viésemos en el conflicto que enfrenta espacio público y privado en Did you ever feel ridiculously sad?

A little bit more about estética de la hipercita

Si trasladamos entonces esta institucionalización de la envidia al ámbito intelectual, hallamos en Imposturas intelectuales de Bricmont y Sokal una acusación incendiaria sobre los modos de hacer de determinados contemporáneos, los cuales, amenazados por la competitividad de sus colegas, recurren directamente al abuso: «Nuestro propósito es, precisamente, éste: decir que el rey está desnudo (y la reina también) [...] Concretamente queremos ”deconstruir” la reputación que tienen ciertos textos de ser difíciles porque las ideas que exponen son muy profundas. En la mayoría de los casos demostraremos que, si parecen incomprensibles, es por la sencilla razón de que no quieren decir nada.» Y así sigue la antropofagia practicada a Baudrillard, Kristeva, Lacan y un largo etcétera, hasta no dejar más que una tímida raspa de todos ellos.

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Irvine Welsh es sin duda uno de los autores que mejor pone de manifiesto esta esquizofrenia entre la desaforada tendencia al hiperconsumo de conocimiento y la necesidad de experimentar el medio popular que toda narrativa precisa. Welsh, aunque no lo parezca, destila moralidad en su proceder. Frente a la autocomplaciente temática metaliteraria, imaginémonos al narrador de Edimburgo que asume el esfuerzo extraordinario de retratar ese imaginario claramente nihilista al que él llamará «euroescoria»: ¿Qué hacer, si no desesperarse?: «Los colegas son una puta pérdida de tiempo. Siempre están dispuestos a arrastrarte hasta su nivel de mediocridad social, sexual e intelectual» (Trainspotting); y también: «Yo era antitodo y antitodos. No quería gente a mi alrededor. Esta aversión no suponía una enorme ansiedad traumática; era simplemente la madura convicción de mi propia vulnerabilidad psicológica y mi incapacidad para la convivencia. Los pensamientos se hacían sitio a empujones en mi cerebro abarrotado mientras luchaba por ordenarlos de un modo que sirviera de motivaciones a mi apática existencia» (Acid House).

7 comentarios:

Druida del Sur dijo...

Me gusta este blog.....lo agrego

Ibrahim B. dijo...

Gracias, theDruid. Un saludo,

Anónimo dijo...

Esperando actualiseisions, Fresy Fumeur.

Clipman dijo...

Lo de Sokal es una verdad como un templo, pero nadie le hace caso. Nadie entendió a Derrida y parece que ya es demasiado tarde.

En cierto modo es una técnica basada en la intimidación. El que cuestiona esos planteamientos, es que no nos entiende. Qué incomprendidos somos.

Y todavía los hay pre-sokalistas y muy cerca de nosotros. Pero se agradece que alguien vaya viendo de lejos este tipo de trampas.

El Miope Muñoz dijo...

Lo de Sokal es adecuado y comprensible. Pero nadie te asegura entender a Derrida. Y una de las tácticas de la incomprensión es decir que no dice nada.

Bunge, buena gente por lo demás, dice que Heidegger es un esquizofrénico sacando citas de contexto. Así que ojito con las imposturas, que a veces se pegan.

El Miope Muñoz dijo...

http://vicenteluismora.blogspot.com/2008/10/derrida-como-pharmakon.html

Pero llega Vicente Luis Mora y nos rescata.

Clipman dijo...

¿Rescatarnos de qué? xD

Lo de Sokal era más bien necesario.