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domingo, 17 de enero de 2010

Visiones sobre Occidente Prometeico

en seguida nos encontramos con el hecho de que el héroe cultural predominante es el embaucador y (sufriente) rebelde contra los dioses, que crea la cultura al precio del dolor perpetuo. Simboliza la productividad, el incesante esfuerzo por dominar la vida; pero, en su productividad, la bendición y la maldición, el progreso y la fatiga está inextricablemente mezclados. Prometeo es el héroe arquetípico del principio de actuación. Y en el mundo de Prometeo, Pandora, el principio femenino, la sexualidad y el placer, aparece como una maldición, es destructiva, destructora. «¿por qué son tal maldición las mujeres? La denuncia del sexo con la que la sección [en el Prometeo de Hesíodo] concluye, subraya sobre todas las cosas su improductividad; ellas son zánganos inútiles; un objeto de lujo en el presupuesto de un pobre. [Norman O. Brown, Hesiod’s Theogony]» La belleza de la mujer, y la felicidad que promete son fatales en el mundo de trabajo de la civilización

Herbert Marcuse, Eros y civilización

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Epimeteo, alarmado por la suerte de su hermano, se apresuró a casarse con Pandora, a la que Zeus había hecho tan tonta, malévola y perezosa como bella, la primera de una larga casta de mujeres como ella. Poco tiempo después abrió una caja que según le había advenido Prometeo a Epimeteo, debía mantener cerrada, y en la cual le había costado gran trabajo encerrar todos los Males que podían infestar a la humanidad, como la Vejez, la Fatiga, la Enfermedad, la Locura, el Vicio y la Pasión. Todos ellos salieron de la caja en forma de una nube, hirieron a Epimeteo y Pandora en todas las partes de sus cuerpos y luego atacaron a la raza de los mortales. Sin embargo, la Esperanza Engañosa, a la que también había encerrado Prometeo en la caja, les disuadió con sus mentiras de que cometieran un suicidio general.

Robert Graves, Los mitos griegos

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La vocación literaria no es un pasatiempo, un deporte, un juego refinado que se practica en los ratos de ocio. Es una dedicación exclusiva y excluyente, una prioridad a la que nada puede anteponerse, una servidumbre libremente elegida que hace de sus víctimas (de sus dichosas víctimas) unos esclavos [...] la literatura pasa a ser una actividad permanente, algo que ocupa la existencia, que desborda las horas que uno dedica a escribir, e impregna todos los demás quehaceres, pues la vocación literaria se alimenta de la vida del escritor ni más ni menos que la longínea solitaria de los cuerpos que invade. Flaubert decía: «Escribir es una manera de vivir». En otras palabras, quien ha hecho suya esta hermosa y absorbente vocación no escribe para vivir, vive para escribir.

Mario Vargas Llosa en Cartas a un joven novelista, Ensayos literarios I

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A la inversa, mi trabajo (la producción filosófica y sociológica y la enseñanza en la universidad) me ha hecho tan feliz hasta el día de hoy que no puedo contraponerlo al tiempo libre.

Theodor Adorno, Tiempo libre

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Para curarse de todo, de la miseria, de la enfermedad y de la melancolía, lo único necesario es la afición al trabajo.

Baudelaire, Mi corazón al desnudo

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Inevitablemente, Arendt se rebela contra las restricciones de su amor prohibido y se queja de ser dejada de lado. Heidegger se declara culpable, pero intenta hacerle entender que necesita estar aislado para trabajar en el proyecto que después se convertiría en Ser y tiempo.

Mark Lilla, Pensadores temerarios

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El modo de vida de los monjes no sólo no tiene ningún valor para la justificación ante Dios, sino que para Lutero es resultado de una ausencia de amor egoísta, que huye de los deberes en este mundo. En contraste con esto, el trabajo profesional profano aparece como la manifestación exterior del amor al prójimo, y esto se fundamenta, de manera muy poco profana y en una oposición casi grotesca al conocido principio de Adam Smith, con la indicación de que la división del trabajo obliga a cada uno a trabajar para los otros.

Max Weber, La ética protestante y el «espíritu» del capitalismo

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Las religiones e ideologías organizadas y autoritarias, las patriarcales, afirman siempre que lo placentero no es serio, y fundamentan en este supuesto la puritana moral de trabajo que conduce a la explotación del hombre por el hombre. Contrariamente a lo que pretenden las religiones e idelogías autoritarias, se puede partir de la hipótesis del gozo, una hipótesis de trabajo como cualquier otra [...] Se puede partir por tanto de la hipótesis de que el gozo, “ananda”, es la esencia última de la naturaleza, guía y señuelo para dirigir la acción por los innumerables caminos de la vida, esa vida que nace de la exuberancia de millones de células, espermas y esporas, que se mueven por el placer y van hacia el gozo.

Luis Racionero, Filosofías del underground

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Ojalá nunca dejaras tu trabajo para venirte conmigo.

Carl Sandburg, “Mag”, Poemas de Chicaco

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Jérôme y Sylvie, ay, lo pensaban a menudo, y a veces se decían: quien no trabaja no come, sí, pero quien trabaja no vive.

Georges Perec, Las cosas

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Hoy trabajé bien..." "Por aquel entonces estaba escribiendo mi novela..." "Me fui a un albergue de montaña a escribir..." "Por las tardes escribo en el Select..."

¡Nunca más caeré en eso! Por suerte, eso quedó atrás. Y no tanto por pereza como por respeto al prójimo, por no hacerlo víctima de ese narcisismo sin límites.

¡Creer que uno tiene realmente una vida! ¡Proclamarlo!

César Aira, “Diario de la hepatitis”

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Siempre he sido partidario del trabajo. Me gusta trabajar, como a otros les gusta divertirse. El trabajo es mi actividad favorita y, al mismo tiempo, mi recreo. Quizás todo esto se deba a que cuando yo era niño la necesidad de ganarme la vida después de las horas de colegio, me impedía frecuentar los campos de juego.

Claude C. Hopkins, Mi vida en publicidad

3 comentarios:

Luna Miguel dijo...

Y ellos?
De qué tienen la culpa ellos?

janusz dijo...

Vaya borrachera de citas.

Yo siempre digo a mis amigos que trabajar más de cuatro horas diarias no debe ser muy bueno para la salud, y siempre terminan riéndose en mi cara diciéndome que soy un jodido utópico.

LIU dijo...

a la cita de Vargas Llosa, que sí, sobre todo si tu señora se ocupa de los aspectos terrenales y te limpian la casita, laralalarita, y madame Balcells te pasa un talón mensual para que no te veas obligado a trabajar en una agencia como la suya, donde te pagan una miseria por lectura hecha.