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jueves, 31 de enero de 2008

Ironizar el sexo (Finkielkraut-Bruckner)

Aunque hoy pueda parecer que Finkielkraut es uno de los franceses más aborrecibles que ha parido el país vecino, hubo un tiempo en que sentido del humor no era precisamente lo que le faltaba. Incluyo en este post fragmentos de los “interludios” que aparecen en El nuevo desorden amoroso, conjuntamente escrito con Pascal Bruckner y publicado hace ya 31 años:

AVISO A TODOS LOS PREOCUPADOS

La dimensión del pene carece de importancia

Las erecciones masculinas normales varían de 15 a 17 centímetros. Pero es absolutamente ridículo sentirse psicológicamente disminuido si tu pene no alcanza, completamente erecto, más de 12 o 13 centímetros. Repetimos que no importa tanto la dimensión del objeto como el uso que se hace de él. Y, por tanto, carece de toda gravedad que el órgano erecto no supere los 8 o 9 centímetros (lo que sigue siendo muy honorable), y tampoco debes sentir la menor alarma si tu verga hinchada sólo mide 5 centímetros o 4 o 3 o 2. Y si tu pene no supera los 50 milímetros o un centímetro, su talla en tal caso carece en absoluto de toda importancia.

*

DEBILIDADES DE BASE

1. «Todo ser humano sonriente es hermoso. La sonrisa despide una energía positiva. Hay demasiadas personas que se sienten feas; se trata de la peor de las alienaciones. Basta con que radien un poco de felicidad para que se conviertan en hermosas. Si se creen feas acaban por serlo.» (Jim Haynes).

En otras palabras, eres jorobado, arrastras la oreja, llevas una peluca de piel de culo, la nariz en las sienes, los dientes cariados, la cara tres veces aplastada por accidentes; pero, seguro, tío, cómo irradias cuando sonríes, cuánta energía despliegas, las tumbas a todas; vamos, Quasimodo, eres el más guapo. Qué suerte, tío.

*

SOBRE LA VAGINITIS O LA IMPOTENCIA
LOS CINCO DISCURSOS, CINCO MÉTODOS POSIBLES

El sexólogo, inmediatamente práctico: varios problemas se entrelazan en su caso, comience por untar el glande de su pareja con mantequilla o vaselina, piense en cosas que le exciten, reactive sus fantasías en el momento del acto sexual. Si los síntomas persisten, siga unos cursos de orgasmoterapia, entre en un grupo de Sexología humanista, lea Libertad, Igualdad, Sexualidad; La pareja y sus caricias; Masajear su glande, vaya a ver films eróticos; resultado garantizado en un mes.

El psicoanalista, altamente sabio: Eso se remonta sin duda a mucho tiempo atrás, Vamos a explorar conjuntamente su cuerpo anterior, échese, le prometo una erección dentro de seis años…

El militante, eminentemente histórico: Acorralado en sus insuperables contradicciones, el Capital golpea hoy en el mismo corazón de nuestra intimidad. Camarada, si quieres recuperar el pleno ejercicio de tus facultades amorosas, ven a derribar con nosotros, en la lucha, ese monstruo odioso que nos castra a todos…

lunes, 28 de enero de 2008

Himno de España (versión Secall)

Para todos los que vivieron con ardiente pasión la polémica a propósito del himno nacional español, he aquí la versión del dibujante Secall, publicada el pasado viernes en EP3:


domingo, 27 de enero de 2008

HIP HOP MAINSTREAM: Un espacio ni dentro ni fuera de la polis

Como en el poema de González-Iglesias que lleva por título Cumplimiento, existe una corriente dentro del hip hop que no está ni dentro ni fuera de la polis. De la polis capitalista, quiero decir. Concretamente me estoy refiriendo a lo que se arropa bajo el concepto de mainstream —dan cuenta de lo que digo grupos y solistas como 50 Cent, Busta Rhymes o Puff Daddy en EEUU; Samy Deluxe y Kool Savas en Alemania; Lord Kossity o Booba en Francia; o incluso los actuales SFDK en nuestro país, así como buena parte de los grupos pertenecientes al sello de Gamberros Pro—, una suerte de estilo musical que ocupa las cotas más altas en las listas de ventas y que, a pesar del empleo de un lenguaje de signos no decodificable por la mayoría, está plenamente integrado en el más obsceno de los estilo de vida propuestos por el neoliberalismo económico. En este sentido, me viene a la cabeza la historia que vincula a los míticos Run DMC con Adidas, una anécdota que —recogida por Naomi Klein en No Logo— probablemente constituya los orígenes del hip hop absorbido por la vorágine de las marcas:

El último capítulo de la carrera de la generalidad de EE.UU. hacia el filón de oro de la pobreza comenzó en 1986, cuando los rappers Run-DMC insuflaron nueva vida a los productos Adidas con su exitoso single «My Adidas», un homenaje a su marca favorita. Ya en esa época, el trío de rap, inmensamente popular, tenía legiones de admiradores que copiaban su característico estilo de ponerse medallones de oro y chándales y zapatillas Adidas sin cordones. «Las hemos llevado toda la vida», dijo Darryl McDaniels de DMC refiriéndose a las zapatillas. Eso fue suficiente por entonces, pero al cabo de un tiempo a Russell Simmons, presidente de Def Jam Records, una marca de Ruin-DMC, se le ocurrió que a los muchachos había que pagarles por la promoción que daban a Adidas. Insinuó a la empresa alemana que contribuyera con dinero a la gira Together Forever del grupo en 1998. Los ejecutivos de Adidas no querían relacionarse con la música rap, que en ese momento se calificaba de moda pasajera o se atacaba por ser una incitación a la rebeldía. Para hacerles cambiar de opinión, Simmons invitó a un par de peces gordos a un espectáculo de Run-DMC. Christopher Vaughn describe la anécdota en Black Enterprise: «En un momento clave, mientras el grupo tocaba la canción («My Adidas»), uno de los cantantes exclamó: "¡Ahora sacudid vuestras Adidas!", y tres mil pares de zapatillas volaron por el aire. A los ejecutivos les faltó tiempo para sacar sus talonarios». Hacia la época de la Feria de Calzado Deportivo de Atlanta de ese año, Adidas presentó su nueva línea de zapatillas Run-DCM: las Super Star y las Ultra Star, «diseñadas para llevar sin cordones».


A continuación, una compilación de videoclips al más puro mainstream:

SFDK - Los Veteranos

LORD KOSSITY & CHICO - Hotel Room:

PUFF DADDY - Bad boy for life:

KOOL SAVAS FT. ERCANDIZE - Kommt mit mir

viernes, 25 de enero de 2008

Ironizar el Capital (El problema de la adhesión doctrinal) (Brieva-Secall-Porta-Richards)

(AVISO: este es un texto doctrinal) ¿Adivinan ustedes a qué me refiero cuando digo que la literatura debería hacer un mayor hincapié sobre el capitalismo que nos envuelve? ¡No hombre, no! No hablo de escribir panfletos, ¡qué va! Si el mundo se resolviera a base de panfletos, les aseguro que no cogería nunca un libro de poemas. Lo prometo. (Como también prometo no volver a argumentar de manera tan laxa). Lo que yo digo, aquello sobre lo que suelo insistir en esta casa, es en el texto de doble rasero, algo que no se entregue de antemano cerrado al receptor. La ambigüedad como consecuencia de la imposibilidad para persuadir a través de los media, del hecho de que estos solo repercutan muy comedidamente en el sistema cognitivo del receptor. A modo de ejemplo, propondré a dos dibujantes de comic: Miguel Brieva y Joaquín Secall. Del primero de ellos, aun a pesar de su evidente carácter de denuncia, sospecho que podría ser leído por uno de esos personajes obscenos que él retrata —personajes que llevan al límite los presupuestos de la sociedad de consumo—. Por su parte, Secall ironiza con la estética indie y urbana, vinculándola a menudo con asuntos de interés social.

Brieva:




Secall:


Y para concluir, unas palabras de Fernández Porta sobre el error de la “adhesión doctrinal”:

La liberación cómica es la modalidad discursiva que logra su efecto estético postulando una revolución que —en el lenguaje mismo que la describe— se nos aparece ya como irrealizable o paródica. […] Su problema —el problema que impide la justa evaluación de las literaturas relacionadas con el pop— es que no entiende la modalidad de ironía que está en juego. La confusión que se produce en la entrevista es, en efecto, una de las modalidades de malinterpretación de la ironía, que I. A. Richards describe como «el prejuicio de la adhesión doctrinal».

(Imágenes de: http://comosercomomago.blogspot.com/2007/12/24-vietas-de-miguel-brieva.html, y http://s85.photobucket.com/albums/k56/lagambanegra/?start=20)


miércoles, 23 de enero de 2008

Escher (I)

(Damas y caballeros, a continuación un imposible ejercicio de formas, al más puro estilo Escher, en el cual ustedes participarán en un simulador de realidad virtual a fin de disolver su persona; de seguir no una, sino múltiples cámaras al mismo tiempo. En estos tiempos que corren, hijos míos, solo cabe concebir el ritmo de un texto como si se tratara de un salto al vacío. En el peor de los casos, como un descenso de bosleigh. Abróchense los cinturones.)


Uno espera.

¿Y a qué espera?

A que llegue la primavera, esa pastilla efervescente que cae a los tejidos estomacales y te provoca ganas de follar con desconocidas. Follar con desconocidas, eso es. Follar. Está bien. Hay algo de irreal en el hecho de vivir la vida de ese estudiante ideal que todos tenemos en mente y que, con un gesto, tan solo una mirada, una palabra sugestiva, es capaz de convencer a una de sus compañeras de clase de japonés a fin de poder visitar su piso, una buhardilla, según le han comentado, en pleno corazón de Madrid; una buhardilla con un ventanal por el cual entra tanta luz que incluso te incomoda. Una buhardilla, no nos equivoquemos, damas y caballeros, de diseño. Auténtica crema fina. Se deshace en las yemas de tus dedos de lo buena que es. Geranios, láminas de los impresionistas colgadas en las paredes blancas, La Boheme. ¡Touché! Abajo, una angosta tienda con productos típicos de La Mancha, colmenas y miel, garrafas de aceite, quesos y hojaldres. Y en la acera de enfrente el jodido Starbucks. Siempre el jodido Starbucks, ¿eh? Este es mi siglo 21, muchachos. Una inconfundible estética determinada por la antropología del capitalismo actual más un espolvoreado matiz de la macabra fascinación por la eugenesia que se percibe en los pasillos de nuestra universidad española. Esta es mi receta. Hay días en los que en la cabeza te encajarías una boina con rabillo y te dejarías un fino bigote. Por ti, mademoiselle; es por ti que lo hago, ¿eh, o no? Te recitaría todo Verlaine mientras hiciésemos el amor y luego te propondría una luna de miel en Praga. Y eso que yo no soy uno de esos esnobs con los que tú te acuestas tan a menudo.

MI CONSEJO: Subvierte el lenguaje, chico. Como Burroughs o como Joyce; no dejes que el texto te domine a ti. Toma tú las riendas de ese caballo desbocado, muchacho. Haz que el lenguaje sea tu doncella, y haz que ésta se deje azotar las nalgas hasta que adquieran un color morado. Ella te lo agradecerá.

En fin, retomando la historia; yo tenía novia, ¿saben? Yo tengo novia. Pero una buhardilla en el centro es una buhardilla en el centro. O una italiana de Erasmus que te dice, al concluir la clase y acompañada del ruido de las sillas que se corren, oye, ché, pibe, ¿y de verdad que te gusta la arquitectura oriental como comentabas en tu redacción? No me lo puedo creer, ¿en serio? Es mi segunda pasión después de los restaurantes japoneses. ¡Sushi!, piensas tú. Es el momento en el que solo ves sushi. Y ella: no sé, he pensado que… bueno, tal vez, podrías venir a mi casa a hacer los deberes primero, y así me ayudas un poco, que ya sabes que en las últimas clases me he quedado un poco descolgada y tal. Luego podríamos ir a la biblioteca del Reina Sofía. ¿Te va?

Me va, nena. Me va muchísimo. Me fascina el pie del que cojeas.

No sé, ahora pienso que debí haberle dicho que no desde un primer momento. Dejar de pensar con las hormonas, comportarme como un adulto. Pero fueron esos ojos de gatita dolorida diciéndote que necesita un poco de apoyo con la unidad 6 los que te amedrentan, los que sacan toda tu humanidad a relucir y te dicen: eh, tío, compórtate como un caballero, ¿no?

Una buhardilla. Joder, ya veréis cuando lo cuente a los pibes del bar de Malasaña. Se van a quedar locos.

Entonces, entonces es cuando calentamos motores en el Starbucks de enfrente.

—¿Sabes? Cuando yo llegué a la universidad —le digo a Lucy— detestaba a los alumnos que se pasaban el día hablando del Interrail.

—¿No me digas? ¿No te gusta viajar?

—Sí, sí, claro que me encanta viajar. Era solo que… cómo explicarlo… el hecho de verlos sin… sin… recursos, y viajando desde tan temprana edad, me parecía una incongruencia, ¿sabes? Una disonancia cognitiva.

Mi compañera de japonés, Lucy, muerde su brownie.

—Venga, hombre, ¿no serás uno de esos…

Lucy piensa en la palabra rancio, palabra cuya sola pronunciación hundiría el resto de la tarde; y después deja un silencio. Se encaja en su sillón morado y decide cambiar el rumbo de los acontecimientos. Muerde su pajita y sorbe haciendo tanto ruido como puede.

¿Me quieres seducir?

¿Uno de esos qué?, pregunto.

Deja un largo silencio para reflexionar su respuesta.

—Pues, ¿sabes qué? Cuando yo empezaba la universidad, recuerdo que venía siempre a un café como este con mis amigos del turno vespertino, y hablábamos de cómo sería Ámsterdam...

Dribbling.

Fija una mirada ensoñadora a través del escaparate; observa rostros que se desdibujan, sombras monstruosas cuya longitud no se corresponde en absoluto con la figura de la cual se proyectan.

—¿Y cómo era aquella Ámsterdam que imaginabas?

Aunque originariamente a Lucy le da vergüenza recordar cómo pensaba hace no demasiado tiempo, la joven napolitana habla de graffiti en las paredes de viviendas antiguas, los ojos inyectados en sangre en un coffee shop, fumando yerba de la buena, primo; una ciudad con multitud de canales y bateaux por doquier, el dulce sonido de la rueda y los engranajes de una bicicleta engrasada en movimiento, flores de todos los colores y tamaños; boutiques de lujo. Eurócratas. Etcétera.

Es obvio. He de ahorrarme el comentario de cuando yo, también no hace demasiado tiempo, denostaba de las ETT pero también de los anti-sistema que denostaban de las ETT y recurrían a las ETT para pagarse los viajes a Ámsterdam a fin de fumar yerba de la buena, ¡primo!

C’est la vie!

Una buhardilla me espera.

Y Lucy, relamiéndose el invisible café de los labios:

—Me acuerdo también que soñábamos con enormes manis. Para mí, formar parte del enjambre altermundialista era algo verdaderamente significativo. Algo que no afectaba ya solo a la política, sino también al estilo de vida.

Liarla en las manifestaciones, dice, era una suerte de ocio moral.

Y cita a Michel Chemit:


Por supuesto, aún puede seducirme arrojar adoquines a la pasma. Es un acto lúdico. Para mí, hay mucha profundidad en ese gesto.


Risas.

martes, 22 de enero de 2008

Zweig-Whitman/ Verhaeren-Wittgenstein

Stephan Zweig dijo en El mundo de ayer que:

Verhaeren fue el primer poeta francés que intentó dar a Europa lo que Walt Whitman dio a América: una declaración de fe en la época, en el futuro. Había empezado a amar el mundo moderno y quería conquistarlo para la poesía. Mientras que para los demás la máquina era el mal, las ciudades la fealdad y el presente la antipoesía, él se entusiasmaba con cada nuevo invento, con cada conquista técnica; y se entusiasmaba con su propio entusiasmo y lo hacía deliberadamente para sentirse más fuerte en esa pasión suya.



Y yo recomiendo lo siguiente. Extrapolen la idea de Zweig a la actualidad. ¿Qué les queda? ¿Cuántos poetas han trasgredido el umbral de lo políticamente correcto para erigirse en aras de la sociedad de consumo?, ¿eh? ¿Cuántos de los de la escuela de Wittgenstein, desposeídos de la inutilidad de la metafísica (y en este punto los poetas a los que me refiero ya pueden empezarse a contar con los dedos), no dejan entrever en sus palabras un sentimiento de Apocalipsis?

sábado, 19 de enero de 2008

Casa rural (Parte I)

A Moisés, que me lo contó

El muchacho andaluz despierta sobre su mullidita y amplia cama de muelles y paja. Estira hacia atrás la cabeza y ve el crucifijo; se santigua hasta en tres ocasiones y reza la oración matutina. Padrenuestro que estás en los cielos… Luego, sin cambiarse el pijama y descalzo, baja corriendo las frías escaleras del caserón hasta el patio; rodea el pozo de piedra y empuja alegre la cubeta de hojalata que pende de un cordón de esparto. Estira los brazos como imitando el planeo de un hermoso ave africano; el muchacho, de nombre Ricardo, es feliz. Inmensamente feliz.

El sol brilla con intensidad en esta mañana de sábado.

Ricardo entra en la cocina, donde su madre preparara en un enorme puchero la comida del mediodía:

—¡Buenos días, madre!

—Buenos días, hijo. ¿Has pasado buena noche? —cuidando de no cortarse mientras pela un tomate.

—Sí, madre, fue una estupenda noche de primavera. ¿Escuchaste el cantar de los mirlos?

El muchacho, de nombre Ricardo, se sienta en una mesa de madera gruesa y se llena un tazón grande de leche que llena con picatostes de pan.

De pronto, siente unos irrefrenables deseos de saber qué ocurre en ahí fuera.

Descorre el visillo de la cocina…

¡Chan, chan!

Afuera, en ese preciso instante, la calle es atravesada por un buey que arrastra un carro lleno de paja; sobre el mismo, un gallo se muestra ufano.

El gallo canta, canta una copla. ¡Os lo juro, muchachos!, el gallo va y gorjea. Así, sin más. Catapún; sin comerlo ni beberlo. Va y hace: «po, po, po, po, po…», pero con un tono mucho más agudo y una velocidad inimitable por el ser humano.

Al muchacho le espanta la imagen.

Vuelve a dejar las cortinas en su sitio y esta vez fija su mirada hacia la cocina, revestida por completo de madera. Concretamente observa el calendario, un calendario zaragozano que reza en su portada «dos mil ocho».

—Madre —con aires distraídos—, ¿podría pasarme usted el papel y la pluma?

Así que Ricardo, mientras con energía y de manera ruidosa sorbe su tazón de leche caliente con picatostes y azúcar, tal como si de un recio jornalero se tratase, se dispone a ejecutar unos versillos de arte menor. Poca cosa para lo que es su talento. Los versos van saliendo solos y con ilación. Riman en consonante de la siguiente forma: a / b / b / a // a / b / b / a // c / a / c // c / a / c.

El muchacho pone las manos bajo el hule a fin de calentarse con el brasero de picón.

En la cocina huele a matanza.

¿Se lo imaginan, no?

Bueno, pues transcurre un breve periodo de tiempo en el cual el cartero deposita la correspondencia en el buzón familiar, una correspondencia redactada por parientes más o menos desconocidos desde Alemania o Suiza. De alguna ciudad impronunciable al norte de los Pirineos.

Y de repente…

—Madre, madre, ¿a que no sabe qué?

—¿Qué, hijo?

—Le he escrito un soneto. Deje que se lo lea.

Ricardo declama alto y claro.

—¡Ay, mi muchacho! —y la oronda madre, de nombre Beatriz, deja el tomate y el cuchillo en la pila y se dirige a abrazar a Ricardo—, ¡mi muchacho!, ¡el más listo del pueblo!

Ricardo se regodea en su orgullo, aun con la mejilla espachurrada a causa de los besos repetidos de su madre.

—Y dime, hijo —con picardía, entornando los ojos—, ¿has pensado ya en el casamiento…?

—Yo… er… bueno…

La seguridad de Ricardo decae.

—Alguna moza habrá por ahí, alguna…

Nuevamente, la escena es interrumpida. Alguien golpea el llamador.

—Aguárdame un segundo, Ricardo. Deben ser viajeros.

Beatriz sale de la cocina, no sin antes dejar sobre la mesa el delantal, pasa por delante del pozo de piedra y abre el portón que da a la calle; una calle sin asfaltar.

—Teníamos una reserva —dice una joven a la que le caen los cabellos rubios por los hombros y que sostiene contra su estómago el casco de una moto.

Beatriz contiene la respiración.

—¿A nombre de…

—Alicia —con determinación—, a nombre de Alicia.

—¿Y este caballero… —y Beatriz lanza una mirada de desconfianza a su acompañante.

—Viene conmigo…

—Ibrahím, encantado —el moro le extiende la mano.

Después lo típico; Beatriz les enseña las habitaciones y los baños (en un edificio contiguo a la casa donde la madre oronda habita con su marido y su docena de hijos), les recuerda horarios y les habla de sitios de interés turístico en la comarca.

Beatriz sale aterrada de la casa a contarle a Ricardo lo que ha visto.

—¡Un moro! —con voz queda—. ¡Un moro y una muchachita rubia bien mona!

—Como lo vea el cura… —mientras Ricardo se persigna primero, y agita la mano derecha tontamente después.

viernes, 18 de enero de 2008

Corrosión


Paco Martínez Soria se canta un rap corrosivo ahí en el edificio de la Telefónica y la peña va y le echa monedas.

martes, 15 de enero de 2008

Something more than the sexiest intellectual

Cuando nostálgico (/ jaquecoso) / los domingos a eso de las / seis despierto —¡al fin!— en la cama de una modelo / de publicidad [ ] preguntándome qué hago yo / aquí; salgo sin hacer ruido. Cierro la puerta / —así, sin más; sin decir adiós. [ ] Conteniendo la respiración— / y me lanzo a comprar lujo. Eso es. Deseo / reencontrarme de una vez por todas conmigo / mismo; reclamo por favor un cachito de libertad. / Part of the queue, Oasis, hace que recuerde que [ ] no somos / nadie. Nadie en la gran ciudad. Nada. / Y por eso compro; y por eso el contador de la tarjeta / de crédito da vueltas y vueltas. Gira / y gira y pierde el sentido. Y yo, y no bromeo, / me elevo al éxtasis, como Santa Teresa, de regreso. / Alzo el vuelo. Como mi mano, que, en el aire, llama a un taxi. / De ella cuelgan siete u ocho bolsas de papel. / Son, en definitiva, apenas unos cuantos minutos / en los cuales [ ] creo haber encontrado un motivo. / ¡Y qué motivo!

sábado, 12 de enero de 2008

No dejes que tu madre se avergüence de ti, poeta

Yo no sé tú, pero en lo que a mí concierne en mi faceta como creador y/ o intelectual, hay una máxima que tengo bien asumida: “no dejes que tu madre se avergüence de ti, muchacho.” Escucha, escucha, que esto tiene su miga. ¿No te pasa a ti, por ejemplo, que cuando atiendes a un poeta declamando versos intimistas y nostálgicos y en los que parece desnudarse —¡desnudarse, pero será posible!—, corres a sacarte un pañuelo del bolsillo para enjugarte el sudor que te corre por las sienes, rojizas?, ¿eh? No me digas que no. Admítelo. Aunque creo que no me he explicado bien; lo que quiero decir es que a mí se me clavan agujas por todo el cuerpo cuando apenas unas pocas estrofas ponen en evidencia la virilidad de un poeta, lo cual, lamentablemente, es algo que ocurre con demasiada frecuencia. Me pongo nervioso, chico; es así. Qué quieres que le haga. Abro y cierro las manos; dirijo la vista a todas partes, resoplo. Me castañean los dientes. Cierro los ojos y tomo largas bocanadas de aire. En cualquier momento voy a vomitar. ¡El infierno! Porque, dime una cosa, ¿qué hay de esas madres que esperan su turno en la peluquería con una revista abierta del revés, y que aguardan también la más mínima ocasión para presumir de sus criaturas? La vergüenza, eso es lo único que les espera cuando todas las demás madres hayan acudido a una lectura del hijo en cuestión. Cuando todas ellas rían por lo bajini, tapándose la boca con el dorso de la mano y dando con el pie a la vecina de butaca: «psssch, psssch, vaya maricón que ha parido, ¿eh?» Por eso yo me limito a poetizar sobre la superficie. Hablo de coches caros y de mujeres; de rudos obreros que levantan andamios a pares. De la arrogancia en su máximo esplendor.

Siniestro Woody

La acción transcurre como en una película de Woody Allen, pero permutando la cena en Manhattan por un restaurante de moda en el distrito de Moncloa (Madrid); porque el éxito de Allen, asegura Brenda, se fundamenta en la capacidad del cineasta para detectar y retratar el inconsciente de la sociedad capitalista postindustrial:

—Quiero decir —mientras trincha la lubina y la corta a ritmo de Bill Evans— que a lo largo de mis años como periodista, si algo he aprendido es que los intereses del ser humano se reducen a las secciones de estilo, tendencias y viajes del New York Times. ¿Qué es lo que quiere la gente? Bien, la gente quiere ser cosmopolita; conocer el corazón de Europa y empaparse de su cultura milenaria pero también de pueblos asiáticos y africanos. Quiere escuchar jazz y comer en sitios como este; elegir su ropero en El Corte Inglés y de vez en cuando sorprender a su amante con lencería erótica y una gargantilla de oro. Ver cine de autor pero también Hollywood y efectos especiales; conducir, al menos una vez en la vida, un Jaguar, un Porsche o un Ferrari. En fin, eso es lo que hay que darle al espectador: cosas que le hagan pensar.

—¿Quieres decir que un reportaje de ocio hace pensar al populacho?

—No, a lo que yo me refiero es que mientras el vulgo piensa en como pagarse el viaje que nosotros le metemos por los ojos en ese reportaje del que tú hablas, el telespectador con una buena billetera no piensa; actúa.

Sus contertulios ríen el ingenio de Brenda, tímidamente lo aplauden; el camarero, sonriente también, se inclina sobre la mesa y llena las copas con un buen vino blanco. Brenda concluye la broma:

—En efecto, tal como nos quieren hacer ver los activistas de izquierda, existe un leve matiz que distingue al rico y al pobre; y ese matiz es su actividad intelectual. Al rico no le hace falta.

—Pues si algo he aprendido yo como publicista —dice Carl—, y en eso nos habéis plagiado los periodistas, es que la mejor forma de dirigirse a la juventud es como si fueses a venderles unas jodidas zapatillas. Ellos son así; no distinguen ya entre noticias buenas y malas, solo entre el divertido y ameno discurso publicitario y el sermón moralizante. De hecho, yo ya tengo pensado el eslogan con el que me voy a dirigir a mi hijo cuando me divorcie de Mary —y coge la copa por el pie, da un sorbo al vino y, saboreándolo, se enjuaga la boca.

Se hace un silencio que se ocupa de llenar la escobilla de la batería y una línea de bajo.

—¿Tan mal estás con tu mujer, Carl? —pregunta Simon enarcando las cejas.

—La semana próxima me largo a París con Mónica, la becaria. Os podéis imaginar la ilusión que le hace. París… —dice Carl, fijando una mirada soñadora en la lámina de El Beso, de Klimt— un hombre maduro, con efectivo… sábanas de raso… cruasanes y zumo de naranja en la habitación del hotel para desayunar… Ay, quién tuviera veinte años, ¿no?

viernes, 11 de enero de 2008

[Soy más sofisticado que un Sputnik]

Soy más sofisticado que un Sputnik / cuando —escuchando Tchaikosky en el sillón con los Sennheiser— / acaricio el lomo de mi siniestro gato de pelo blanco. / Me rodean poemas de Mao, textos críticos / sobre Stalin; algunos poemas épicos sobre valkirias, o algo así, / que bailan valses en el Kremlin. Afuera, señores, / millones de rusos cavan sus tumbas con una botella / de Smirnoff en mano. Bien, ¿y qué? Yo llevo tatuado / una hoz y su correspondiente martillo / en el omóplato izquierdo, omóplato curtido en su juventud / en indeseables gimnasios de barrios proles. / Sueño con criar a mis hijos en un palacio / diseñado por Iofan. Apenas duermo; y cuando lo hago / trazo itinerarios para tomar el palacio de la presidencia / con el puño izquierdo en alto. Algún día, cuando su castillo / de naipes se venga abajo, entonces, acuérdense de mí.

lunes, 7 de enero de 2008

Frecuentemente, la obra del artista es sólo su idea, su concepto.

Susan Sontag, Contra la interpretación

domingo, 6 de enero de 2008

El socialismo que yo quiero ser

Es un placer observar al jugador de Churriana feliz moviendo el bigote sobre un pedazo de carne roja, vuelta y vuelta, lo suficiente para quitarle el frío. Roja, como su pelo rizado sujeto en coleta tras la gorra, su feroz muestra de personalidad; roja, como sus pecas, su piel, como la capa de cedro que envuelve el Montecristo que voluptuoso transforma en volutas de humor sobre el cortado final, roja como su Ferrari. Roja como su apodo en el circuito. “Me llaman el rojo en el Tour europeo. Me lo llaman por mis ideas”, dice. “Y no me molesta. He sido socialista toda la vida. Defiendo a los que hacen política para la gente, a los que trabajan para crear bienestar. Y no le debo nada a nadie. Puedo disfrutar de todo lo que tengo porque me lo he ganado, a nadie he quitado nada."



Comida con Miguel Ángel Jiménez. El País, 19 de noviembre de 2007.



sábado, 5 de enero de 2008

Titulares (Manual para enemistarse gratuitamente con la poesía)

Ken Follet: “Escribo como quien va a la
oficina”

Titular del periódico gratuito Metro. Madrid, octubre de
2007.


IBRAHÍM B.: “ESCRIBIR COMO CUMMINGS, EN ESTE SIGLO 21, / ESO LO PUEDE HACER CUALQUIER SUBNORMAL” // BERLÍN: “A VECES MI POESÍA ME PREOCUPA; MUY SERIAMENTE ME DIGO, / ¿ES QUE TENDRÉ QUE HABLAR DE PAJARITOS POR COJONES?” / (“Pero no, lo cierto es que aún no he encontrado ningún manual de poesía / que recomiende recurrir a un campo semántico equis”) // “LOS POETAS SON TERRIBLES HOMBRES DE NEGOCIOS: / SATURAN AL CONSUMIDOR CON LA MISMA MIERDA UNA Y OTRA VEZ”

«Yo, por ejemplo, no me imagino a ningún inversor poniendo una tasca en una calle llena de tascas, ¿no? Trataría de innovar. De dar un poquito de chispa a la vida. Pues no, con la poesía no ocurre esto. Los poetas se repiten como callos. Y luego encima se quejan de que no venden, ¡no te jode!

»Pero en realidad, de lo que yo quería hablar era de la apertura del horizonte de expectativas y la teoría de la recepción de Jauss. ¿Por dónde iba?»


“¡CLARO QUE PIENSO EN EL DINERO CUANDO ESCRIBO!, / ¡CONOZCO LA POBREZA DE PRIMERA MANO!” // “MUCHOS POETAS HARÍAN UN GRAN FAVOR AL MUNDO Y A ELLOS / MISMOS SI SE DEDICASEN AL DEALING Y NO A ESCRIBIR” // BERLÍN: “¿ALGO TRASCENDENTE? BUENO, ME HE SENTIDO / TAN SOLO QUE LLEGUÉ A RESPONDER LOS SPAM” // “A MENUDO OCURRE QUE EN UNA FIESTA DE MODELOS VOY Y DIGO, / «¡EH, SOY POETA!» Y LAS CHICAS CORREN ASUSTADAS» // IBRAHÍM B.: “ENTONCES LE DIJE A MI EDITOR: / «TRÁEME A UNA BUENA PUTA Y YA HABLAREMOS DE ROYALTIES» // IBRAHÍM BERLÍN: “LOS PERIODISTAS SOIS UNOS JULAPAS” / (“Ocurre que cada vez que me entrevistáis, ponéis de titular / lo que os sale de la punta de la pipita. Y eso no es justo.”)

jueves, 3 de enero de 2008

RESPECT

¿Sabes qué es el respeto? Es cuando mi padre lleva veinte años currando en Francia y lo tratan de puta pena cuando va a renovar la tarjeta de residencia y lo hacen volver diez veces porque tuvo la mala pata de quedarse en paro diez meses y a un viudo casado con una francesa lo toman por el pito del 22 almuédano, y en el ayuntamiento los meaderos los tienen cerrados así que te puedes morir, pero no te preocupes que los funcionarios tienen los suyos propios y los cierran con llave como si sólo measen los maderos blancos mientras que haciendo cola en las ventanillas hay mogollón de chavales sin papeles y de viejos pendientes de tenerlos si Dios quiere. El respeto es cuando Samia, la hermana mayor de Nawel, quiere alquilar un apartamento en París porque así le pilla más cerca el curro y le dicen que está libre, pero cuando dice el apellido como por casualidad lleva alquilado desde el 11 de septiembre. El respeto es cuando a Kenza, la otra hermana de Nawel, la largan de un supermercado ED porque hacen una limpia de personal, es que tienes que darte cuenta de que todo el personal de color es inmigrante ilegal porque eso es lo que dicen los clientes burguesocatólicos de París que amenazan con hacerle el boicot a la cadena de supermercados ED, o sea, 15 % de pérdidas, si a las cajeras no se les ve un cutis de porcelana igualito que el de Nuestro Señor Jesucristo que, como todo el mundo sabe, era una rubia de ojos azules que se peinaba en Jacques Dessange. El respeto es cuando esos antidisturbios reprimidos que presentan el telediario usan la tercera persona del plural cuando hablan de la inseguridad, pero ponen el verbo en forma impersonal cuando hablan de la represión. El respeto es cuando te dicen que tienes que integrarte en una sociedad mestiza y no te dejan entrar más que en la mezquita, y no en la discoteca. El respeto es cuando un periodista hace diez tomas de la escena en que los vaqueros de la Brigada Contra el Crimen te ponen los grillos y esos hijos de puta te machacan las muñecas en primer plano. El respeto es que encima tú no has hecho nada, pero acabas de pillar 100 euros del periodista de marras para interpretar la escenita porque ese día no ha habido delincuencia. El respeto es que no voy a dar más ejemplos porque si los doy es que te estoy tomando por un mongolo y eso es una falta de respeto.

Y. B en Alá Superstar

miércoles, 2 de enero de 2008

AUTÉNTICA BUENA MIERDA, NEGRO!


Read this piece of shit

Eslogan de Saatchi & Saatchi para una organización promotora de los DD.HH





Shake yo’ shit until you make it hurt

Busta Rhymes




A coprophague calls for a plate, shits on it and eats the shit, exclaiming, “Mmmmm, that’s my rich substance”

William Burroughs

martes, 1 de enero de 2008

Lección LXXXIII: Sobre el premio Loewe

«¿Alguien sabría decirme qué es el puto premio Loewe?, ¿eh? ¿Lo sabe alguien? Bien, el jodido premio Loewe, mis queridos y traviesos pupilos, es una acción de marketing a caballo entre una producción cultural más o menos inteligente (por lo que sé, por lo que he leído en suplementos y demás fuentes secundarias, y teniendo en cuenta que apenas he leído a más de tres poetas galardonados, calificar como malos los poemarios que han recibido el premio sería infame)… Errrr… ¿por dónde iba?... Bien, decía que el premio es una mezcla entre una producción cultural que tira a lo inteligente, y el esnobismo que pueda caracterizar a un consumidor de la marca en cuestión. Quiero decir, damas y caballeros —y presten atención a lo que sigue—, que puede llegar a ser un pelín patético cuando ciertos grupúsculos poéticos del underground saltan a la palestra para lamentarse porque, ay, la fundación Loewe no varía en las corrientes estéticas a las que premia; la fundación Loewe no premia el realismo sucio; la fundación Loewe no ayuda a abrir el horizonte de expectativas del lector de poesía, etcétera, etcétera, etcétera. Y ustedes me preguntarán: ¿y por qué puede llegar a ser patético, profesor Berlín? Pues por lo siguiente, joder; por lo siguiente: desde mis rudimentarios conocimientos en materia de publicidad, puedo advertir, grosso modo, que este jodido premio está pensado para que el oficinista de Castellana, con un interés por la cultura medio-alto —recordemos en este punto que su cometido es comprar y vender futuros y derivados; no gestionar fundaciones culturales—, llegue una noche a la consuetudinaria cita quincenal con su amante —una estudiante rubita de vuestra edad y pechos puntiagudos y operados—, y mientras se preparara para meterle la clavija bien hondo, y luego de haberla embadurnado el cuello y los sobacos con uno de los perfumes de Loewe (pongámosle, por ejemplo, sesenta pavazos); le recita de rodillas junto a la cama cualquiera de los poemas premiados, ¿me siguen? Ésta es, sin duda alguna, literatura pensada para clases altas, más pudientes que todos ustedes, y que ven un lefazo en un lienzo y corren a extender cheques por valor de decenas de miles de euros. Esta gente se comporta así. Aún creen en la interpretación romántica de la creación artística. Llevan doscientos años de desfase en materia de arte. Para eso, y no para otra cosa, está pensado el jodido premio. Y ahora, quienes lo deseen, y si aún les quedan ganas, márchense a lamentar al muro. La clase de hoy ha terminado.»

*Ibrahím B.: Poeta y catedrático de literatura en la Universidad Pontificia de La Rue del Percebe.